¿Qué será lo que pasa con el Movimiento Estudiantil?, ¿hacia dónde se dirige?

¿Es posible opinar sobre el movimiento estudiantil, sus victorias y desaciertos? La respuesta es positiva y hay que hacerlo sin complejos de ninguna naturaleza y aunque «nos falte calle». Aquí las normas de propiedad privada no cuentan. Estamos ante uno de los procesos sociales más potentes de las últimas décadas. Es probable que su importancia sólo se compare bien con el plebiscito del 88, respecto del cual la victoria electoral de la Concertación en el 89 fue sólo su continuidad lógica. Este movimiento estudiantil, enseñanza media y superior (aliados estrechos primero, incluyendo al Colegio de Profesores), se hará luego principalmente universitario. Son estos últimos los que expresan generacional y problemáticamente las heridas y quiebres de nuestra sociedad. En el levantamiento de sus consignas y programas se encuentran expresadas las demandas y frustraciones que millones de chilenos y chilenas acumularon por dos décadas.

Nos incluimos entre los muchos que no vieron acercarse este tsunami social, a pesar de que siempre señalamos la existencia de violentas inequidades en este Chile al que parecía irle bien. Es probable que el contacto diario con trabajadores sindicalizados nos nublara los sentidos. Estos eran (son) más bien mansos y esperaban con ansias los pobres resultados de sus negociaciones colectivas, aunque sintieran que con nosotros optimizaban sus posibilidades en el actual marco legal y en la asimetría de poderes existentes. Pero no, fueron los hijos de los trabajadores y también los hijos de sus jefes (que contribuyen a administrar el capital, que actúan como herramientas del control del capital), los que se rebelaron y han estado diciendo NO MÁS.

Establecer comparaciones entre distintos movimientos sociales permite considerar magnitud y densidad. En este terreno claramente el tamaño importa (la verdad es que es así en todos los espacios de vida). No son lo mismo siete meses de movilizaciones con marchas que superan las doscientas mil personas en la capital, con cientos de establecimientos en toma y/o en paro y con potente presencia mediática (aunque sea en su mayoría deslegitimadora y falaz), en relación a las huelgas sindicales usuales, aún los más potentes, o las acciones poblacionales de cualquiera de las facciones de Andha.

Quienes estudiamos procesos sociales y participamos por años cotidianamente, junto y en, las organizaciones que luchan contra la dominación, conocemos de los límites del desarrollo lineal de fuerzas. Hay oportunidades en que en CETRA demoramos varios años en contribuir a levantar una masa crítica mínima al interior de un holding determinado pero una decisión patronal de cooptar el núcleo dirigencial desarma esos esfuerzos y se retorna a fojas cero. Es evidente que se requieren herramientas más potentes y permanentes. Sería el caso de las Federaciones y Confederaciones. Pero en estas ocurren fenómenos de personalismos derivados de la falta de control social y aún de la pérdida de relevancia de los llamados partidos populares para ejercer tal responsabilidad. Junto a ello está la falta de formación política y ética. La mayoría de las escuelas de formación sindical entregan «técnicas» o «historias del movimiento sindical» que no logran integrarse correctamente en las conciencias individuales y colectivas. Qué decir de la ausencia de una central sindical que ejerza adecuadamente sus tareas, que oriente y sea respetada. El dato básico de que no es respetada la central principal, hoy vigente, es que la mayor parte de las negociaciones colectivas y otros asuntos importantes de las organizaciones le pasan por el lado a la CUT y son resueltas por los sindicatos en términos internos o a lo más en las redes propias de cada sindicato. Hay un desapego brutal entre el discurso de la CUT y las grandes organizaciones sindicales respecto de lo que pasa en la realidad con los trabajadores. En este contexto una convocatoria a «paro nacional» es pura lírica, como se ha demostrado en las experiencias recientes.

Indicamos lo antes dicho para concentrarnos ahora en la antigua tesis de la «acumulación de fuerzas». ¿Están los estudiantes efectuando ese conjunto de maniobras clásicas (al menos en la literatura y en los discursos de ciertos sectores políticos más «clásicos» que las propias maniobras), que les llevarán a la victoria casi irremediablemente? Ahora la respuesta es no. La primera razón es que en realidad nunca ha sido posible un proceso de acumulación de fuerzas de carácter lineal. En la lucha social, en los procesos de cambio, se puede avanzar en lo que más correctamente podemos denominar levantamiento de «masas críticas mínimas», pero el real despliegue óptimo de éstas se produce ante un conjunto de condiciones favorables, la mayor parte externas a nuestro propio actuar. Más de alguien podrá afirmar (nunca faltan), que lo que estoy describiendo es la «estrategia de acumulación de fuerzas» que se basa entre otros elementos en la «agudización de contradicciones». La respuesta es no, como lo ha demostrado la historia mil veces, los «reventones sociales» (¡qué expresión poco técnica!), no son el resultado de una acumulación aritmética.

