2012

Es el año de los Mayas, y no es cualquier año. ¿Qué podemos esperar de este 2012 y cómo intervenir para alterar positivamente su devenir?. Quien responda adecuadamente estas preguntas tendrá las llaves del futuro.

Es el año en que los Mayas definieron que se terminaba esta edad de la historia. O la existencia de la Humanidad y la Vida como la conocemos. O todo es un error de interpretación de los occidentales para escrutar en lenguajes antiguos. O es un cambio de ciclo según misteriosos vaticinios. En fin, 2012 no es cualquier año, según los oráculos de distintas naturalezas y también de acuerdo a los tiempos sociales y políticos de este rincón de la tierra y del sistema global en que estamos insertos.

¿Qué podemos esperar de este 2012 y cómo intervenir para alterar positivamente su devenir?. Quien responda adecuadamente estas preguntas tendrá las llaves del futuro. ¿Prospectiva o magia?

De las dos. Veamos.


Las coyunturas se superponen

El primer anillo de análisis es la eventualidad de una crisis económica mundial. No creemos en esta posibilidad si cuando hablamos de crisis estamos refiriéndonos a un quiebre, a una oscilación violenta de los mercados y las realidades económicas. Compartimos con el Viceministro de Comercio chino su afirmación de que, en los horizontes de tiempo previsibles, viviremos en un estado permanente de crisis. Agrego por cuenta propia que en esta aldea global, que adviene en su sentido más pleno a partir de 1989, se desarrollan fenómenos económicos diferentes a los conocidos y estudiados como ciclos en las ortodoxias liberales y marxistas, las clásicas y las versiones más remozadas.

Con esta lógica, el 2012 nos depara un descenso en el crecimiento mundial y europeo en particular, con mayor suavidad en los USA si consideramos los últimos datos positivos de ocupación y consumo (el economista Roubini dice que USA ganaría el concurso «del enano más alto»). En relación a Europa, es dable considerar que varios de sus países atraviesen el límite técnico para la condición de recesión (dos trimestres con crecimiento bajo cero). Respecto del gigante chino, todavía es esperable un fuerte crecimiento a lo menos en los próximos dos años. Ahí están las demandas de materias primas para atender las grandes obras de infraestructura en marcha. Sus indicadores de crecimiento podrían descender con suavidad (8,8% entre octubre y diciembre 2011 y esperable 7,7% para enero-marzo 2012). Este panorama ocurrirá con altos grados de certeza salvo que ocurra un «accidente», uno de aquellos sucesos no visibles en la superficie del análisis histórico (por ejemplo fenómenos naturales o sociales intempestivos). La India no tendría cambios. Lo mismo puede anotarse de Brasil y Rusia (el primero con disminución leve de su crecimiento y el último con algo más de volatilidad).

Con todo, pareciera que se han agotado las confianzas en la conducción global de los países centrales de occidente y que las potencias emergentes, de Asia o los BRIC aún no saben con certeza que rumbos tomar. Más aún, como dijimos al comienzo, las predicciones económicas se han tornado no confiables al extremo que los llamados «capitales buitres» no están siendo capaces de aprovechar a plenitud los diversos cambios de los mercados. Entonces 2012 será parte de un escenario mayor en que este capitalismo de la Tercera Revolución Industrial continúa su ajuste en medio de grandes oleadas de descontentos que todavía se expresan con «baja intensidad».

Con estos datos, la «crisis» en Chile no alcanzará a transformarse en argumento suficiente del gobierno para apretar el cinturón. Para esta Navidad se alcanzaron números récord en ventas. Entre los empresarios más relevantes no se ven nubarrones serios salvo las presiones que provendrían del mundo social. A pesar de ciertas bajas en las tasas de capitalización de los valores en bolsa de varias compañías importantes, los planes de inversión (y expansión]), continúan alegremente. El año 2011 fue también récord en esta materia y se espera que el 2012 lo supere (con ruido de reforma tributaria y todo). Los indicadores recientes de PIB, desempleo, consumo de bienes durables, ventas de autos y viviendas, inflación, son favorables y superan expectativas del mercado. A estas alturas los únicos interesados en hablar de crisis son el gobierno y algunos capitalistas que no están en la primera línea y que no comprenden que tales discursos suponen balazos en los pies.


