“Muy bienvenida, nuevamente”. La Presidenta Michelle Bachelet sonreía y estrechaba la mano de Paula Narváez, quien recién había firmado para asumir como vocera de gobierno en reemplazo de Marcelo Díaz, mientras el resto del gabinete aplaudía. Se trata de una de sus más cercanas colaboradoras y quien fuera su jefa de gabinete al inicio de esta administración.
Su llegada fue uno de los elementos más evidentes de la señal que estaba entregando la Presidenta con el acotado ajuste ministerial que concretó ayer, tras semanas de expectación y de presión desde la Nueva Mayoría para que se realizara un cambio profundo. Pero nada de eso ocurrió. La Mandataria ignoró las pretensiones del conglomerado y, salvo la salida de Díaz -que responde a una probable aspiración parlamentaria- ratificó a su comité político, justamente al que apuntaban las críticas oficialistas.
En medio del quiebre entre La Moneda y la Nueva Mayoría, esta fue una muestra más y una señal de coherencia con la molestia que la propia Bachelet ha transmitido en privado con sus colaboradores: que no cederá ante los dirigentes que buscaban la salida de Mario Fernández (Interior), Nicolás Eyzaguirre (Segpres) y Rodrigo Valdés (Hacienda). Sólo aceptó otras dos renuncias: Ximena Rincón -quien podría postular al Senado- dejó la cartera de Trabajo y fue reemplazada por Alejandra Krauss, mientras que Natalia Riffo entregó el Ministerio del Deporte a Pablo Squella.
Bachelet decidió mantener su libreto y continuar en la recta final con este equipo, algo que dejó entrever con sus declaraciones. “En esta nueva etapa el gobierno debe asegurar que los cambios que hemos comenzado avancen y se consoliden. Será tarea central de este gabinete sacar adelante esta tarea y producir un impacto concreto y positivo en la vida de nuestros ciudadanos”, dijo, junto con entregarles un mensaje: “Vienen aquí a trabajar por lo que realmente importa y tiene sentido, que es la vida y anhelos de nuestros compatriotas. Ellos nos han mandatado. Ante ellos responderemos”.
Las claves del ajuste ministerial
Refugio en el bacheletismo
Bachelet consagró un diseño que utilizó durante el inicio de su gobierno: mantener en su entorno a un equipo de confianza. Tal como partió en 2014 con la presencia de estrechos colaboradores, como Rodrigo Peñailillo (Interior), Paula Narváez (jefa de gabinete) y Paula Walker (Secom), la Mandataria mantuvo a Nicolás Eyzaguirre en la Segpres y nombró a Narváez como vocera. Además, continuará con Ana Lya Uriarte como su jefa de gabinete. Ella, Narváez y el subsecretario del Interior, Mahmud Aleuy, cuentan con un perfil similar: militantes del PS que integran el sector de la Nueva Izquierda socialista, cercanos al ex senador Camilo Escalona.
El quiebre final con los partidos
Había sido una constante: las colectividades oficialistas habían pedido, en público y en privado, que se concretara un cambio profundo en el gabinete. La solicitud se incrementó desde octubre, cuando el quiebre entre la Nueva Mayoría y La Moneda comenzaba a tomar forma. Las críticas apuntaban a la gestión del comité político y de varias carteras sectoriales. Sin embargo, nada de eso ocurrió. Bachelet se concentró en un ajuste únicamente sobre aquellos que postularán al Congreso, consolidando la señal de divorcio entre su administración y el conglomerado que la apoyó en la campaña y que retornó al poder gracias a su popularidad. La Presidenta resintió en privado esa presión oficialista y optó, derechamente, por ignorarla.
El triunfo del comité político
Eran el objetivo de la Nueva Mayoría y los sindicados como los principales culpables de la crisis que vive el oficialismo. Los ministros del comité político fueron apuntados recurrentemente por las colectividades, que pidieron cambios en ese equipo para la recta final. Pero, salvo la salida de Marcelo Díaz de la Segegob -por una probable postulación al Congreso-, la Presidenta mantuvo en sus puestos a los titulares de Interior, Mario Fernández, y de la Segpres, Nicolás Eyzaguirre. A este último lo había defendido en privado hace días, en conversaciones en las que la Mandataria transmitió que no cedería a la pretensión del conglomerado. Y lo mismo sucedió en el caso del jefe de Hacienda, Rodrigo Valdés, cuya permanencia también va a contrapelo de quienes lo criticaron por la negociación del reajuste.
El PC se mantiene en La Moneda
Una de las mayores interrogantes sobre el esperado cambio de gabinete era la salida o permanencia de los dos secretarios de Estado comunistas: Claudia Pascual (Ministerio de la Mujer) y Marcos Barraza (Desarrollo Social). En medio de la fractura en la Nueva Mayoría, que se profundizó con la ofensiva de seis partidos contra el PC tras su rechazo en bloque al reajuste, una retirada de esos ministros pudo haber sido leída como una señal de distancia. Pero ambos -según dicen en la colectividad- habían transmitido a la dirigencia del partido que querían permanecer en el gabinete hasta que finalice el gobierno, pese a que fueron sondeados como cartas al Parlamento.
El devenir de la hoja de ruta
La búsqueda de un “nuevo trato” al interior del oficialismo, luego de numerosos episodios de enfrentamiento interno entre los partidos y el gobierno, fracasó. Con ello, se entrampó también la priorización de una agenda legislativa para la etapa final. Con este ajuste ministerial, la gran duda que queda en el sector es si esa recomposición de relaciones se podrá lograr y, además, si la agenda de proyectos será coincidente con los intereses que cada sector tiene en juego. En La Moneda dicen que la próxima semana se buscará concretar la conversación con la Nueva Mayoría para establecer ese postergado plan de trabajo y de coordinación interna.
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