“Campamento La Hilacha, donde está la mejor facha…”, dice una de las pancartas, colgada en una carpa. También otras rimas más íntimas. Con eso, los trabajadores de la minera Escondida quieren transmitir que, a 26 días de comenzada su huelga, no han perdido el humor.
Su enclave está ubicado a 3.000 metros de altura, en el corazón del desierto más árido del mundo. Allí, cerca de 2.500 trabajadores levantaron una pequeña ciudadela de carpas playeras, intentando demostrar la fortaleza de su sindicato que, entre otros beneficios, pide un aumento salarial de 7% y un bono de fin de conflicto de $ 25 millones.
Todo comenzó el pasado jueves 9 de febrero, a partir del turno de las 8 horas, cuando el Sindicato N° 1 informó que las conversaciones con la empresa no habían llegado a acuerdo. Hoy se cumplen 26 días desde aquel hito. Y entre las carpas también asoma cierta tensión.
“Tienen que gestionar esta visita a través de una solicitud formal, que es evaluada por el directorio (del sindicato) y, según lo que decidan, según cómo aborden el tema, se les hace un recorrido por el campamento”, explica la encargada de relaciones públicas del sindicato, Antonieta Contreras, en el control de ingreso, junto a la carretera.
“La gestión puede demorar una semana”, enfatiza.
El viaje desde Antofagasta al campamento, a través de la II Región, es duro. Son 170 kilómetros de ida y vuelta, en los cuales es muy difícil conversar con los trabajadores y/o con el presidente del Sindicato Nº 1, Patricio Tapia, quien pernocta allí prácticamente todos los días.
Durante la última semana, el movimiento también ha estado bajo la lupa pública. Como el día 23 de huelga, en una marcha convocada en la ciudad, a la que apoyaron otras organizaciones mineras y sociales, con cerca de mil manifestantes, bajo la atenta mirada de la comunidad antofagastina.
En el campamento, desde lo lejos, mientras la temperatura supera los 38°C y el fuerte viento hace vibrar las carpas -cada vez más protegidas con mallas raschel y ancladas con grandes piedras, para evitar voladuras-, el silencio sólo es interrumpido por algunas risotadas que el viento trae hasta el control de ingreso.
Este puesto fue habilitado para fiscalizar la entrada a la instalación de 7,6 hectáreas y ubicada a un kilómetro de la faena minera.
Desde allí se aprecian las carpas, cuyo número va variando, en parte por los cambios de turno que se realizan semanalmente en la movilización, a fin de revitalizar energías. También producto de la habilitación de un segundo campamento, menos inhóspito, levantado con más de 60 carpas, en la Playa El Lenguado de Antofagasta.
Este se ubica en el ingreso sur del Puerto de Coloso, también propiedad de BHP Billiton, la compañía minera de capitales australianos y británicos.
En redes sociales, este campamento costero ha suscitado algunas críticas. “Deberían estar donde las papas queman, en el cerro”, fue uno de los posteos en Facebook.
Otro simplemente decía: “¡Un escándalo!”.
Para los huelguistas playeros, quienes responden desde el anonimato por orden de la organización, “estas son cosas de la prensa”. Añaden que “ellos nos quieren dividir”, mientras en un comedor improvisado, bajo varios toldos, un grupo ve televisión.
Esa escena ocurría cerca del mediodía del sábado reciente. Casi a la misma hora, sus otros compañeros, instalados a los pies de la mina Escondida, caminaban en solitario en la inmensidad del paisaje desértico o se protegían del inclemente clima en sus carpas.
Allí, algunos baños químicos han sido “apoyados” por hoyos que los trabajadores han hecho en el descampado; y la mayor entretención es ver películas en un lugar habilitado para ello o jugar pichangas en las dos canchas artesanales.
La ley seca, aseguran, se cumple a rajatabla. La mayor comodidad es un gran contenedor de color amarillo que cobija una suerte de salón de reuniones. Allí también se ubica la zona de primeros auxilios.
Las cuatro comidas
De la dieta se sabe que los huelguistas cuentan con las cuatro comidas diarias garantizadas y que organizan una suerte de “olla común”, en la que se privilegian el arroz y los fideos, aunque muchos se han provisto de porciones de comida personal. El agua ha sido abastecida por la organización sindical que, según advierten, está preparada para soportar dos meses en esta situación extrema.
La peor hora para los trabajadores es la noche, donde la temperatura puede bajar hasta cero grado, por lo que sus 4×4 y camionetas se han vuelto la mejor alternativa para calefaccionarse y dormir. Al menos mucho mejor que en las carpas.
Banderas chilenas y otras blancas, con un pato negro similar al Pato Lucas (el personaje de Looney Tunes) como logo, se han vuelto los emblemas de lucha de los más de mil trabajadores que -según cifras de la propia organización sindical- permanecen por turnos en medio del desierto. Ellos son parte de los más de 2.500 operarios que integran el Sindicato Nº 1 de la minera.
Mientras los días pasan, lentamente comienzan a aparecer otros afectados con este conflicto laboral. Se trata de las más de 600 pymes (que albergan a 5.800 trabajadores subcontratados, según datos de BHP Billiton) que se desempeñan en torno al funcionamiento de la faena minera.
Carlos Allendes, vocero del movimiento sindical, ayer se excusó por no entregar su parecer sobre la semana que comienza. “Estoy enfermo”, argumentó.
Por ahora, el viento continúa fuerte en el desierto.
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