Las estructuras se están alterando

En este cuadro económico inestable dentro de una nueva «normalidad» que se está abriendo paso, hay un conjunto de fenómenos de más larga duración que la coyuntura anual. Las diferencias entre ricos y pobres se acrecientan, las pensiones están bajando producto de un dato principal evidente, la tasa de sobrevida después del tiempo laboral comúnmente aceptado está al alza en todo el planeta. Esta realidad, unida al aumento del precio de los alimentos y de las energías y las medidas de control del gasto social en Europa y USA, crea el ruido de fondo para la expresión de descontento a escala global, todavía multiforme y multicausal. Se está incubando un cambio mayor en que se concentra el poder de toda naturaleza pero también quedan al desnudo las fracturas de las sociedades humanas. Significan nuevos y mayores quiebres entre norte y sur, pero también cada vez más segregaciones al interior de las naciones y estados constituidos. Las brechas se incrementan, dando origen a nuevas heridas. La visibilidad mayor de estos fenómenos en nuestra época se debe a la integración creciente de la(s) civilización(es) presentes y a este fenómeno de aparente superior participación que son las redes sociales Cuando la alfabetización mejoró ostensiblemente en las últimas décadas surgió la división entre los integrados al inédito mundo digital y aquellos que no lo lograrán en sus tiempos de vida. En forma complementaria, los daños a los ecosistemas están acompañados de una sobrepoblación galopante que presiona las fronteras de los países mas desarrollados, los mismos que están enfrentando los mayores problemas de reestructuración económica y social. En esos mismos países centrales se respiran ausencias de oportunidades que dan origen a nuevas emigraciones, esta vez en sentido contrario, hacia los países emergentes.


Tendencias estructurales emergentes

A las alteraciones económicas y sociales se vinculan cambios políticos sustantivos que buscan ensanchar los espacios de participación de los ciudadanos. Probablemente lo más notorio sea la «primavera árabe» y la que más expresa que esta búsqueda de mayor intervención de los pueblos no está necesariamente asociada con lo que llamamos en forma tan pomposa «democracia». En el cercano oriente se están gestando sistemas políticos más bien fundamentalistas. Esto, mientras en los países más golpeados por las crisis de los estados de bienestar, se producen vaivenes a derecha e izquierda sin que operen bien las racionalidades usuales de análisis político. ¿Qué implica lo que anotamos? Que estamos entrando en un periodo de ajuste de un nuevo «Contrato Social» en que el delicado equilibrio entre dominadores y dominados deberá encontrar soluciones sistémicas inéditas. Por de pronto tenemos a la vista un resquebrajamiento de determinadas forma de representación, como los partidos políticos y otras instituciones clásicas de la «democracia occidental». Estamos obligados a agregar que la respuesta a este problema no está siendo el movimientismo populista o revolucionario. Estos más bien se están camuflando al interior de oleadas de acción popular más amplias, reconociendo sus propios caracteres minoritarios, en particular cuando tienen origen en las ideologías subsistentes del siglo XX o se afincan en fundamentalismos étnicos o religiosos. En el caso de los nuevos grupos antisistémicos, no alcanzan masa crítica ni espesor discursivo suficiente para transformar sus formas orgánicas en modelos con capacidad de continuidad operacional. No es casual que «Greenpeace» pueda exhibir eficiencia y eficacia. Sus formas de acción suponen una fuerte ingeniería estratégica que deriva de las prácticas de organización de las empresas y las entidades de los estados que también son del siglo XX. Lo inédito en el despliegue organizativo del tercer sector (u ONG), aún está por venir.

