Por Tito Flores/Académico universitario
El desfile por tribunales de los dueños y directivos de Penta, viene a ser un hecho de extrema importancia en la historia económico-política reciente del país, no sólo por su repercusión mediática, sino sobre todo por las connotaciones simbólicas que éste reviste. Se trata por tanto de un hecho sólo comparable con lo sucedido en los noventa, cuando se enjuició a Manuel Contreras y a los demás violadores de Derechos Humanos.
Y es que la dictadura de Pinochet y su obra, se sustentaron sobre dos pilares esenciales: La represión y violación sistemática de los derechos sociales, civiles y políticos; y el establecimiento de un modelo económico que debilitó la acción pública y la reemplazó por la apertura a la lógica del mercado y a su sacra ley de la oferta y la demanda.
Mientras en el primer pilar, el sustento ideológico fue la Doctrina de SeguridadNacional hecha sangre y fuego por entidades represivas como la DINA y la CNI; en el segundo pilar, fue el Neoliberalismo, implementado por los ex alumnos de la Escuela de Economía de Chicago y sus seguidores, la doctrina eje que justificó teóricamente las medidas de ajuste estructural con sus secuelas de empobrecimiento generalizado, desigualdad y competencia exacerbada.
Por eso el juicio contra los Ejecutivos de Penta -que como afirma uno de ellos, se consideran a sí mismos “criados en la cuna de los Chicago Boys”- debe entenderse como un verdadero embate en contra del modelo implantado por la dictadura, que transformó la maximización de beneficios individuales y la codicia, en un valor que se impuso hegemónicamente en el paisaje social, cultural y ético chileno.
La racionalidad economicista neoliberal por tanto, invadió toda la vida de las personas y sus decisiones. Afectó su empleo, su educación, su vivienda, su salud, sus pensiones. Y mientras los perjudicados por la implementación de aquel modelo se vieron por millones, sólo un pequeño grupo -precisamente aquel que estuvo encargado de expoliar al Estado a través de privatizaciones opacas- se veía beneficiado a manos llenas, al pasar a controlar aquellas mismas firmas privadas, que nacieron como resultado de aquel proceso.
El holding Penta viene a ser un caso emblemático en este sentido. Nacido de la “oscura” privatización del Instituto de Seguros del Estado, con el paso de los años fue transformándose en una organización compleja que hoy por hoy interviene activamente en el sector bancario, asegurador, universitario y de la construcción, entre muchas otras inversiones. Pero según hemos ido conociendo desde que se destapó el caso, Penta parece haber logrado mucho de aquello, operando sin escrúpulos ni miramientos morales, deviniendo en una especie de empresa “atrapa todo” que en pro del lucro, fue estableciendo mecanismos de evasión tributaria, de corrupción y de alianzas espurias, especialmente con parlamentarios UDI, dada su cercanía ideológica con ellos/as.
La expectación ciudadana por este caso se mantendrá por varias semanas, porque hay mucho en juego en lo que se termine resolviendo. No sólo la situación judicial de los implicados, sino sobre todo, está en juego la sensación subjetiva de la población de que los poderosos también pueden ser castigados por la Justicia cuando incumplen normas. Que la impunidad de los “patricios chilenos” podrá tener cabida en caso de accidentes de tránsito, pero que es inaceptable cuando se defrauda la Fe pública y la Institucionalidad del País.
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