Por Jaime Ensignia/ Sociólogo y Director Programa Internacional Fundación Chile 21
Mario Vargas Llosa, en uno de sus libros más celebres ´Conversación en la Catedral’, nos relata la reflexión del joven periodista Zavalita y un periodista más veterano acerca de las razones del momento en que se “jodió” el Perú. Todo esto en el contexto de una dictadura militar que gobernó a este país vecino entre 1948 y 1956, en una sociedad en la que estaban prohibidos los partidos políticos y las actividades cívicas, entre otras barbaridades propias de las dictaduras del siglo XX. La pregunta que se plantean los periodistas peruanos, extremadamente sencilla, busca una clave para desentrañar un proceso histórico y político por demás complejo. Tal vez por resulte tan oportuna para intentar descifrar los sucesos en torno a una de las reformas emblemáticas del gobierno de Michelle Bachelet: ¿en qué momento se jodió la reforma laboral?
Quizás en la denominación misma de esta medida anunciada el 29 de diciembre de 2014 había ya un indicio importante: no se trataba de una “Reforma Laboral” sino del “Proyecto de Ley que Moderniza el Sistema de Relaciones Laborales”. Este proyecto no estaba a la altura de esa larga marcha recorrido por el movimiento sindical desde el retorno a la democracia para desarticular un Código Laboral impuesto por la dictadura que se mantuvo intacto durante los gobiernos de la Concertación. No olvidemos, que el mundo del trabajo en nuestro país, sus organizaciones gremiales y sindicales soportan ya 37 desgastantes años de vigencia de este Código, cuya matriz ha quedado intacta hasta este momento
Desde aquel anuncio presidencial hasta la fecha, el sindicalismo chileno ha tenido que acudir a numerosas instancias e instituciones del Estado para hacer valer su voz y ser atendido por las autoridades. También ha hecho presente su postura en los organismos internacionales como la OIT. Un repaso del derrotero de la Reforma Laboral habla de un proceso plagado de obstáculos: los primeros pasos se dieron en las audiencias de la Comisión de Trabajo y Previsión de la Cámara de Diputados, esperando la votación en esta Cámara; luego en la Comisión del Senado, en donde la votación terminó siendo relativamente adversa a las ya discretas aspiraciones sindicales. En la Comisión Mixta de Diputados y Senadores volvió a salir una propuesta de reforma atenuada que debió ser ratificada por ambas cámaras. Tras su ratificación, la derecha política recurrió al Tribunal Constitucional, el cual declaró inconstitucional la titularidad sindical y parte de lo referente a la extensión de beneficios de la negociación colectiva por afiliación.
En este escenario parece incomprensible que a casi un mes del fallo del TC, el gobierno no tenga una clara hoja de ruta para enfrentar las consecuencias de esas decisiones y se haya quedado tan solo en la indicación del veto. Declaraciones más, declaraciones menos, contradicciones entre las vocerías de los ministerios del Trabajo, de Interior, de Hacienda y de la Secretaría General de la Presidencia, no hacen más que constatar que el gobierno no tiene una posición acordada y asumida con determinación, y entrega una imagen de desorden y falta de lineamientos políticos claros en torno a esta emblemática reforma. Por su parte, los pocos parlamentarios que se jugaron por transformaciones sustantivas en la perspectiva de nuevas relaciones entre capital y trabajo –nos referimos a algunos diputados y diputadas de la Nueva Mayoría y, especialmente a las senadoras y senador de la Comisión de Trabajo- se fueron quedando solos en su batalla.
La reforma de las relaciones laborales, que para algunos se había convertido en la madre de todas las reformas, seguirá quedando al debe frente al mundo del trabajo y a las aspiraciones de las organizaciones sindicales. Paralelamente se constata que esta reforma tiene poderosos detractores: los gremios empresariales; los medios de comunicación más poderosos; la derecha política y, paradojalmente, sectores conservadores y restauradores de la Nueva Mayoría y la siempre activa ex Concertación. En el escenario descrito, la derecha política y empresarial no tiene proyecto, ni propuestas para modernizar las relaciones laborales en un Chile que jura moderno, sino que se aferra al Plan Laboral de José Piñera en sus estertores moribundos, recurriendo al TC para impugnar la reforma. Respuestas complejas para una pregunta tan simple: ¿en qué momento se jodió la reforma laboral?
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