Entre las «herramientas» de intervención ciudadana que se destacan en estos primeros años del siglo XXI se encuentran -qué duda cabe-, la simbiosis entre Internet y las tecnologías computacionales. Permiten la participación autónoma en los actos de compartir ideas y planes. Posibilitan la convocatoria y la autoconvocatoria (como protagonistas invitantes y como invitados con horizontalidad de derechos y deberes). Estos desempeños individuales en las redes sociales en tiempo real todavía tienen un aire de inocencia e ignorancia del control de que son objetos por parte de estados y corporaciones. En este sentido la ley SOPA y la reciente detención del creador de Megaupload están contribuyendo a que se conozcan los límites a la privacidad (e impunidad) con que suponía actuaban millones de usuarios de las redes. El ciberfetichismo, esa sensación de que la tecnología que comentamos era inocua y neutral, debe abrir paso a una mejor comprensión de sus potencialidades pero también de sus graves límites. Se hace necesaria una segunda era en el uso de estos medios en que se requerirá usar inteligencia aplicada para transformarse en instrumentos serios de subversión del orden.

Otro elemento, inédito para las sociedades altamente racionales de occidente y las que aceptaron sus formas de control social, ha sido reconocer factores emocionales como detonantes de procesos sociales de descontento y rebelión. Así se ha indicado respecto de los países árabes pero no deberíamos tener dificultades analíticas para trascender esas fronteras y, guardando las proporciones, aplicarlas a otras realidades incluyendo la chilena. Se trata de sentimientos colectivos de frustración, vergüenza y humillación. Los puebles y aún segmentos de los mismos están expresando cada vez más emociones sociales contenidas frente a los distintos tipos de inequidades. Estos detonantes potenciales se encienden cuando afectan masas críticas suficientes, en medios ambientes alterados. Estas alteraciones provienen del descrédito de las instituciones y de las rupturas simbólicas de los pactos sociales. En estos contextos se extiende en el sentido común de las poblaciones que la institucionalidad vigente y las propias leyes alojan y posibilitan un orden injusto y poco transparente.

El uso y presencia de las redes y las plataformas multimediales no están acentuando el desarrollo de audiencias generales y únicas para gobiernos, corporaciones e instituciones. Al contrario, junto a la cierta existencia de públicos a escala planetaria que devienen de la globalización y en ésta, de la homogenización de prácticas sociales, se están destructurando los mercados y los auditorios. Los nichos se fragmentan y las empresas e instituciones se dirigen cada vez más a sus stakeholders (grupos de interés), otorgándoles preferencias en la construcción de sus sistemas comunicacionales, respecto de sus productos y servicios. No le hablan a la gente, pretenden establecer un diálogo. Esto en medio de un rotundo quiebre de las reputaciones corporativas en que se acusa a los actores de faltas de transparencia y honestidad. En Chile, las últimas encuestas afianzan esas percepciones respecto del estado y sus agencias, de los bienes y productos públicos, de las empresas (colusión de pollos, farmacias, créditos y otros mediante), partidos políticos, de la Iglesia Católica, los medios más masivos de comunicación, la justicia y los Sindicatos, entre otros.

Movimientos sociales y conflictos políticos

Las tendencias más globales revisadas, que no agotan el contexto de fondo que influye sobre nuestro país, describen factores que estarán presentes durante 2012 en Chile y que serán insumos y a su vez resultados del comportamiento de los actores sociales y políticos.

Despedimos el 2011 con sensaciones contradictorias. Primero está el tremendo éxito de los universitarios y sus aliados para cambiar el sentido del rumbo en la discusión sobre lo que es políticamente correcto en la producción de bienes públicos y las funciones y organización del estado. En lenguaje clásico se altera la ideología dominante que impuso por décadas un modelo determinado de desarrollo. Esta reflexión se equilibra con la imposición en el parlamento de un Presupuesto que sigue siendo tributario del status quo. El responsable del Movimiento 20-20 de Educación lo indica con claridad meridiana al decir que se «corrió el cerco del modelo» pero que el parlamento pareado binominalmente impidió cualquier cambio serio y que tampoco ha permitido que se aprueben leyes innovadoras que requieran quórums calificados.

