La semana pasada la directiva de las Juventudes Comunistas (JJCC) se reunió con el candidato presidencial Alejandro Guillier, instancia en la cual le presentaron una serie de propuestas para que el senador por Antofagasta las incluya en su futuro programa de gobierno, destacando la medida de rebajar la edad exigida para votar en elecciones de 18 a 16 años.
Si bien esta idea ya ha sido propuesta incluso en proyectos de ley en el Congreso, el planteamiento cobra nueva relevancia en tanto un candidato a La Moneda la pudiese incorporar como una de sus reformas centrales, razón por la cual un grupo de expertos electorales analizaron los eventuales efectos que una medida de esta naturaleza pudiera tener en el sistema político chileno.
Mauricio Morales, director del Centro de Análisis Político de la Universidad de Talca, señala de acuerdo a la experiencia latinoamericana, en el caso de Brasil en donde existe esta posibilidad, la participación juvenil “ha llamado la atención desde el punto de vista numérico” porque a pesar de la baja participación en general en todos los segmentos etarios, el caso de los más jóvenes demostró ser mayor.
No obstante, Morales es enfático en señalar que el problema más relevante que enfrenta el sistema político-electoral de Chile es la desafección en todos los segmentos etarios con los partidos y actores políticos, por lo tanto es necesario acometer una transformación integral de la escena política nacional.
“No basta con rebajar la edad para votar, tampoco basta con restituir el voto obligatorio porque lo que tenemos que pensar es que, hasta ahora, van a existir generaciones completas que no van a participar, que no van a conocer cómo es entrar a una cámara secreta y emitir un sufragio porque los niveles de desafección son muy elevando, y cuando hablo de esto no me estoy refiriendo solamente a la baja en la identificación con partidos, sino que también la baja en la identificación con los tercios que han definido la política chilena”.
La directora del centro de investigación MORI, Marta Lagos, considera que rebajar la edad de votación no haría “ninguna diferencia” en el grado de participación de las personas en las elecciones, ya que lo que tenemos actualmente, a su juicio, son generaciones completas que se han perdido en esta materia por lo que es poco probable que las nuevas generaciones se incorporen al proceso.
Por lo mismo, la directora de MORI considera que una medida como esta es “absolutamente inconducente a ningún resultado”, y antes de eso para hacer que la gente vote primero tiene que poner a los delincuentes en la cárcel, después a los políticos que roban en la cárcel, tercero tienen que poner leyes que paren la corrupción de las empresas: “Ahí estaríamos empezando a conversar”.
“El problema de la participación no tiene que ver con condiciones sociodemográficas de la población, y creer que la edad puede afectar es no comprender que la participación depende de factores no tangibles de la inclusión de la persona a la sociedad, estamos en una sociedad desagregada, en una sociedad atomizada, individualizada, donde la gente se siente sola, abandonada, espectadora y no hay ninguna diferencia entre un joven de 18 y un joven de 16 en esas características”.
El sociólogo y experto electoral Axel Callis sostiene que darle derecho a voto a los mayores de 16 años debe ir acompañado de “una experiencia democrática y por una batería de incentivos”, esta medida puede convertirse en otra “pérdida de tiempo”, e hizo énfasis en lo determinante que resultan los entornos en el cual se desenvuelven los jóvenes, es decir si la familia que no le asigna importancia al sufragio, difícilmente podrá generar en sus hijos el entusiasmo por emitir un voto.
Callis señala que, si bien la medida de rebajar la edad de voto es en sí misma una idea positiva, es el sistema político electoral el que debe transformarse de manera integral para incrementar de manera definitiva la participación de la ciudadanía: “La gran deuda que tiene el Estado de Chile con sus electores es que hace todo lo posible para que no voten”, asegura.
“La lógica con la que hasta el día de hoy está operando el Estado es la del voto obligatorio, es decir suponer que las personas tienen motivación para ir a votar porque hay una ley que lo exige, esa es la impronta cultural con la que el Estado ve a los electores y es al contrario, es la lógica ‘voy a hacer todo lo posible por seducir a los ciudadanos para que vaya a votar’, esto significa que al joven le bajas de 18 a 16 años la edad para que voten pero no hay plata para la micro, no puede elegir el local, los locales están rodeados de militares, abiertos durante 8 o 9 horas, no tiene sentido. Lo que hay que hacer es facilitarle la labor no solamente a los jóvenes sino a los chilenos para que voten”.
Los expertos consultados coinciden en que así como implementar el voto electrónico y anticipado, otorgar derecho a sufragio a jóvenes desde los 16 años es sólo un mecanismo más, pero que por sí mismo no alterará el nivel de participación electoral preocupante que hay en Chile si antes no se modifican las lógicas electorales que se viven en Chile, es decir “profundizar la democracia” para generar real afección ciudadana por el sistema político.
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