Mi nombre es Lissette

Lissette Villa Poblete (11 años) es el tercer caso de muerte en un hogar bajo la supervisión del Sename en los últimos 24 meses. Su historia de abuso y desprotección no sólo le costó el cargo a la directora del organismo, sino que develó, otra vez, la cruda realidad de más de cien mil niños que están en manos del Estado.

Juana Poblete (45) discute con Cristián Díaz (23). Están en Tiltil, en la casa que habitan hace algunos años. La construcción es pequeña, está en un cerro y se mantiene apenas en un terreno amplio de tierra en Santa Lucía, una calle sin numeración. Es sábado 9 de abril. Cristián, ofuscado, decide salir de su casa. Juana es su madre. También lo es de Fernando (25), Solange (21), Juan (18), J.D. (13) y de Lissette Villa (11) y V.V. (10).

Hace frío, los perros merodean dentro de la casa mientras Juana toma decisiones. Tras la discusión, llama a su hija Solange, con cuatro meses de embarazo, y que vive frente a su casa, para contarle que prefiere no asistir a visitar a Lissette al Centro de Reparación Especializada de Administración Directa (Cread) Galvarino, donde vive desde fines de 2014. Entonces, llama al recinto ubicado en Estación Central para notificar su ausencia del día siguiente. Lissette, recuerda Juana, nunca se tomó mal la falta de visitas. Como otras veces, pidió conversar con su hija para explicarle la situación. En el Centro Galvarino le dijeron que no se preocupara y que le devolverían el llamado para hablar con la niña. La mujer colgó y esperó.

Lissette mide metro y medio. Es inquieta y de tez muy blanca. Tiene el pelo claro, usa chasquilla de flequillo y su dentadura superior es prominente. Desde pequeña -dicen en su familia- ha sido confrontacional, directa y deslenguada. Hace poco, la niña contó a familiares que tiene un pololo de su edad dentro del hogar y que la cantidad de amigos que se ha hecho allí es equivalente a los enemigos que había conseguido durante su estadía en el Centro Galvarino.

Es domingo y el llamado que Juana hizo la tarde del día anterior al hogar no fue devuelto. Lissette no pudo hablar con su madre; ésta -asegura- insistió para concretar la conversación. A mediodía, justo después de la primera de tres dosis de sedantes diarios que recibe la niña, le avisan que no tendrá visitas. Al enterarse, Lissette lloró gran parte del día y de esa noche.

La mañana del lunes 11, a primera hora, evidentemente afectada, Lissette se dirige a la oficina de dirección del Centro Galvarino. De ahí sale más tranquila, aunque, según contaron posteriormente funcionarios del centro a su madre, la niña tenía un dolor en el hombro que persistió durante la tarde y que fue advertido a funcionarios del hogar. Su llanto, pese a la administración de remedios que recibe a diario, seguía siendo intermitente.

En algunas ocasiones, según apoderados del recinto, las crisis de llanto o estrés de Lissette se salían de todo control y protocolo para los funcionarios. Por lo mismo, frente a otros niños, tenían que reducirla entre dos o más personas para envolverla en frazadas y, en el peor de los casos, amarrarla. El protocolo para controlar la crisis de Lissette ese lunes es desconocido.

Esa madrugada, cerca de la una, tocan la puerta de Juana -donde están también sus hijos Cristián y J.D.- dos carabineros  acompañados por dos funcionarios del Servicio Nacional de Menores (Sename). Sin rodeos, según relata Juana, le informan que su hija falleció a las 21 horas en el hogar Galvarino, que su muerte fue producto de un paro cardíaco y que intentaron reanimarla infructuosamente durante 45 minutos. También le dicen que no había más información que dar y que descanse, porque al otro día -martes 12- tenía que estar a las ocho de la mañana en el hogar para luego ser trasladada a reconocer el cuerpo de Lissette al Servicio Médico Legal.

Juana asegura que no durmió esa noche. Recordó que esa semana las cuidadoras del hogar María Ayuda de Maipú, donde se encuentra su hija menor, V.V, llevaron a ésta a visitar a su hermana. En María Ayuda, Lissette y V.V. compartieron durante meses, siendo separadas por la mala conducta de la primera, según relata la familia. La visita, que las reencontraba después de meses, fue un respiro para ambas. Esa misma semana, Lissette había estado nerviosa: le habían avisado que sería trasladada en pocos días a un centro de menores ubicado en Pudahuel, destinado a niños de 12 a 17 años. Cuando supo, la niña abrazó a su madre y le rogó regresar a casa. “Estoy haciendo todo lo posible”, le prometió Juana.

