El callejón político que atrapa a Piñera

En la recién publicada novela “Crimen en el Salón Rojo”, que sitúa en un futuro cercano un asesinato político en una de las dependencias del palacio de La Moneda, Federico Willoughby habla de los decenios en que una mujer socialista y un empresario neoliberal dominaron la política chilena.

Ya se cumplió poco más de una década, la podría alargarse bastante más en caso de que Sebastián Piñera triunfe en las presidenciales de fines de este año. Michelle Bachelet gobernó de 2006 a 2010, después de que el inversionista multimillonario asumió las riendas del poder entre 2010 y 2014; nuevamente Bachelet gobernó de 2014 a 2018, y ahora “Tatán” podría volver a La Moneda para los años 2018 hasta 2022. En otras palabras, Chile podría ser gobernado durante 16 años, entre 2006 a 2022, por sólo dos personas.

Esta aparente estabilidad política del duopolio contrasta fuertemente con lo que ha sucedido a nivel ciudadano en el país en los últimos años. Desde la protestas en contra de HidroAysén, pasando por la rebelión universitaria de 2011, hasta las multitudinarias manifestaciones en contra del sistema privado de pensiones, el Chile actual parece ir en dirección contraria a lo que señalan sus élites políticas. Aun así, Piñera parece aventajar las preferencias presidenciales. ¿O no?

Ciertamente, la fuerte irrupción del Frente Amplio, que incluso logró conquistar este domingo la directiva del tradicional Colegio Médico, es una señal de cómo el duopolio, que se ha repartido cómoda y previsiblemente el poder desde 1990, se está resquebrajando a pasos acelerados.

Sin embargo, todas las encuestas –muchas de ellas con una metodología más que cuestionable– aseguran hace meses que el candidato derechista de Chile Vamos es el más probable próximo Presidente del país. Curiosamente, fue el director de la encuestadora Adimark, Roberto Méndez, un hombre identificado con la derecha, quien hizo sonar las alarmas en ese sector al afirmar que Piñera había tocado techo. De hecho, pese a que los partidos UDI y RN lo aclamaron, sin primarias, por unanimidad, el ex mandatario está estancado en los sondeos hace más de un año; e incluso ha bajado en los últimos meses.

La marcha triunfal de Piñera para volver a La Moneda se topa así con una realidad: los que favorecen su retorno corresponden a ese 25% tradicional que suele votar de manera disciplinada por la derecha en este país. Pero está muy lejos del 50% o más que a fines de 2013 de los ciudadanos que se imaginaban a Michelle Bachelet de vuelta en el palacio presidencial.

En palabras simples, el candidato de Chile Vamos no tiene por dónde crecer. Además, el país tampoco vive el ambiente de 2009, cuando las teorías de “desalojo” de Andrés Allamand causaban furor, mientras una parte del tradicional electorado de la Concertación favorecía un cambio de giro, hastiados por lo que percibían como la versión local del PRI mexicano.

Además, el país en ese ya lejano 2009 cuando Piñera allanó su camino al poder, aún no se había enterado de los escándalos Penta, Soquimich, Corpesca, el fraude en el Ejército, Carabineros y el fútbol chileno. Y tampoco de los negocios pesqueros de Piñera cuando ejercía como Presidente de la República después. El antiguo mandamás de la UDI, Pablo Longueira, habla de un “ambiente líquido” en la política local; o sea, que todo es impredecible. El ex ministro y congresista, formalizado por la justicia, ha sabido reciclarse en los últimos meses como analista político, gracias a la tribuna que le ofrece el diario El Mercurio.

Como sea, la supuesta inevitabilidad de un triunfo piñerista en noviembre próximo, una tesis que incluso corroe actualmente a la Nueva Mayoría, parece más bien ser una pantalla de humo. Hoy por hoy, la derecha está tan cerca de conquistar la presidencia como Beatriz Sánchez del Frente Amplio, o Alejandro Guillier de la Nueva Mayoría. La diferencia es que, con cierta probabilidad, los derrotados de la izquierda o centro-izquierda en la primera vuelta endorsarán sus votos a sus primos. Piñera, en cambio, no tiene por donde crecer.

Es más, el piñerismo incluso está preocupado por las primarias de Chile Vamos el próximo 2 de julio. Pocos dudan del triunfo del ex mandatario, pero hay triunfos que son derrotas. Por ejemplo, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de Argentina en 2003, el ex Presidente Carlos Menem salió primero con 24% de los votos. Sin embargo, renunció a la segunda vuelta sabiendo que Néstor Kirchner, quien había sacado 22 por ciento, iba a ganar.

Si el senador Manuel José Ossandón obtiene en las primarias un porcentaje contundente como para amargar el triunfalismo de Piñera, el gran derrotado –pese a ganar- será el ex Presidente.

Los partidarios del ex gobernante están conscientes de ello, y por eso han desplegado una campaña comunicacional para convocar el mayor número posible de votantes en las primarias. Esto con el fin de contrarrestar las fieles redes clientelísticas de Ossandón en Santiago sur. Hasta su esposa, Cecilia Morel, ha salido hablando en los medios acerca del peligro de dar por ganadas las primarias. El diario La Tercera dedicó la portada de su Cuerpo de Reportajes del domingo a una larga y bastante complaciente entrevista a la ex Primera Dama para hablar de ese tema.

Por todo ello es probable que, contrario a lo que muchos creen hoy, el próximo gobierno chileno no esté encabezado por la derecha; o al menos no por el actual favorito de ese sector.

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