En los análisis de lo ocurrido en el país durante 2011, ha primado en las élites la visión de que estaríamos ante la llamada «trampa de los ingresos medios». Con esta explicación se establece que la problemática de la educación es en esencia una cuestión de expectativas. Serían «dolores del crecimiento», de un país que cruzó el umbral de los US$16.000 per cápita (aunque con una de las más desiguales distribuciones de la OCDE y del planeta). A la misma visión adhieren sectores de la Concertación que explican la política de ésta, durante sus cuatro gobiernos, como acciones de mejoramiento sucesivo y dentro de los márgenes de lo que era posible, considerando el contexto político y económico. Si se comparte la existencia de este «irremediable» escollo que se encontraría camino a la condición de país desarrollado, sólo se requerirían ajustes. En esta particular comprensión de las cosas se pone el acento en la búsqueda de calidad de la educación, en sus controles (superintendencia) y en el financiamiento (los intereses), pero jamás en una eventual crisis del modelo. Afirman, los defensores del camino recorrido, que el enorme crecimiento de los estudiantes de Educación Superior de 300.000 a un millón en 17 años sería un ensanchamiento de las oportunidades. Explican que la sensación ambiente de crisis durante 2011 se debió a que las «anormalidades» adicionales que se hicieron visibles con escándalo -la colusión y el crédito con usura- estaban situadas cerca del nudo principal del modelo. Y por ello hay que atacarlas con firmeza (Longueira ha declarado, en medio de sus excesos verbales con que «defiende a los consumidores», que no hay nadie más partidario del modelo que él), entonces la lucha de estos justicieros es contra «excepcionalidades», contra «manzanas podridas» al interior del modelo y no en contra del modelo. ¿Cuántos en la Concertación podrían decir lo mismo?

En forma complementaria, los empresarios (CPC) evalúan con alarma el descontento social y reiteran que el camino a la distribución del ingreso y a la movilidad social sería el crecimiento, el empleo y la educación.

En la vereda del frente, hay núcleos mayoritarios que suma más del 60% de la población en todas las encuestas, que considera justas las luchas de los estudiantes, que está en contra del lucro, pero luego se torna informe, sin forma ni programa común, a la hora de las definiciones programáticas. En este gran conglomerado que aún no constituye un Frente Común, en el sentido clásico, parecen ubicarse todas las oposiciones con múltiples y desordenadas propuestas –o la ausencia de ellas- que no lograron cristalizar en la discusión del presupuesto 2012 y es muy posible que tampoco lo hagan en la votación de los próximos proyectos de leyes. El que rebaja los intereses de los créditos sin alterar sus formas actuales, y el de desmunicipalización que en realidad encubre otras modalidades de privatización. Nos referimos por cierto a las oposiciones que cuentan con representación parlamentaria. A esta fecha las organizaciones estudiantiles se han limitado al envío de cartas solicitando el rechazo a las leyes, auto inhibiéndose de avanzar a la exigencia de, por ejemplo, una plataforma de exigencias mínimas de las fuerzas sociales a los partidos políticos y, aún más, a cada parlamentario en particular para incluir a algunos de derecha que se han opuesto al lucro.

Las líneas argumentales en contra de las «oportunidades» del modelo en educación (y en otras áreas privatizadas como salud y previsión), se han instalado ciertas con firmeza en las conciencias colectivas. Si miramos de nuevo el millón de estudiantes universitarios, veremos que un 40% de ellos desertó y permanecen endeudados junto a sus familias y otro 30% tendrá títulos precarios y, más bien, espurios. Más de dos tercios se dieron cuenta de la falsa promesa de ascenso e integración social. Las «desigualdades» del modelo educacional se suman a muchas otras en todos los planos de la vida individual y colectiva. Este aumento de las desigualdades lleva al aumento de la desconfianza y a la distancia social entre individuos. Es paradójico pero natural entonces que haya que reconstruir espacios culturales donde se creen nuevos lazos de solidaridad y reconocimiento colectivo que den cuenta del carácter mayoritario del descontento.