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Tras las frustradas maniobras de reanimación, todavía quedaban funcionarios del Samu y bomberos de la 17 Compañía en la calle Bascuñán Guerrero la noche del lunes 11. El hogar había sido desalojado y los niños residentes, trasladados. Luego llegaron al Cread Galvarino directivos del equipo de la Dirección Regional Metropolitana del Sename y parte del gabinete de la entonces directora del servicio, Marcela Labraña. Esa noche, la titular del Sename -quien se vio obligada a renunciar al cargo el viernes 22, a 11 días del deceso de Lissette- y la ministra de Justicia, Javiera Blanco, monitorearon lo sucedido por teléfono.

Lissette Catalina Villa Poblete se convertía en el tercer caso de un menor fallecido al cuidado de un centro residencial de protección del Estado en los últimos dos años. Según datos del Sename, antes de 2014 el registro de niños fallecidos al cuidado tanto de centros dependientes del servicio como en recintos administrados por privados no está sistematizado, ya que los fallecimientos se registran sólo como un “egreso administrativo” más.

Al igual que Lissette, cada año son más de cien mil los niños que ingresan al programa de cuidado estatal -algunos en tratamiento y otros en hogares- tras ser, en su mayoría, víctimas de maltrato, abuso sexual o porque sus padres cuentan con alguna inhabilidad para su cuidado. Ellos representan el 84,5% de los menores atendidos por el Sename, cifra mayor a la de adolescentes ingresados en centros penitenciarios (14,6%) o a los menores en programas de adopción (0,77%).

El Centro Galvarino -donde Lissette permaneció por casi dos años- corresponde a uno de los 10 hogares de administración directa del Estado del total de 282 establecimientos de protección de derechos de niños y adolescentes vulnerables.

Consultada por los motivos de la muerte de Lissette Villa, la mañana del martes 12, ante las cámaras de televisión, la entonces directora del Sename atribuyó el paro cardiorrespiratorio que terminó con la vida de la menor a un cuadro agudo de angustia. “El domingo ella estaba esperando una visita de un familiar cercano, y esa persona no llegó. Ella tenía un estrés postraumático producto de un abuso sexual intrafamiliar. Eso la hizo estar bajo una terapia y un tratamiento puntual a raíz de sus vivencias”, dijo Labraña. “No existe otra razón”, aseguró luego.

Ese mismo día se instruyó una investigación sumaria para determinar eventuales responsabilidades administrativas del Sename en la muerte de la pequeña. El requerimiento se sumó a otras 23 indagatorias internas en curso por irregularidades o eventuales negligencias al interior del Cread Galvarino. Según fuentes allegadas al tema, ninguno de estos recursos registra sanciones o resolución alguna hasta la fecha.

A las críticas al funcionamiento del hogar Galvarino se sumó pronto la Asociación de Funcionarios del Sename (Afuse) y médicos que desestimaron que la muerte de Lissette pudiera obedecer sólo a una inestabilidad emocional. Los cuestionamientos a la gestión del centro, en realidad, tenían larga data.

“Corroboramos que en este hogar es tanta la falta de espacio que muchas veces tienen que juntar niños con niñas para dormir en los mismos dormitorios, porque hay una alta demanda. Eso es inaceptable. También tienen un problema grave eléctrico, cualquier día podría haber un incendio”, dijo la presidenta de Afuse, Alicia del Basto. Su comentario reflotó las denuncias que meses antes realizaron funcionarios del establecimiento, los mismos que organizaron tres paralizaciones durante el año 2015 para denunciar problemas de infraestructura y malas condiciones laborales de quienes se desempeñan en el hogar, que hoy alberga a más de un centenar de niños de entre seis y 12 años.

La versión de Labraña sobre la muerte de Lissette despertó duras críticas. Además de violar las reglas de confidencialidad del caso, la entonces directora abrió sospechas por la falta de personal capacitado y la administración de barbitúricos -sedantes- a la menor.

El miércoles 15 el juez del Cuarto Juzgado de Familia de Santiago, Pedro Maldonado, presentó ante la Fiscalía Centro Norte una denuncia en contra de quienes resulten responsables por la muerte de la pequeña. También ambos padres de Lissette presentaron acciones judiciales por separado.

