Revelador estudio del trabajador cultural en Chile: Se especializan como médicos y ganan como temporeros

Un desolador panorama arrojó el estudio “El escenario del Trabajador Cultural en Chile”, elaborado por el proyecto Trama y el Observatorio de Políticas Culturales (OPC).

Al criterio común que especula que el artista es pobre, que su entusiasmo le llena el espíritu y no la despensa y que el valor de su trabajo es continuamente despreciado en comparación con otras actividades del mercado, ahora se suma –y con cifras– que el mayor número de cesantes en el país se da en el rubro artístico, que los únicos mecenas del arte son los propios artistas, que la “industria” creativa es una linda palabra en la que nadie cree y que su condición de precariedad es tal, que más de un 27 % de los artistas encuestados no tiene ni siquiera la esperanza de recibir un sueldo a fin de mes.

Los reveladores resultados del estudio exhiben una gran cantidad de información inédita extraída del Catastro de Trabajadores de la Cultura, una encuesta online que se realizó durante el primer semestre de este año y que alcanzó a registrar la realidad de unos 4 mil artistas, técnicos e intermediarios ligados al arte y la cultura de regiones como Antofagasta, Maule, Valparaíso y la Región Metropolitana, y que permiten establecer un diagnóstico a nivel país.

Estas cuatro regiones donde se aplicó el estudio son los territorios en los que comenzará a operar el “Proyecto Trama: Red de trabajadores de la cultura”, iniciativa financiada por la Unión Europea que, en el plazo de 3 años, pretende capacitar, articular, asesorar y profesionalizar a los trabajadores de la cultura con la finalidad de incubar emprendimientos creativos, fomentar los derechos laborales y formular propuestas de política pública.

Si bien la radiografía obtenida del estudio constituye un elemento clave para orientar los esfuerzos de Trama, sus resultados permiten concluir que, en el estado actual de las cosas, la precariedad de los trabajadores del arte no es una cuestión de pura responsabilidad de las instituciones culturales, sino que se trata de un problema de carácter sistémico, que para su superación se requiere de la voluntad de gran parte de las instituciones del Estado, en el que las políticas públicas se conciban de manera integral.

POBLACIÓN VULNERABLE

Dentro de los principales datos que se obtienen del estudio, los resultados más desalentadores vienen del ítem sobre “Condiciones Laborales”. Así, por ejemplo, se revela que la tasa de cesantía de los trabajadores de la cultura es mayor que la taza de desempleados a nivel nacional, siendo de un 6,1 % en esta última y de 7,2 % en el caso de los artistas.

Aunque con trabajo, la situación de los artistas independientes, que constituyen el 56,6 % de los trabajadores de la cultura, no es más alentadora, como se desprende de varios de los testimonios recogidos en el estudio.

“Claramente la principal falencia es la falta de derechos laborales, el tener que trabajar con boleta, tener puros deberes, y no tener ningún derecho, finalmente te convierte en población vulnerable. O sea, se acabó el proyecto, te quedaste sin pega, te quedaste sin plata y tienes que esperar tres meses más a que venga otra, entremedio vives así no más”, señaló un técnico de la cultura durante los focus groups en la Región Metropolitana.

En cuanto a los trabajadores con contrato, ahí se aprecia otra enorme brecha entre la situación de los empleados a nivel país y los trabajadores culturales. Mientras a nivel nacional un 58,1 % trabaja con contrato, con sus correspondientes derechos laborales, el porcentaje de artistas que puede contar con esa condición mínima llega apenas a un 27 %, menos de la mitad de realidad nacional.

Esos datos tienen relación directa con una situación aún más precaria en cuanto a su participación en el sistema de pensiones. Un 37 % de los trabajadores culturales no está afiliado a ningún tipo de previsión para la vejez.

