“El impactante resultado de la elección de consejeros encargados de redactar la propuesta constitucional me llevó a conectarme la noche del 7 de mayo de nuevo con El imperio del Opus Dei en Chile (Editorial Penguin Random House). Por primera vez en el país, un miembro numerario alcanzaba un lugar de tal responsabilidad política, al obtener el primer lugar en la votación entre las personas elegidas para redactar la Carta Magna”, relata la Premio Nacional de Periodismo 2009, María Olivia Mönckeberg, en el libro que acaba de lanzar.
Una actualización del bestseller de 2003 que, en una versión más acotada, presenta en once capítulos, más una obertura y un epílogo –dedicado íntegramente al numerario Luis Alejandro Silva Irarrázaval–, detalles desde los comienzos del movimiento religioso, la llegada a Chile, hasta su penetración en los sectores más influyentes de la sociedad nacional. “Una fórmula que le ha permitido imponer su punto de vista en políticas públicas y, en particular, las referidas a temas valóricos. Algo que, en la recta final de la nueva propuesta constitucional, cobra especial relevancia”, señala la periodista.
Y comenta que “en este Chile, después de todo lo que hemos pasado, después de una dictadura, después de reconquistar la democracia, después de un estallido social… Es insólito que estemos en esta instancia, con un texto como el que se aprobó en el Consejo Constitucional”.
-¿La propuesta refleja el mundo del Opus Dei?
-Así parece. Cuando las cosas se defienden con sentido de religión – estamos en medio del drama de la guerra entre Israel y Hamás– es muy preocupante. Lo que uno advierte es que estos principios fundamentalistas están primando en el texto. Ahí tenemos, por ejemplo, “quien está por nacer”, lo que es un riesgo total a la Ley de Aborto en tres causales, que es una ley de la República. El tema de la objeción de conciencia también es muy complicado. Enfrenta a las mujeres, pero también a los profesionales de la salud. Existe la intención de constitucionalizar incluso cosas que no estaban en la Constitución de Pinochet y Guzmán. Lo mismo ocurre con otros temas de salud, una locura lo de las isapres…
-¿Qué tan importante ha sido el rol del abogado Silva como jefe de la bancada republicana en el Consejo?
-Ha sido figura clave. Al comienzo se habló que iba a ser el presidente del Consejo, pero anduvo hablando de más y pusieron a esta niña Hevia que es una discípula de él. Alguien que no tiene un perfil más allá que haber sido jefa juvenil de campaña de Kast y ayudante en la Universidad de los Andes de Luis Alejandro Silva. Él maneja la bancada, pero también es vicepresidente del partido. Ha estado con Kast desde la creación de Acción Republicana, está muy metido y ha tenido de asesor al supernumerario Patricio Dussaillant, quien llevó a los consejeros electos en mayo a un retiro espiritual en Casablanca. Ahí ordenaron a su antojo a toda la bancada. Así como aparece de vocero hacia afuera, también lo hace hacia adentro. Me llama mucho la atención el silencio de las altas jerarquías de sacerdotes, vicarios del Opus Dei sobre este rol y sobre lo que ha estado pasando en el Consejo Constitucional.
-“Quien calla, otorga”, dicen. Supongo que Silva está en el Consejo con permiso del Opus Dei.
-Claro, no existe como en los partidos una suspensión temporal de la militancia. Igual me llama la atención el “dejar hacer del Opus Dei”, porque se están decidiendo cosas muy particulares, que comprometen el futuro del país. Escribir una Constitución no es algo menor y lo raro es que esta persona, que es abogado constitucionalista, pareciera no comprender cabalmente lo que es una Constitución, a diferencia de lo que es el cuerpo legal. En países civilizados, modernos, donde no confunden la religión con la política, la Constitución es un cuerpo más abierto y deja al Parlamento la posibilidad de ejercer las leyes.
Acá, desde las primeras declaraciones, el consejero Silva Irarrázaval ha dicho cosas como “ganamos las elecciones, tenemos el derecho de hacer”… y se ha replegado después. Quizá el director espiritual le dijo algunas cosas o fue Kast quien lo aquietó. Porque él tiene que hacerles caso a los republicanos y simultáneamente al Opus Dei. Quizá los latigazos intelectuales también existen. O es parte de una estrategia que no terminamos de advertir. Imponernos esta Constitución con todas estas cuestiones que no corresponden a una Carta Magna, no dará el marco para que se solucionen los problemas del país y, si después quieren ganar la Presidencia con Kast, van a tener serios problemas, porque no nos olvidemos todo lo que no se ha solucionado en tantos años desde la dictadura. Aquí no se trata de echarle agua bendita (al texto y otras cosas) y listo.
Opus Dei en Chile
La “Obra de Dios” nació en España hace casi 100 años (2 de octubre de 1928), bajo la “iluminación divina” de Josemaría Escrivá de Balaguer, “el fundador”, “nuestro padre”, como lo llaman sus seguidores.