“Todas las versiones de los testigos que hemos investigado nos daban a entender que la niña estaba sobremedicada. Lissette no tuvo protección del Estado”, dijo el abogado de la madre de la menor, Sebastián Lafaurie.

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Javier Villa (58) y Juana Poblete se emparejaron poco tiempo después de la separación de esta última con su antigua pareja, con quien tuvo cinco hijos. Javier, por su parte, tenía a Natalia (28), hija de una antigua relación, quien quedó bajo el cuidado de su madre, mientras él se estableció con Juana en una casa cerca del centro de Tiltil.

El anuncio de la primera hija de la pareja, Lissette, llegó en agosto de 2003. Sus meses de embarazo -recuerda Juana- transcurrieron sin dificultades hasta el nacimiento de la niña, el 25 de abril de 2004. “Al Villa no le gustaba que la niña llorara, así que le gritaba fuerte para que se callara”, asegura la mujer.

Lissette nació con sobrepeso y displasia, por lo que estuvo durante meses con yeso en sus dos piernas. La casa tenía un segundo piso donde Juana prefería mantener a la menor, porque la cansaba subir y bajar escaleras con ella. Solange, su hermana, recuerda que “era tan gordita, que nadie quería tomarla en brazos”.

Un año más tarde, cuenta Solange, denunció que ella misma -entonces de nueve años- había sido víctima de abuso sexual por parte de su padrastro, el padre de Lissette. Al enterarse, su progenitor sacó a Solange de la casa, la llevó a vivir con él y pusieron una demanda contra Javier Villa. Juana, con Lissette recién nacida, decidió darle otra oportunidad a su pareja, de quien, al poco tiempo, se embarazó nuevamente.

La joven recuerda que en varias visitas a la casa defendió a Lissette de correazos y golpes que Villa le propinaba. “Ella se defendía, era chora, le decía garabatos al Villa”, recuerda Solange. Esa situación se extendió hasta los cinco años, cuando las funcionarias del jardín al que asistía Lissette se percataron de los moretones con que llegaba la niña. Así, en 2009, Lissette hizo su primer ingreso a Regacito, centro del Sename para niños de hasta seis años, donde permaneció por unos meses.

Luego, vino una serie de reingresos a hogares y vueltas a casa: en 2010 entró por petición de su madre al hogar San Francisco. En 2011, tras una solicitud de la madre al juzgado de menores, la niña volvió a Tiltil, donde continuaron los maltratos, reingresando en 2012, y por sólo tres meses, al Centro Galvarino. Esa vez, la vuelta a casa marcó un precedente: “Lissette entró a un colegio donde se portaba muy mal. Les tiraba piedras a las compañeras y se mandaba puros condoros”, recuerda Juana. En 2013, el colegio denunció al Sename sus conductas agresivas, siendo trasladada al hogar María Ayuda de Maipú. Ahí se constató que Lissette había sido abusada sexualmente por un familiar cercano, según consta en los registros del Sename.

La menor entonces fue trasladada al área de tratamiento psiquiátrico del Hospital San Borja. El diagnóstico fue un “trastorno conductual secundario originado por maltrato y abuso”, de acuerdo a su informe médico. A partir de allí y tras su llegada al Cread Galvarino en 2014 se trataba con psicólogos del Centro de Asistencia a Víctimas de Atentados Sexuales (Cavas).

El tratamiento médico de Lissette era desconocido para su familia. Solange afirma que antes de la medicación, su hermana era alegre y ágil. Los últimos meses la vieron decaída y con cortes en sus brazos, propinados con puntas de clavo que la pequeña habría encontrado en el recinto. “Andaba llena de saliva, sus brazos se caían, y corría dos segundos y se cansaba”, recuerda su madre. Por lo mismo, y para mejorar su estado físico, en el hogar estuvo a dieta, asunto que molestó a Lissette. “Cuando entrábamos, le llevábamos comida a escondidas, como pollo asado, pollo apanado o chocolates. Ella comía asustada, porque si no, la retaban”, recuerda Solange.

Apoderados del recinto coinciden con la historia: “Cada vez la niña se veía más gorda y más lenta. Cuando no la iban a ver, yo le daba dulces y conversaba con ella, pero se veía mal”. El peso pasó a ser un tema para Lissette. Pese a que, según su hermana, en el centro asistía a las clases de zumba y mantenía su dieta, la niña no lograba retomar la contextura con la que ingresó y los niños del hogar la molestaban con apodos por su aspecto físico.