¿Qué estamos tratando de decir con estos enredos?

Que para comprender el movimiento estudiantil, particularmente el universitario, se requiere encontrar sus causas en las políticas públicas de la Concertación y en la propia existencia del gobierno de Piñera como interlocutor. No les restamos méritos a los que «acumularon fuerzas» o se mantuvieron firmes por años en sus críticas al modelo neoliberal, pero tenemos el convencimiento de que eso nunca fue suficiente para el levantamiento estudiantil del 2010. Sólo como ejercicio establezcamos un paralelo entre este 2010 con la larga huelga de los profesores de fines de 2009. Es evidente que no hay punto de comparación alguno, ni en las consignas ni en el apoyo de la gente. Sin embargo los profesores contaron con la misma asesoría política de los principales líderes de los universitarios de 2010 y estos son los mismos que han sido sucesivamente derrotados en las principales elecciones recientes. Corresponde entonces preguntarse por la naturaleza del movimiento sobre el cual estamos conversando y sus rumbos futuros.

No compartimos que la razón de que Camila Vallejo perdió la presidencia de la Fech o que Ballesteros, calculando mejor, no se haya presentado en la Feusach (su lista salió tercera y a mucha distancia), se deba a la cercanía del PC con la Concertación o a la participación de los dirigentes salientes en la discusión parlamentaria del Presupuesto 2012. Si en cambio estuviéramos de acuerdo con esa afirmación, como explicar lo ocurrido en la UC (relevo en el mismo equipo), o en la propia Feusach en que una lista llamada de centro izquierda por la prensa patronal con un candidato prosocialista, aventaja a todas las demás. Cuestión que aunque no se concrete en el repechaje, da indicios de otras fuerzas en el movimiento. Si revisamos la situación de las federaciones estudiantiles regionales comprobaremos que controlan sus directivas distintos grupos autonomistas, «ultras» en el sentido de sus demandas maximalistas, que no reconocen filiación directa con las mismas denominaciones de sus congéneres de la capital y, aún de núcleos de minorías que no han sido generadas en elecciones democráticas «clásicas», sino que en formas más «directas».

En este análisis, que está lejos de la certeza casuística de algunos de los «expertos en movimiento estudiantil» que escriben en El Ciudadano o en medios digitales, buscamos sólo ilustrar que no es posible establecer con facilidad un mapa explicativo del movimiento estudiantil, porque es exactamente eso y está en construcción. No pueden adjudicárselo quienes orgánica y disciplinadamente han trabajado en su interior y tampoco sus actuales vencedores, porque no han probado que además de la armas de la crítica puedan exhibir atributos de gobernabilidad e interlocución con la sociedad. Este movimiento le pertenece a estas dos almas pero también a la inmensa mayoría que obligada a militar, apostamos que no lo hará en ningún nuevo experimento militante ni en las fórmulas antigua, conocidamente derrotadas desde 1989.

Este movimiento estudiantil, tan profunda pero imperfectamente conectado con los más vastos grupos medios y populares de nuestra sociedad, requiere aún construir vocación de poder. Conspiran en contra de esta inmensa oportunidad su diversidad y desiguales niveles de comprensión del tiempo político. Lo hemos dicho en otras partes, se requiere combinar Programa Mínimo con Programa Máximo. Se requieren conquistar «pequeñas victorias» para ganar en confianza y convocatoria. Esta lección de permanente, duro aprendizaje de siempre de los movimientos populares, no se ha asumido en términos suficientes, durante 2010.

Existe el tremendo riesgo de que se dividan los «pragmáticos» de los «maximalistas» y estos últimos con la casta actual de «representantes» electos del pueblo. ¿Cómo se produce entonces la «victoria de lo social» en el terreno de la política? Ya está claro que no lo canalizarán suficientemente los últimos que llegaron al espacio de la representación parlamentaria. Y si esta afirmación fuera cierta ¿Cómo se transformará en fuerza política la petición social que expresan los estudiantes pero que contiene una demanda mucho más amplia?

El mérito de la Concertación fue ejecutar políticas públicas que sumaron cientos de miles de nuevos universitarios endeudados y profesionales frustrados que se transformaron en la imagen violenta del fracaso del modelo de inclusión social. El mérito de Piñera y de su equipo consistió en su tremenda impericia política para absorber el descontento social, como lo hacen los buenos boxeadores. Cierto es que tal inhabilidad se debe en alto porcentaje a miopía de corte ideológico.

Los «indignados» tienen en Chile una representación ejemplar. Y líderes de calidad y reconocimiento mundial, pero su constitución como movimiento social tiene tareas pendientes de tremenda envergadura. Esta por verse si resuelve sus dilemas y logra entroncar, contribuyendo a sus despertares, con otras vertientes del movimiento popular. ¡Aahh, el viejo sueño de la convergencia espacio-tiempo de los movimientos sociales!

Aníbal García
Consultor asociado de CETRA

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