“Poco a poco se fue conformando un movimiento dentro de la Iglesia católica, primero en España y luego por el mundo, con colegios (en Chile: Tabancura, Los Andes, Cordillera, Huinganal, entre otros) y universidades (los Andes) que multiplican su pensamiento e influencia, con numerarios y supernumerarios que en las diversas esferas de la vida social ‘santifican su trabajo’ y buscan hacer apostolado día a día para llevar –como dicen– a Cristo a la cúspide de todas las actividades humanas en todo el mundo”, señala el libro.
“Es un movimiento muy peculiar. Después de tanto tiempo de investigación, todavía me hago muchas preguntas. ¿Adónde realmente van? Porque estoy impresionada con el poder que tienen. En momentos en que la Iglesia católica en Chile y en todas partes ha pasado por tantas crisis, el Opus Dei en las últimas décadas ha seguido creciendo. No solo en números, también en espaldas… en vocaciones, en política”, reflexiona la autora.
Sus integrantes se dividen en numerarios y supernumerarios.
“Estos últimos tienen un compromiso mayor que la mera colaboración tradicional de los laicos católicos con un movimiento religioso y cumplen su plan de vida con un rigor extremo. Están casados o solteros, aunque por su vida familiar están menos disponibles para las actividades de la prelatura, pero colaboran con dinero y trabajo”, detalla.
Y agrega: “Los numerarios en cambio mantienen promesa (votos) de pobreza, obediencia y castidad. No tienen vacaciones ni pueden ir al cine o al teatro. El ascetismo los lleva a prácticas de autotortura que llaman ‘mortificaciones corporales’, con cilicios y látigos, en pleno siglo XXI”.
Las numerarias auxiliares, en tanto, optan por el celibato y están a cargo de lo que el Opus Dei llama “administración” de los centros: cocinan, lavan, hacen las compras “como una madre de familia”, o sea, llevan la casa como lo “deben hacer” las mujeres. Su presencia se hace carne al observar los resplandecientes pisos que bajo la consigna del ‘trabajo bien hecho” hacen brillar las “numerarias auxiliares en las casas de la Obra”, dice la periodista.
Para Mönckeberg, es uno de los movimientos más fuertes dentro de la Iglesia católica. “Creo que hay algunos ‘pendientes’ en este momento debido al Motu proprio ‘Ad charisma tuendum’ del Papa Francisco, un jesuita que pidió tutelar el carisma. Por ello, desde el 14 de julio de 2022 la prelatura del Opus Dei depende del Dicasterio del Clero, antes lo hacía directamente del Papa. Es una noticia en desarrollo. Tal vez por primera vez (un Papa) está justamente tratando de esclarecer y de levantar ciertos velos y pedir un poquito más de rendición de cuentas al Opus Dei”, agrega.
-¿Y esto se relaciona con las denuncias que se han hecho desde España?
-No sé si con esas o con otras, porque también hay denuncias acá, en América Latina, por ejemplo, sobre el trabajo de las numerarias auxiliares. Hay una cuestión bien complicada en términos de cuál es el trato que les dan y ellas son clave en las casas de la Obra (donde viven los numerarios), una institución también creada por Escrivá de Balaguer. En España las denuncias han venido de exnumerarios. Tal vez la sumatoria de situaciones ha llevado a que se realicen algunas investigaciones. En el caso chileno, públicamente se ha sabido de dos situaciones de abuso: la del excapellán de la Universidad de los Andes, de los colegios y columnista de El Mercurio, Patricio Astorquiza Fabry, expulsado del sacerdocio en pandemia por abuso sexual y de conciencia de cinco personas. Y Carlos Rodríguez Picado, director espiritual del abogado Luis Arévalo, quien lo denunció por abusos de conciencia y poder de connotación sexual. En este caso el Opus Dei tuvo que llegar a un acuerdo monetario.
Y agrega que “sigue siendo curioso que con el tiempo que llevan en Chile y lo conocidos, entre comillas, que son, exista un velo de misterio. No se sabe exactamente dónde están, quiénes son. Se ha mantenido ese principio de reserva que primó al comienzo de su creación. Sus integrantes no andan diciendo por ahí: ‘Yo soy Opus Dei’”.
-¿Por qué será importante guardar la reserva?