Las afirmaciones previas no son novedad pero es obvio que constituyen también antecedentes que determinan el contexto social y político para 2012. Las oposiciones partidarias tienen hasta julio de este año para establecer sus plantillas electorales para estas elecciones municipales. Es el plazo fatal en la constitución de alianzas que puedan superar la coyuntura. El gran misterio que se resolverá unos meses más tarde será el comportamiento de los nuevos electores, los cuatro millones que se adicionan a nuestro hasta ahora envejecido padrón.

El gran tema para 2012 es si es posible superponer dos líneas de acción, la social y la político-partidaria. La primera está tironeada por las disyuntivas entre Programa Mínimo (lo alcanzable a corto plazo por una suma mayoritaria de fuerzas) y Programa Máximo (el país que se quiere, con las dificultades para ponerse de acuerdo según las cargas valóricas e ideológicas que se portan).

La segunda referida a las demandas sociales consiste en resolver como coinciden (y si es posible que coincidan) en el espacio-tiempo las distintas «desigualdades» (si seguimos a las últimas encuestas, estas «desigualdades» se expresan como problemas principales; inseguridad, educación, salud, endeudamiento, empleo).

Nos parece que siendo esperable que se desarrollen fuertes movimientos sociales en el año, éstos no alcanzaran los niveles de masividad simultánea que en 2011, es probable que ganen en densidad (contenidos más formalizados e institucionalización de sus planteamientos) y en extensión (más segmentos sociales actuantes), pero no tendrán ni ritmo, ni contundencia suficiente para amagar el modelo, poniendo en riesgo la capacidad del estado para ejercer control social y encauzar en las instituciones el descontento ciudadano.

El Gobierno, la derecha y sus opciones

A dos años de gobierno se está produciendo un quiebre, prácticamente irremediable, entre las expectativas que generó la elección de Piñera y la evaluación de lo efectivamente realizado. El relato inicial sobre la «nueva forma de gobernar», que marcaba el acento en la «calidad de la gestión» y «los técnicos», se derrumbó a poco andar. Los errores y autogoles fueron excesivos y no lograron ser absorbidos por esa aceptación tradicional de los chilenos de una primera etapa «de instalación» del gobierno.

Frente a sus sucesivas crisis políticas, por cierto de intensidad menor, el gobierno ha reaccionado no sólo con ajustes de gabinete sino que con continuas modificaciones de su agenda y de los relatos consiguientes. Estas alteraciones de rumbo no son bien apreciadas por la ciudadanía, pero tampoco por su fuerza propia que disminuye ostensiblemente. Se pasa del programa de gobierno gestado en los Grupos Tantauco más la nueva forma de gobernar a las Siete Modernizaciones (con el sostén de la Nueva Derecha de Hinzpeter y otros), a fines de 2010. Ahora estamos viviendo la «lucha contra la desigualdad y los abusos», coqueteando y retrocediendo con las reformas políticas y tributarias. En nuestro país, con independencia de su inclinación política temporal, se valora la continuidad de las políticas y se castiga las políticas reactivas. No se tolera la pirotecnia y la incontinencia verbal, tan propias de quien ejerce ahora la Presidencia de la República.

La catástrofe del 27 de Febrero de 2010 era la oportunidad, mucho menos pasajera por supuesto que el episodio del rescate de los mineros, para probar las habilidades de gestión del nuevo gobierno. Sin embargo se las arreglaron para arruinar eventuales prestigios con una reconstrucción o sin velocidad alguna o, al menos, a dos velocidades. Esto es eligiendo áreas para las cámaras de televisión mientras se completarán dos inviernos para la mayor parte de los sin casa viviendo en las mediaguas del Hogar de Cristo y similares. Similar fracaso se persigue en uno de los principales temas de la campaña. La lucha contra la delincuencia y la «puerta giratoria» no ha pasado de disputas con otros poderes del estado, tratando de endosar responsabilidades. Lo de la puerta es un chiste que como expresión cayó en desprestigio. Lo mismo ha ocurrido en casos emblemáticos como las «bombas terroristas», «atentados mapuches» y otros.

