La Guerra no es más que la continuación de la política

La conocida afirmación del teórico de la guerra e historiador militar alemán Karl Von Clausewitz (1780-1831), está siendo aplicada sin contemplaciones por el Gobierno de Piñera. El pensador y general (participó en las guerras napoleónicas con altas responsabilidades), sostenía la necesidad de organizar la guerra para buscar resultados de extrema profundidad. Decía que la «guerra es, en consecuencia, un acto de violencia para imponer nuestra voluntad al adversario».

Agregaba que «su propósito inmediato es derribar al adversario y privarlo de toda resistencia». Era partidario de un máximo despliegue de fuerzas para aniquilar y desarmar al oponente, alejándose de otros pensamientos como los delineados por Sun Tzu (500 AC), que establecen que la mejor estrategia es la que no conduce a la guerra y el mejor general es el que no combate en el campo de batalla (primero destruir las estrategias del enemigo, segundo destruir sus alianzas y sólo después de estos dos pasos, destruir sus ejércitos).

En efecto, cualquier análisis del comportamiento del Ejecutivo muestra su nula disposición al diálogo con el movimiento estudiantil derrota. La brecha entre el discurso y la práctica es abismal y queda en evidencia cada vez que se produce un quiebre o cambio de maniobra en la escena pública. Es probable que la única área en que tiene ventajas, por las zonas de sombra producidas, sea lo que llama «violentismo», con el coro mayoritario de los medios de comunicación controlados por los grupos dominantes.

Si revisamos la bitácora de los últimos seis meses, cada giro del gobierno ha sido una respuesta falsa, es decir desplegada para no construir acuerdo y provocar al adversario. Desde el GANE, pasando por el ofertón de los US$4.000.-, los llamados a diálogo (y la propia Mesa), continuando por la Comisión de Expertos y la apelación a un entendimiento en el Congreso, para acordarnos de las maniobras principales, han sido tongos con el fin de tantear escenarios y renunciar lo menos posible a la lógica mercantil que identifica al presidente-empresario y a su entorno. La comprobación final de lo que afirmamos se puede encontrar en las recientes declaraciones presidenciales y del ministro del interior sobre los cambios que estarían dispuestos a negociar en el Presupuesto de Educación 2012. Sólo ajustes cosméticos, si consideramos la magnitud de las necesidades para producir cambios reales ( y por etapas para llegar recién al 40% más pobre en un par de años), con becas y sin importar en que universidad estudien. Nada de gratuidad en su sentido estricto incluyendo a más sectores como lo plantean el 80% del país y los más distintos actores. Nada de eliminar el lucro porque el gobierno sigue insistiendo que las Ues privadas reciban aportes estatales, con «mayor» control.

Las pocas voces disidentes en su alianza social y política son las de aquellos que comprenden que la política de desgaste y aniquilamiento que se está desplegando puede otorgar ventajas inmediatas pero conduce, inexorablemente, a una derrota estratégica. ¿Este grupo, hoy minoritario, podrá persuadir a Piñera de enmendar el rumbo? Pensamos que no. Piñera insistirá en su comportamiento táctico de estos veinte meses, conducta que es la réplica de su vida empresarial previa. Su lógica de negociación es apretar con fuerza hasta que la contraparte se rinda, sin importar la relación posterior con el antagonista. No importan los medios. Siempre se emplea a fondo en el sentido elegido y luego gira sólo cuando la derrota es inminente. Nos ha acostumbrado a sus «Focos Group en vivo». Ensaya con nosotros, sus desgraciados gobernados. Si gritamos excesivamente, se detiene e inicia un nuevo curso de acción. Piñera no conoce a Sun Tzu, aplica con celo las enseñanzas de Clausewitz. Nadie le ha convencido de que el arte de la política, aunque sea asumido directamente por los opresores, requiere un mínimo de cuidado por las formas. Esto significaría que deje de considerar que tiene un «enemigo interior», aunque se sienta «rodeado», considerando su ínfimo apoyo en las encuestas.

 

¿Qué hacer?

Vamos por partes. Siempre se ha dicho que hacer una buena pregunta es tener gran parte de la respuesta. ¿Cuál es entonces la pregunta correcta?.

Planteamos al partir una hipótesis estratégica. Piñera conduce firmemente su gobierno y no alterará el rumbo salvo que comprenda que el desastre como opción ocupa la totalidad del horizonte cercano. Lo decimos así porque con este competitivo señor basta que exista una mínima posibilidad de ganar para que se arriesgue y no altere sus objetivos iniciales.

Si estamos de acuerdo con lo dicho, concluiremos que la pregunta pertinente no es como construir un gran acuerdo nacional en Educación sino que, sencillamente, como derrotar al gobierno de Piñera, en términos estratégicos. Lo repetimos, sólo cuando Piñera contemple su pérdida total, o la seguridad de que ello puede ocurrir, será posible pensar los cambios en Educación (y en el tipo de país que parece querer la mayoría), aunque sean paulatinos pero orientados con certeza colectiva.

Requerimos entonces un diseño global en que siguiendo al Maestro chino podamos cumplir los tres pasos que nos propone.

1. Derrotar las estrategias de Piñera. Esto supone «limpiar» el discurso sobre el cambio inmediato deseado. Hacerlo comprensible para todos. Se requiere separar el «programa mínimo» del «programa máximo». El «programa mínimo debe ser una base compartida por los más amplios sectores. Los aspectos principales del Plan de Acción Inmediato tendrían que ser fáciles de establecer: Gratuidad para el 60%, Aportes Basales a las Ues del Cruch, Término real del Lucro en la Educación Superior, etc. Todo financiado por una Reforma Tributaria. También debe destruirse la estrategia diversionista sobre el «violentismo». Hay que condenar sin dudas la violencia en la calle, de las fuerzas que reprimen y al mismo tiempo permiten los conatos de violencia y, de los que desbordan las manifestaciones por «las propias». El gobierno debe quedar desnudo y aislado en el despliegue de sus maniobras.

2. Destruir sus alianzas. Significa esencialmente construir las propias alianzas. Hoy las oposiciones son diversas y el movimiento estudiantil y social tiene profundas desconfianzas en las fuerzas parlamentarias. No obstante, sin acciones comunes de los opositores al gobierno de Piñera, sin unidad en la acción de los partidarios del «programa mínimo» no existirá el riesgo verdadero de derrota del cual hemos hablado. Debe terminarse con la disociación entre oposición parlamentaria y oposición social. Se puede establecer una» prueba de vida»( en el lenguaje de rescate de secuestros, uno de los episodios de más alta desconfianza entre partes). Esta barrera de confianza podría estar constituida por la forma en que vote la oposición el Presupuesto 2012, a partir de medidas concretas del «programa mínimo.» Para avanzar en este sentido habría que instalar una mesa social que no sea monocolor como la existente en educación. La existencia de un frente socio-político de envergadura debilitará el respaldo parlamentario del gobierno en el tema de Educación.

3. Destruir los ejércitos del adversario. En la arena política democrática estas batallas se libran en las elecciones y en el control de las diferentes esferas de la vida social. Siguiendo a Sun Tzu, es probable que si se tiene éxito en los primeros dos puntos, se gasten menos energías en las batallas decisivas.

 

Por Anibal García

Sea el primero en dejar un comentario

Denos su opinión

Tu dirección de correo no será publicada.