La proclamación el sábado pasado del senador Alejandro Guillier como el primer candidato presidencial de la oficialista Nueva Mayoría tuvo el aura de un documental. Hacía tiempo que no se veía a unas dos mil personas aclamando a un político. Fue como volver a fines de los años 80 o inicios de los 90, o ver un reportaje sobre las elecciones en Estados Unidos.
Y no importa mucho si esas ciento de personas fueron acarreadas –como suele suceder en Estados Unidos- o asistieron de manera voluntaria. Lo cierto es que, impulsado por sus resultados ascendentes en las encuestas, el ex rostro televisivo del periodismo nacional y senador independiente por Antofagasta se ha convertido en el principal candidato del bloque oficialista.
Curiosamente, sus principales detractores son miembros de la propia alianza. Los voceros extraoficiales de la antigua Concertación y palos blanco de Ricardo Lagos, como Ernesto Ottone, Carlos Peña y Mariana Aylwin (todos ellos con tribuna libre en medios como El Mercurio), son sus más acérrimos críticos. Y ello es entendible. Después de todo, Guillier no pertenece a la “orgánica” histórica concertacionista, sino que es un jugador externo que se viene a imponer sobre los liderazgos tradicionales de ese conglomerado. Incluso Michelle Bachelet, que fue ministra en el gobierno de Lagos, era una figura más interna que Guillier.
La paradoja es que, actualmente, el senador parece ser el único capaz de salvar a la Nueva Mayoría de una debacle electoral, prometiendo cierta continuidad con las reformas iniciadas por Bachelet. “Guillier es el plebeyo que vino a desordenar el orden patricio”, afirma uno de sus colaboradores. Ello parece adquirir una cierta coherencia cuando se toma en cuenta una de sus frases en la proclamación en la cúpula del Parque O’Higgins: “Escuchar a la gente no es populismo, es democracia”.
Sin embargo, Guillier y sus aliados radicales se equivocan si creen que el laguismo y la vieja guardia de la Concertación ya está derrotada. Una cosa es liderar las encuestas, otra muy distinta es ganar las primarias internas de julio de este año. La alta adhesión del periodista no se va a traducir necesariamente en votos en las urnas, a las cuales acudirán los sectores partidistas más duros, pero muy pocos independientes como el propio Guillier. El temor a lo que hará el laguismo para frenar el ascenso de Guillier no se le escapa al entorno del senador. Como dice uno de sus asesores: “Ricardo Lagos habla como François Mitterrand, pero actúa como Jimmy Hoffa”.
Contar con el apoyo del Partido Radical –que desde 1946 no ha tenido un candidato presidencial competitivo- es sólo un asunto testimonial. La clave del éxito futuro de Guillier estará en el Partido Socialista y en la Democracia Cristiana. Los primeros están profundamente resentido con Ricardo Lagos por la manera en que este y su entorno obligaron a Isabel Allende a bajar su eventual postulación presidencial. Por ello, pese a los muñequeos de gente como Camilo Escalona, es poco probable que el próximo 21 de enero el PS proclame a Lagos como su candidato en la reunión del comité central que agrupa a los poco más de 100 dirigentes de ese partido.
La DC, en tanto, coquetea como casi siempre con la idea de una candidatura propia –ya sea en primarias o en primera vuelta- y cree tener en la senadora Carolina Goic y recién electa presidenta del partido una carta competitiva. Sin embargo, los viejos dinosaurios de ese partido saben que los tiempos no están para levantar una candidatura con posibilidades reales de conquistar La Moneda, por lo que sus pataletas y discursos de autonomía parecen más bien enfocadas a asegurarse buenos espacios de poder en un futuro gobierno de la coalición de centro izquierda.
Otra de las claves del futuro político de Guillier estará en lo que opine el Partido Comunista. Guillermo Teillier afirmó hace poco que a fines de este mes el PC tomará una decisión al respecto. Para pocos en el mundo político es un misterio que los comunistas se sienten más cómodos con el senador, más que nada por su aversión a Ricardo Lagos.
Una de las curiosidades del actual proceso presidencial es que todo indica que, nuevamente, los comicios estarán marcados por candidatos del duopolio que ha dominado la escena local por más de un cuarto de siglo. El Frente Amplio que han levantado Gabriel Boric y Giorgio Jackson junto a una serie de movimientos sociales aún carece de madurez para ser competitivo a nivel presidencial. Lo mismo sucede con otros movimientos que quieren alzar a Luis Mesina, el vocero del exitoso movimiento “No + AFP”, como carta presidencial. Más allá del manto de silencio que los medios y las encuestadoras tradicionales han impuesto sobre ellos, lo cierto es que existen pocos indicios para creer que puedan dar una sorpresa en noviembre.
Así las cosas, el oficialismo se enfrenta a la disyuntiva de apoyar a quien, pese a ser un recién aparecido, lidera las encuestas, u optar por los jugadores tradicionales como Lagos. El afán de conservar el poder y los miles de puestos de trabajo en el gobernó y el Estado inclinan de momento la balanza a favor del senador. Después de todo, la Concertación o la actual Nueva Mayoría no están tan lejos de la lógica de conservar el poder que históricamente han exhibido partidos como el PRI en México o los peronistas en Argentina.
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