Frente a estas debilidades en el ejercicio de poder y un discurso que zigzaguea cabe preguntarse si le quedan al gobierno cursos de acciones eficaces y eficientes (objetivos alcanzados y en tiempo político útil). La respuesta completa depende de lo que hagan las oposiciones. Si bien se le reconoce a Piñera su tremenda resiliencia en su vida empresarial y política previa, no parece estar cómodo en la conciliación de los intereses de sus soportes. Combinar las aspiraciones de la UDI y de RN dividida entre los reaccionarios de una tímida Nueva Derecha, parecen exceder sus habilidades y, más que eso para ser justos, no son los ingredientes adecuados para un cóctel posible. Los años 2012 y 2013 son años electorales por esto parece correcto establecer que el gobierno terminó y que no tiene márgenes de maniobras con anchura suficiente para instalar grandes reformas, que podría desear Piñera y su entorno más cercano, pero que no son posibles sin dañar la propia alianza y debilitar cualquier opción de reelección.

Se adicionan a los ingredientes internos y a los efectos de la volatilidad económica global, importantes grados de conflictividad con nuestros vecinos. El caso de Perú ante La Haya tendrá avances en 2012 y un primer fallo a mediados de 2013. El Presidente Morales se ha tentado con llevar la demanda marítima boliviana a este mismo tribunal, lo que ocurrirá en los meses que vienen. En Argentina se nos está exigiendo pruebas de adhesión a los planteamientos sobre las Islas Malvinas, al mismo tiempo que se están estableciendo controles a las importaciones y rebajas de precios a las cadenas de retailers (¡qué lindo es ver a Falabella disminuir sus utilidades!). Todos estos problemas extras si son manejados podrían ser un leve respiro para gobierno al demandar unidad nacional, pero con lo que sabemos de su actuar nada está garantizado.

Esta visión estratégica de suma cero supone para los movimientos sociales y sus plataformas lo mismo, salvo que se levante un Frente de Acciones Comunes (así se dijo en otra época), en que se superponen las plantillas de las demandas sociales y las políticas. Un poco difícil, ¿no es cierto?.

La recomposición de la Concertación y los nuevos referentes

El año 2011 fue un tiempo de muchos ruidos y pocos resultados a firme, con la excepción de tendencias más durables que deberán concretarse en los meses que vienen. Los comunistas calcularon que la Concertación sigue siendo la principal fuerza política de oposición, con independencia de las encuestas y los twitteros (que si producen ruidos aunque sean pocos). Esto supone que en torno de la gastada y aún no renovada ex fuerza de gobierno, se unirán los también ex Juntos Podemos, para afrontar juntos las municipales y preparar las presidenciales, con candidato común si es Bachelet. Así se termina con el carnaval de nuevos referentes que estuvieron en la prensa. Este panorama, por el que puede apostarse, aplazará para 2013 los desafíos de un Programa Común, que entonces no estará a la orden del día en 2012. Este dato no es menor a la hora de discutir como actuarán las oposiciones parlamentarias en la votación de las distintas iniciativas legales. También incidirá cuándo sea necesario homologar conductas ante propuestas y/o exigencias de los distintos movimientos sociales. Como ejemplos de lo que podrá ser 2012 en estas materias recordemos las alineaciones parlamentarias en las votaciones de Presupuesto, Reajuste del Sector Público y otras del último semestre, que pareció registrar un comportamiento más homogéneo que en los periodos previos. Si en el último tiempo hubo desorden, y antes fue mayor, no será posible que sin Programa Común, Plantilla Parlamentaria (la madre de todas las votaciones disciplinadas) y Candidato(a) Presidencial, haya UNA oposición que aproveche la leve ventaja de votos existente. En este cuadro, y salvo un milagro que tendría que surgir desde la calle y penetrar profundamente las estructuras partidarias, el año 2012 podrá ser olvidado como periodo legislativo. Si estamos de acuerdo con este análisis, la alianza Concertación-Juntos Podemos(que cultural y políticamente es un poco más amplio que el PC), podría usar el año para perfilar proyectos de cambio, sin correr el riesgo de que se transformen en leyes (lo que no se hizo en veinte años). Cínico o no, la gente necesita saber cómo podría ser ese «otro Chile es posible», más allá de sueños e ideologías, algunas ya derrotadas en la historia del Siglo XX.

