Por Axel Callis/ Sociólogo, socio en Impakta Consultores y de Electoral.cl
Todo a la baja. Candidatos presidenciales, gobierno, bloques tradicionales, intención de votar, confianza en el sistema, lo que ya sabemos, más un mal recuerdo de las primarias de junio pasado y el fin del binominal. Este es el contexto en la cual se desarrollaran las próximas elecciones a alcalde y concejales de octubre.
Lo más feo de la actual coyuntura, es escuchar a algunos dirigentes apostando a la abstención como una forma de sacar réditos de corto plazo. El cálculo para ellos es simple: si vota poca gente, gana nítidamente la Nueva Mayoría y Chile Vamos, pues son los conglomerados con más alcaldes en ejercicio (cerca de 285), arraigo territorial y de militantes.
Pero el riesgo de hundir el sistema es grande, la carencia de legitimidad y sospecha sobre todo lo “político”, agudizado por una alta abstención, puede darle un golpe duro al ciclo electoral que comienza.
¿Cuáles serían los números que nos ponen en el desfonde del sistema? Si tomamos en cuenta que el padrón tiene poco más de 14 millones y que nunca han votado menos de 5,8 millones en una municipal, creo discrecionalmente que, si baja de 5 millones, es el desfonde. Equivale a 65% de abstención.
Es una cifra considerable, considerando que el 2014 en Francia hubo escándalo con una abstención del 38% y en Colombia se prendieron las alarmas con un 41%. El resto de los países con voto voluntario está en torno al 32 y 35% para elecciones locales.
¿Y la mayor cantidad de candidatos a concejales ayudará a aumentar la participación? Este año pasamos de casi 10 mil del año 2012 a más de 13 mil candidaturas inscritas, es decir, casi 3.500 candidatos más este 2016. Pero lamentablemente los estudios demuestran que no hay aumento de participación por mayor cantidad de aspirantes.
De hecho, la Concertación transitó el 2004 (municipal) de algo más de 2000 candidatos a concejales en una lista a más de 4 mil el 2008 (dos listas) y la votación no aumentó y tampoco la participación significativamente. Así, la única sorpresa este año podría venir desde fuera de los pactos mayoritarios, pues pasaremos en esta elección de 14 partidos a 29. Es decir, aumenta la cantidad y variedad de ofertas políticas. Un ejemplo es Arica, con 14 candidatos a alcalde inscritos y más de cien concejales para esa comuna. En otras palabras, nadie se puede quejar de que el menú es corto.
Pero en términos de proyección de participación, no se ve alentadora la situación. Los factores siguen siendo algunos conocidos, como todas las barreras que pone el sistema para que la gente no vaya a votar (en Chile tenemos voto voluntario-sacrificado y no voluntario efectivo, donde el sistema facilita en todos los ámbitos la acción de votar: elegir local, por correo, extensión de horarios y días, incentivos a jóvenes y adultos mayores, transporte garantizado, entre otras medidas).
Si a lo anterior le agregamos desprestigio a la política y una disposición a votar con seguridad de solo el 27% de acuerdo a la última CEP (el año 2012 era del 50% la misma pregunta y encuesta), estamos ad portas de una gran crisis, pues nadie está incentivando la participación, sino más bien al revés.
Por otra parte, es sintomático que la cantidad de postulantes a alcalde sea muy similar a la del 2012 (1245 para 345 comunas), es decir, un promedio de un 3,6 por comuna, no obstante algunas cifras gigantes, como describíamos de Arica con 14 o Copiapó con 10 y varias con 8 aspirantes. La razón principal para este nulo crecimiento es bastante obvia. No hay recursos para campañas.
Las redes económicas de los candidatos a alcalde (sacando los de las comunas ricas y urbanas) son bastante distintas a las que tienen algunos presidenciables o parlamentarios. Los cambios legales que trasparentan los aportes a las campañas, son una verdadera barrera de entrada a aquellos postulantes que no cuentan con equipos profesionales robustos.
Por ejemplo, el aporte vía trasferencia electrónica a un candidato exige ir al Registro Civil, obtener una clave y hacer un procedimiento de al menos una mañana para lograr el objetivo (la alternativa es ir y hacer la cola en un banco, depositando en efectivo). ¿Para qué? Para donar diez o veinte mil pesos.
De esta forma, es tan engorroso y sospechoso aportar a campañas políticas, que todo se ha alineado para perjudicar la renovación y la participación ciudadana, configurando un cuadro de estrechez y baja visibilidad electoral, que se traducirá en que muchos actuales alcaldes saldrán reelectos sin ningún problema.
El año 2012, solo 57 postulantes por fuera de los bloques mayoritarios lograron convertirse en alcaldes, y el 82% de los que votaron a concejal lo hicieron por la Concertación o la Coalición por el cambio de esa época. Pero hoy la CEP les entrega una aprobación de 8% a la Nueva Mayoría y un 10% a Chile Vamos y apunta a que solo un 5% está disponible para votar para cada uno de esos pactos (5% para cada uno).
En otras palabras, entre el 82% de lo que obtuvieron el 2012 en votos de concejales y el 10% que dice estar dispuesto a votar por estos bloques, hay un gran contraste, el cual se acorta sustancialmente si vota poca gente, no obstante el deterioro de las marcas y el desprestigio de la actividad.
Paralelamente, el fin del sistema binominal y el desprestigio político están debilitando la disciplina de los militantes y simpatizantes para que voten por quien se les ordena cupularmente. Estos “incentivos no pensados” (a ver más allá de lo actual en los que llevan años de conducta ordenada), puede generar más de alguna sorpresa. Las renuencias e “idas para la casa” son solo el comienzo del nuevo mapa electoral, que sin duda estará más cerca de los tres tercios que del pasado binominal.
Finalmente, una alta abstención tendrá como protagonistas a militantes y simpatizantes de los partidos actuales y aún poco de los nuevos. Con bloques debilitados y lealtades cada vez más frágiles. Al revés, si vota más gente (acercándose a 6 millones de válidos o más) será el comienzo de algo nuevo, que nadie puede prever hacia dónde irá, y justamente ahí radica el peligro para muchos de los que se acostumbraron al control y el orden.
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