Julieta Brodsky, coordinadora de investigación del OPC y coautora de “El escenario del Trabajador Cultural en Chile”, opina que “el Estado tiene responsabilidad, más que como mecenas en el sentido de otorgar tanto financiamiento, también estableciendo condiciones mínimas para que los trabajadores de la cultura desarrollen su labor, ya sea a través de una mayor regulación del trabajo independiente, ofrecer algún tipo de alternativas para salud y previsión para las personas que no tiene contrato de trabajo regular, además de preocuparse por resguardar mayores espacios para que ellos puedan trabajar, dándole una mayor presencia al artista nacional dentro la oferta cultural”.

SUELDO DE TEMPOREROS

Otro elemento igualmente relevante y que sirve de panorama general acerca del buen nivel de los artistas chilenos, tiene que ver con su alto grado de especialización, que en ningún caso se condice con la experiencia de otras profesiones.

Para explicar lo anterior, Bárbara Negrón, directora del OPC y autora también del estudio, recurre a la analogía entre un profesional de la salud y un profesional de la música.

“Un músico, por ejemplo, tiene similar formación académica, en años de estudio, a la de un médico, pero tiene condiciones económicas similares a las de un temporero. Esa es la relación”, señala sin dejar de cuestionarse el punto. “Se supone que en el mundo laboral mientras tienes una mano de obra más calificada, con más formación, son mejores las condiciones laborales y mejores son los ingresos, pero en este caso no es la relación que prima. No se condicen los años de perfeccionamiento con las remuneraciones”.

Esa disparidad entre trabajadores de una u otra área de la producción se ve aún más tensionada cuando son, a veces, los propios artistas quienes no se preocupan por valorizar mejor su trabajo, llegando incluso a que casi un 30% de los trabajadores culturales encuestados confiesan no tener esperanzas en recibir retribución económica alguna el último mes.

“Se debe considerar que, en tales casos, el empleador cuenta con la ventaja de que sabe que ese trabajador va a terminar la pega aunque no le paguen. Priman las ganas a los ingresos y reflota esa antigua frase de ‘por amor al arte’ y por más que se haya demostrado que la cultura aporta a la economía y que es parte del sector productivo, todavía subsiste la idea de que de alguna manera esto se trata de un hobby, todavía subsiste esta escasa valoración”, expresa.

¿Y cómo se aprecia ese aprovechamiento? Fácil –acusa Negrón– “cuando (a los artistas) les piden ‘tócate una cancioncita’, ‘hazte un dibujito’, como si eso no tuviera un valor”.

AUMENTO DE LA PRODUCCIÓN CULTURAL

Otra de las dicotomías notables que detectó el estudio tiene relación con las llamadas Industrias Creativas. Mientras la institucionalidad cultural se esfuerza en plantear la actividad de creación de productos culturales por área con el concepto de industria, los artistas demuestran una resistencia casi visceral a aceptar tal denominación. Y en esto los números son bastante elocuentes. El 78,5 % ni siquiera son empresas, sino microempresas y, mucho menos, industria. Pero pese a ello la producción cultural no disminuye, por el contrario, mantiene un crecimiento sostenido.

El año 2012 se publicaron 1.184 títulos de literatura chilena; 901 discos nacionales se produjeron el 2013, correspondiendo un 31,3% a autoediciones; y en un 121,4 % aumentó el número de películas chilenas estrenadas desde el 2009 al 2013.

“En Chile el trabajador cultural es el principal mecenas del arte y la cultura, la fuerza detrás de la vitalidad de nuestra producción artística”, afirma Negrón.

Tal vez por ello la directora del Observatorio de Políticas Culturales opina que la situación del artista en Chile es dramática pero también auspiciosa.

“Vemos que la creación artística es dinámica, es creciente. Aumenta el número de películas, la cantidad de obras de teatro crece y esto es sustentado por el esfuerzo de los trabajadores de la cultura en su gran mayoría, entonces si vemos que el capital humano es tan importante, imagínense cómo se multiplicaría si se mejoraran las condiciones estructurales”, concluye.

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