Los sindicatos en el año 2012

En Mayo de 2011 escribimos una crítica al estado de los sindicatos («El movimiento sindical en el primer año del gobierno de Piñera» en www.cetra.cl). Hoy sostenemos los contenidos de ese texto, aunque notamos reacciones positivas de núcleos de dirigentes a las políticas del gobierno. Estos comportamientos positivos pretenden renovar la acción sindical y sus organizaciones. Comparten que las exigencias democráticas, presentes en los movimientos sociales, deben llegar a las instancias superiores del sindicalismo. El dominio de la dupla Martínez-Salinas (con el respaldo de los grupos que gobiernan el PS y el PC), se mantiene en la CUT, pero difícilmente atravesarán agosto tal cual (para los mal pensados, es la fecha prevista para las próximas elecciones en la CUT), aunque lo que veamos será un nuevo pacto de gobernabilidad fruto del acuerdo Concertación-Juntos Podemos. Los disidentes y los que se ubican fuera de ese entendimiento político, deben tomar nota ahora de esa realidad.

Nuestra opinión es que la prueba de fuego para la CUT y las grandes organizaciones sindicales, públicas y privadas, será la evaluación de los Acuerdos CPC-CUT y los proyectos de leyes consiguientes, en particular los relativos a sindicalización y negociación colectiva. Además de buscar impedir los proyectos que van en sentido contrario a la protección de los intereses de los trabajadores como la ley Antitomas o «Ley Maldita», o los acuerdos de la Corte Suprema y Dictámenes de la Dirección del Trabajo. Quién actúe o no en estos terrenos estará definiendo cómo cumple con sus deberes.

Adelantamos un juicio. Si los raciocinios que hemos expresado se acercan a la realidad esperable, ¿Es útil para las posiciones populares y progresistas un pomposo diálogo con los empresarios, en los términos que se conoce? ¿Por qué conformarse con un «panel de expertos» que defina los grupos de trabajadores que pueden negociar juntos si podemos exigir que se modifique el concepto de empresa y los sindicatos no tengan que sufrir los efectos de privados que resuelven sin consecuencia alguna, como ha ocurrido con la figuras de los árbitros que actúan en las empresas donde no hay derecho a huelga?

Este es el tipo de situaciones que permiten expresar que hay fuerzas políticas de oposición desordenadas, movimientos sociales sin nortes estratégicos compartidos y organizaciones sindicales que ejecutan su propia política y luego reinterpretan la realidad según sus propios criterios («el paro convocado por la CUT los días 24 y 25 de agosto representaron el más alto tiempo de movilización social»).

En fin, el año 2012 no será el año decisivo para el mundo social, es un tiempo de transición en que cada actor debe ordenar sus fuerzas, configurar y afinar sus plataformas, unirse a sur cercanos para configurar alianzas de más alta calidad y desplegarse en terreno recordando que existe respaldo ciudadano para las demandas que están internalizadas como justas, pero que no hay apoyo para las asonadas.

Sería altamente deseable levantar el gran Frente de Acciones Comunes, que hemos mencionado (a la altura de las elecciones municipales), pero el horno no parece estar listo para el calce entre los descontentos inorgánicos e independientes y las fuerzas políticas opositoras…¿Las vacaciones podrían hacer el milagro?.

Por Carlos Cano B.
Director Ejecutivo
CETRA

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