Solange recuerda que en una de las últimas visitas que hizo a Lissette, la niña estaba contenta por la llegada de su sobrino. Su hermana le regaló un parlante para que escuchara y bailara reggaetón, su música favorita. En agradecimiento, Lissette le entregó un dibujo de un perro para que la cuidara en el camino. A su madre, hace algunas semanas, Lissette le pasó una carta donde decía que le faltaba un pedazo de su corazón. Cuando hablaron por teléfono, Juana le preguntó por qué escribió eso. Lissette contestó: “Tengo algo roto en mi corazón, mamá. Algo me falta. Yo creo que me faltas tú”.

A su casa, en Tiltil, el martes 12 llegó gente de todas las edades a despedir a Lissette. Incluso su padre, quien tuvo que irse del lugar tras una discusión con Juana. También asistió a la despedida su hermana menor, V.V., quien fue resguardada por las tías de María Ayuda. Según Juana, “llegaron todos al entierro en el cementerio de Tiltil”. Todos, menos los amigos que Lissette hizo en los cuatro hogares infantiles por los que pasó. Todos, menos los niños y funcionarios que la vieron caer y morir el lunes 11 en el antejardín del hogar Galvarino.

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La directora del Sename, Marcela Labraña -militante DC- presentó su renuncia al cargo el viernes 22. Antes que la presión se hiciera insostenible -tanto en el gobierno como en el Congreso existían críticas a su gestión-, Labraña inició discretas gestiones con parlamentarios para explicar el caso.

A la visita de miembros de la Comisión de DD.HH. del Senado al Cread Galvarino el jueves 14, se sumó una reunión privada de la entonces directora del Sename con los miembros de la Comisión de Familia de la Cámara: Marcela Sabat (RN) y Ramón Farías (PPD). Una cita similar sostuvo el martes 19 con Denise Pascal (PS).

La muerte de la menor originó investigaciones administrativas y judiciales que    están a la espera de los resultados del informe que entregará el Servicio Médico Legal, el que incluye un análisis toxicológico para conocer la causa de muerte de la pequeña de 11 años.

La salida de Labraña no detendrá la ofensiva fiscalizadora sobre el Sename que desató la muerte de Lissette.

“Si bien se respetó el protocolo médico que debiera existir en cada hogar, las circunstancias fueron anómalas”, señaló a Reportajes la diputada Sabat, quien esta semana presentó a la Contraloría General de la República un requerimiento de investigación sumaria al Sename junto a la diputada Claudia Nogueira (UDI).

En los próximos días, además, se presentará tanto en la Nueva Mayoría como en la oposición una solicitud de comisión investigadora en la Cámara de Diputados.

No es la primera arremetida en contra del funcionamiento del Sename. En abril de 2014 se investigaron en la Cámara las graves deficiencias de los centros de resguardo de los niños y adolescentes más vulnerables del país. Ya en ese entonces se detallaban graves problemas de gestión que existen en los hogares e incluso se alertó sobre denuncias de abusos sexuales al interior de los centros.

Un año antes, el Poder Judicial con apoyo de Unicef desarrollaron un informe -revelado por Ciper- que dio pie, incluso, a una acusación constitucional en contra del ministro de la Corte de Apelaciones Héctor Carreño por no iniciar indagatorias ante las negligencias denunciadas.

En ese documento, el Cread Galvarino -el último recinto que albergó a Lissette- se encontraba entre los centros definidos como “de alto riesgo” por su nivel de hacinamiento y un importante déficit de infraestructura.

“Desde ese informe no se ha producido ningún cambio sustantivo en las condiciones de vida de los niños del Sename a lo largo del país”, señaló el diputado DC René Saffirio, presidente de la comisión investigadora del año 2014. “Los niños siguen siendo abusados, los niños siguen siendo sedados. Además, los administradores privados de las subvenciones que otorga el Sename siguen lucrando con los recursos fiscales y la calidad de vida de los niños”, remató.

La muerte de Lissette podría incluso golpear en el seno del gobierno con una medida inédita hasta ahora: la solicitud transversal de interpelación a la ministra de Justicia, Javiera Blanco, de cuya cartera depende el Sename.

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Hoy es lunes 25. Si estuviera viva, Lissette Villa Poblete habría cumplido 12 años, edad suficiente para dejar para siempre el Cread Galvarino del Sename y ser trasladada a una nueva casa de acogida en Pudahuel, un hogar más de los tantos que habitó durante casi toda su corta infancia.

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