Por Germán Silva/Director del Centro de Estudios y Análisis de la Comunicación Estratégica, Universidad Mayor
Carolina Goic, nieta de inmigrantes, asistente social, magíster en Economía, Seremi durante el Gobierno de Lagos, ex diputada, actual senadora, cercana a la Presidenta Michelle Bachelet, malabarista a la hora de dejar contentos a moros y cristianos dentro de un partido tensionado por conservadores y progresistas, aquella que fue capaz de reconocer públicamente que los partidos políticos debían pedirles perdón a los ciudadanos por haber traicionado su confianza. Esta mujer resiliente, ha sido electa como presidenta –esta vez con la legitimidad del voto– de la DC y, de paso, se instala de inmediato como carta de ese partido para las presidenciales del próximo 19 de noviembre.
Más allá del alto porcentaje con que triunfó, levemente inferior al 70% obtenido por Pizarro en 2015, y la importante participación de los militantes –rompiendo la tendencia a la baja observada en otros partidos; baste recordar que en la UDI solo sufragaron 6 mil personas–, Goic se presentó a esta elección interna con dos hechos inéditos.
El primero, fue que Víctor Torres intentó ser parte de su equipo hasta pocos días antes de la inscripción, pese a que luego acusaría de “hegemónica” y conservadora a la lista que quería integrar. Lo “progresista” de la propuesta del diputado, pareció reducirse a algunos rostros que lo acompañaban, como Huenchumilla y Provoste, además del evidente apoyo en las sombras de Pizarro. Por su parte, el ex senador Ricardo Hormazábal que, si bien levantó un discurso con sabor a centroizquierda y crítico hacia la base de apoyo de la senadora –recordando en algo su pasado “ chascón”–, señaló durante toda su campaña que el PDC debía levantar una opción propia para las presidenciales de este año. ¿Su candidata? Ni más ni menos que Carolina Goic. Algo curioso, por decir lo menos.
Creo que la ratificación de Goic representa una esperanza para este desdibujado partido integrante de la Nueva Mayoría. Alejados hace rato de un rol protagónico en el Gobierno, divididos en todas las reformas estructurales que ha llevado adelante Bachelet, incómodos con el modesto papel que juega uno de sus filas como ministro del Interior, confundidos entre el eslogan “progresismo con progreso”, que paradójicamente lideran los más conservadores, y aquellos que apoyan –o apoyaban– a Ricardo Lagos, como el caso de Jorge Burgos, la Democracia Cristiana necesitaba un rito motivador que les renovara, principalmente, la fe en sí mismos. Una terapia urgente, muy parecida a la que hizo la UDI con la elección de Van Rysselberghe.
Por tanto, seamos claros: Carolina Goic no le ganó a ninguna corriente interna. Su verdadero triunfo es haberle dado gobernabilidad en corto tiempo a un partido golpeado en la figura de su ex presidente, Jorge Pizarro. Esta elección tuvo más de “personajes históricos” en confrontación que de debate ideológico. También escasearon las propuestas en las que la DC debería fijar una postura, como el sistema de AFP o las de corte valórico. Incluso, Hormazábal puso como foco de sus críticas a Lagos (PS-PPD), por haber destruido el “poder electoral de la DC”. Ninguno fue claro a la hora de explicitar el tipo de alianzas que deberían privilegiar en unos pocos meses más. Pocos contenidos, la verdad; una elección para reforzar el espíritu perdido.
Si Gutenberg Martínez o Mariana Aylwin sacan cuentas alegres e interpretan que el PDC hizo un giro a la derecha, cometerán un grave error. Por ahora, Carolina Goic puso un bálsamo en unas aguas turbulentas en que ni las posiciones internas son claras. ¿Sería posible hoy distinguir corrientes nítidas, como en su época fueron guatones, chascones, colorines o príncipes? Definitivamente, no.
Seguramente el Partido Demócrata Cristiano aprovechará el impulso y acelerará definiciones. Ya no pueden seguir observando cómo se escapa Guillier o Lagos se precipita. No tienen opción, deben levantar a alguien, considerando que desde el 11 de marzo de 2000 que uno de los suyos no está en La Moneda. Y creo que por fin tienen a una candidata de consenso. La bajada de Walker seguramente fue un guiño para Goic. La opción de Huenchumilla es menos que un saludo a la bandera, pese a lo bien que le haría al país que entrara al debate. La decisión interna en la DC será ahora si lleva candidata presidencial con o sin primarias. Por suerte, para el partido de la falange, el piso obtenido por Orrego en 2013 es tan bajo -8.86% vs. 73.07% de Bachelet, que lanzar a su candidata propia no conlleva riesgo alguno.
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