-Desde el comienzo, Escrivá de Balaguer les decía a sus discípulos que tenían que ser reservados, trabajar y no divulgar. Puede haber tenido que ver con el propio momento en que nacieron, no tenían ninguna legalidad dentro de la Iglesia y batallaron por eso. Al empezar era un grupo de personas que se juntaba y tenía cierto “mandato divino”, según su fundador. Luego, cuando van estructurándose, se pueden ver las primeras constituciones, que son los documentos fundacionales, ahí escriben sobre la reserva. Bajo el papado de Juan Pablo II obtienen el carácter de prelatura. Pero aún así, ellos dicen que no niegan, pero tampoco se dan a conocer. Por ejemplo, si quieres tener una lista de quiénes son los miembros numerarios y supernumerarios en Chile, no la van a entregar. Se estima que son unos 3 mil. Y solo se sabe quiénes pertenecen a la Obra cuando a la gente “le toca”, por razones familiares o de amistades cercanas, saber quiénes son o no son.
Entre los nombres que destaca el libro figuran: el obispo de San Bernardo (en cuyo hospital se despliega la UAndes); Juan Ignacio González Errázuriz, excapitán de Carabineros y sacerdote numerario; el actual vicario regional, Álvaro Palacios Diez; el exministro (primo de la autora) Nicolás Mönckeberg; el exsenador Carlos Larraín; académicos de la Universidad de los Andes, como Joaquín García-Huidobro, José Antonio Guzmán; el historiador Gonzalo Rojas; la diputada Ximena Ossandón, por nombrar algunos.
-¿Qué los mueve?
-Es que es muy difícil responder esa pregunta así como así. Porque tienes personas diferentes, capas distintas. O sea, a una supernumeraria o numeraria que no están en la estructura de poder, las mueve la religiosidad. Pero en la cima… ¿quién realmente tiene el poder? ¿Quién mueve los hilos de verdad? Una pregunta muy difícil de responder. Después de investigar, creo que mandan los sacerdotes. En primera instancia es poder religioso. Ellos son los que toman las decisiones. Pero ese poder religioso está fuertemente apoyado por el dinero, mucho dinero.
-El poder de los donantes.
-Sí. Por ejemplo, el gran mecenas de la Universidad de los Andes (la gran obra del Opus Dei en Chile) es Eduardo Fernández León, gran favorecido con la privatización de las empresas del Estado, dueño de una larga lista de empresas. Sin las donaciones de Fernández León la Clínica de los Andes no existiría. Estamos hablando de miles de millones de pesos por año. Otro grupo que da mucho es Izquierdo Menéndez. Y están los viñateros como Eduardo Guilisasti (Viña Concha y Toro), Alfonso Santa María… Y varios otros nombrados en el libro. Entonces, uno se hace la pregunta: ¿esta gente que, en un país como Chile, pone tanta plata, manda algo ahí? ¿Es pura buena onda? No creo que solo reduzcan impuestos, que de paso también lo hacen.
Y agrega: “Hace poco me llamaron de parte de Luis Enrique Yarur para decirme que no era supernumerario, pero se sabe que es un colaborador muy importante y su señora también”.
-Políticamente, ¿dónde ha estado el “corazón” del Opus Dei chileno?
-Principalmente en la UDI, pero llega a Renovación Nacional y algo a la Democracia Cristiana. La expresidenta UDI Jacqueline van Rysselberghe es supernumeraria. En RN destaca su actual presidente, Rodrigo Galilea, supernumerario como su padre. Víctor Galilea –fundador de Constructora Galilea–, que murió hace poco, fue uno de los que recibió en Chile a Adolfo Rodríguez, el primer cura español que llegó a fundar el Opus Dei.
El poder político de la Obra
“Mientras más he investigado se asoma con más nitidez la importancia fundamental de la religión, de las creencias y las prácticas en la conducta política de las personas. Al final de cuentas la relación entre religión y política –que muchas veces se olvida o se deja en segundo plano como si fuera algo de la vida privada–, parece cada vez más importante de considerar en la discusión pública por la relevancia que tiene en el tipo de sociedad que se construye”, escribe María Olivia Mönckeberg.
Sobre el abogado Luis Alejandro Silva, relata a modo de introducción:
“En lo personal supe solo días antes de la elección que el candidato apadrinado por José Antonio Kast era un numerario de 45 años, hijo de tradicionales familias chilenas, profesor de la Universidad de los Andes y San Sebastián. Su padre, de quien heredó el nombre, es Luis Alejandro Silva Valdés, fundador del estudio Varela, Silva y Bascuñán. Su madre, Soledad Irarrázaval Alfonso, estudió periodismo en la UC y trabajó en esa universidad. Su campaña estuvo cruzada por una acción de marketing donde se hizo y se hace llamar profesor, y se presentaba como Luis Silva, un nombre bastante transversal en Chile, obviando su segundo apellido Irarrázaval, sacándole así el toque más aristocrático”.
