José Piñera, el Mercedes y la libertad

José Piñera es un personaje peculiar. Además de simular un regreso imaginario tras una “cruzada mundial” –cruzada que, según cuentan sus familiares, consiste en dar charlas y asesorías esporádicas–, comparó el sistema que ideó en dictadura con un patrimonio de la humanidad; y no contento con aquello, intentó explicar su funcionamiento recurriendo a unaforzada analogía entre las AFP y un automóvil de lujo: “El sistema de pensiones es un Mercedes Benz, es un auto extraordinario, bien hecho, sofisticado, perfectible, pero sofisticado, extraordinario [y] los Mercedes Benz necesitan bencina para manejar, para funcionar”, señaló en TVN ante un perplejo entrevistador.

Con estas elitistas comparaciones, el ex ministro de Pinochet, además de demostrar que padece un narcisismo sacado de manual, ha retratado el pensamiento de derecha con envidiable precisión. En particular, la metáfora del Mercedes Benz nos recuerda la histórica concepción que tiene la derecha de la libertad y que bien ilustra Gerald A. Cohen en su ensayo Libertad y Dinero. Señala Cohen: Uno es libre de hacer cualquier cosa a la que nadie se va a interponer, dice la derecha. Si uno no puede darse el lujo de hacer algo, ello no quiere decir que carezca de libertad para hacerlo, sino simplemente que no tiene los medios y, en consecuencia, la posibilidad de hacerlo. El problema de los pobresno consiste en carecer de libertad sino en que no siempre pueden ejercitar la libertad que indudablemente poseen”. Es decir, para la derecha, las personas son libres independientemente de si sus recursos le permiten, o no, ejercer efectivamente esa libertad.

Lo que propone José Piñera con su ejemplo es precisamente eso: usted tiene un Mercedes Benz y es libre de conducirlo hasta donde desee; el hecho de que no tenga dinero suficiente para comprar combustible no quiere decir que no sea libre de llegar a su destino. O, dejando de lado la analogía automovilística: usted es libre de obtener la jubilación que desee; que su ahorro no se lo permita no coarta su libertad de alcanzarla.

Es bastante evidente que la argumentación anterior es indefendible -“¿Quién sino alguien que hubiese abrazado una teoría filosófica mal concebida negaría que el hecho de disponer de un automóvil y de saber conducir aumenta mi libertad para desplazarme en Londres, y que no tenerlo o no saber conducir la disminuye?”, se pregunta Cohen-, pero lo es aún más cuando presionamos un poco, pues se cae inevitablemente en un agujero negro propio de nuestro modelo económico. Veamos.

Si el problema, como asegura José Piñera, no es ni el sistema previsional ni el modelo económico que lo cobija, sino el ahorro de las personas, entonces tenemos dos alternativas para explicar e intentar solucionar sus malos resultados: las personas, teniendo el dinero para ahorrar, no lo hacen; y, las personas no ahorran porque sus salarios no se lo permiten.

Si la situación fuese la primera, la solución sería bastante sencilla: aumentar las cotizaciones o fomentar el ahorro voluntario. Pero la realidad es otra. Actualmente, el 60% de los trabajadores obtiene una renta mensual inferior a $380.000,  y el 73% de los hogares declara tener alguna deuda. Es decir, los salarios no alcanzan y se debe recurrir al endeudamiento, lo que indica, naturalmente, que no existe dinero para “ahorrar más”.

Lo anterior nos permite, razonablemente, asumir el segundo escenario. En este caso, la solución pasaría por, entre otras cosas, corregir el mercado laboral mediante, por ejemplo, la regularización de trabajadores sin contrato y, por supuesto, un aumento ostensiblemente de los ingresos, permitiendo así el ahorro necesario. Pero –y aquí aparece el agujero negro– todo esto tiene un efecto sobre el empleo, dicen los “técnicos”, pues mejorar las condiciones laborales de los trabajadores  desincentiva la contratación, es decir, aumentaría el desempleo -se ha propuesto, en el último tiempo, que las empresas debieran hacer el aporte adicional para aumentar las cotizaciones, pero nada nos asegura que emerja aquí también el argumento del desempleo-.

Por lo tanto, la solución descrita podría “salvar” al sistema previsional (aumentando la capacidad de ahorro), pero “atentaría” en contra del modelo económico (aumentando el desempleo). Esta encrucijada se complica aún más si consideramos que, en palabras de José Piñera, las AFP son la “viga maestra” del sistema económico.

Tenemos, entonces, que nuestro actual sistema previsional no garantiza libertad pues, al contrario de lo que argumenta la derecha, la falta de dinero la restringe gravemente. Además, al intentar solucionar esta restricción de libertad, es decir, la falta de dinero, mediante la superación de la precariedad laboral, los guardianes del modelo amenazan con desempleo y caos social. Obtenemos así un blindaje perfecto para el statu-quo.

En las circunstancias descritas, la analogía de José Piñera resulta siniestramente cierta. El sistema de AFP es efectivamente como un Mercedes Benz: sólo funciona para la elite y uno que otro afortunado. Mientras el resto, la gran mayoría de los trabajadores de Chile, no pretende “lujos”, sino apenas un viaje digno hacia la vejez.

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