Agrega que no es el primer integrante de la Obra en estar abiertamente en política. “Por nombrar un par de supernumerarios: el democratacristiano Mario Fernández Baeza, que en el segundo gobierno de Bachelet asumió como ministro del Interior (antes lo fue de Lagos en Defensa y en Secretaría General de la Presidencia) y Joaquín Lavín, por supuesto, candidato presidencial por la derecha en 1999. Pero Silva, es un numerario que sacó la más alta votación nacional entre los constituyentes y se alzó como el jefe de la bancada republicana en el Consejo, es un fenómeno nuevo en la historia política chilena. Es notable que haya sacado más de 700 mil votos en la Región Metropolitana. Eso sí, fue en las comunas del barrio alto –Vitacura, Las Condes y Lo Barnechea– donde obtuvo mayor cantidad de votos”.
-¿Por qué señala que es un fenómeno nuevo en la política nacional?
-Nuevo en el sentido de extraño. Es raro el personaje porque desde el siglo antepasado –cuando se dieron las pugnas religiosas, cuando se buscaba tener un Estado laico y estaban por otro lado los conservadores defendiendo a ultranza el mundo de lo católico– que no se daba algo parecido. Y ahora, aunque parezca insistente decirlo, hay que tener en cuenta que estamos hablando de un numerario del Opus Dei: ese personaje que obedece, ese personaje que es casto, ese personaje que hace voto de pobreza y le entrega toda su plata a la Obra y que reza muchas veces al día y que cumple la autotortura con cilicios y latigazos. Sorprende que un personaje así haya obtenido una alta votación, que eso sea lo que quiere la gente es súper raro en el año 2023, en pleno siglo XXI, 50 años después del golpe militar. En ese sentido es un personaje nuevo, porque no viene de lo político, sino que mezcla la política con sus principios y prácticas religiosas y sus valores.
-¿Cómo explica la primera mayoría nacional?
-Los republicanos –que han afinado mucho la puntería– hicieron una campaña de marketing donde armaron un personaje en que aparecía este “profe Silva”, que es un abogado constitucionalista que hace clases, con una publicidad muy fuerte en redes sociales. También el electorado sabía poco de un Partido Republicano creado hace poco. Se explica también por una inquietud ambiente que supieron explotar, por ejemplo, el tema de la seguridad (la elección fue justo después de varios asesinatos y ataques a Carabineros, y la promulgación de la Ley Naín-Retamal). No parece lógico en el Chile actual una persona que es numerario del Opus Dei, que tiene, como lo ha demostrado, convicciones muy fuertes. Hugo Herrera dijo que lo que están metiendo en la Constitución “era una moral de alcoba”. Y así es, porque lo que proponen es algo que viene de convicciones entre moralistas y religiosas.
-¿Cómo funciona el voto de la obediencia para alguien que entra en política tan activamente?
-Es muy interesante eso. Él debe tener permiso y más que permiso. Porque si bien como prelatura han dicho que siguiendo el ejemplo de Escrivá de Balaguer deberían estar en la cima de las instituciones, y también dicen que cada uno puede hacer lo que quiera, que hasta podría militar en un partido… Y vuelvo sobre la importancia histórica, porque recuerdo que cuando entrevisté a José Miguel Ibáñez –que fue largos años director espiritual del Opus Dei–, me dijo: “Joaquín Lavín no es un proyecto del Opus Dei”. Curioso, porque lo decía casi descalificándolo. Ahora nadie ha dicho que Luis Alejandro Silva no sea un proyecto del Opus Dei. Pero habrá que ver cómo sigue “su carrera pública”, porque él es numerario, tiene promesa de obediencia, por lo tanto, debe rendir cuentas ante un director espiritual y otro director de la casa donde vive (en María Luisa Santander en Providencia). Ambos tienen que estar al tanto de cada paso de lo que hace y haga Luis Alejandro Silva.
-Silva ha manifestado abiertamente su vocación política: servir desde ese lugar. Al ser consejero quedó impedido de una elección popular.
-Sí, pero podría perfectamente estar en un eventual gobierno de José Antonio Kast… Puede estar en un cargo público designado.
-¿Cómo conviven el Opus Dei de Silva con el Schoenstatt de Kast?
-Bien y es más amplio que eso. En la actualidad los sectores más conservadores de la Iglesia católica se están juntando. Y se están uniendo con los evangélicos y hasta con luteranos conservadores. Ahí tienes que un José Antonio Kast crea el Frente Social Cristiano. Se está produciendo un fenómeno de convergencia hacia lo conservador donde todos esos movimientos religiosos se identifican. Estos son motivos suficientes para pensar que la religión y el poder político van de la mano hoy en Chile, que hasta hace poco presumía de un creciente laicismo. Kast y Silva son amigos y compañeros de ruta (…), se conocieron en la misma Universidad Católica donde nació el gremialismo con Jaime Guzmán Errázuriz hace más de medio siglo, a quien ambos admiran con vehemencia. Juntos trabajaron en la Fundación Jaime Guzmán con el objetivo de mantener su memoria, designios y políticas. Conviven muy bien.
Fuente: El Mostrador