Por James Mery Bell/ Abogado
Me parece que no somos felices; se nota un malestar que no es de cierta clases de personas, ni de ciertas regiones del país, sino de todo el país y de la generalidad de los que lo habitan”, Enrique Mac Iver.
Leía con entusiasmo el discurso pronunciado por don Enrique Mac Iver, fechado al 1 de agosto de 1900, llamado “La Crisis Moral de La República”. En dicho discurso, el orador hacia un análisis descarnado sobre la crisis moral que era habida en los inicios del siglo pasado en el país.
Lo más lamentable de todo, es que dicho análisis sigue latente hoy en Chile. Sé que el lector al leer crisis moral, espera un texto apegado a la moral judeocristiana de los últimos milenios; para su tranquilidad hablaré de la otra moralidad: de la confianza en las instituciones y en cada uno de los corazones de los habitantes de mi país, del cual estoy claramente incluido.
Hagamos una breve lista sobre como nuestras instituciones y personeros han mermado la confianza.
Carabineros con su Paco Gate; el Ejército de Chile con el escándalo sobre el uso de las platas de la ley reservada del Cobre; SQM y Penta financiando a políticos tradicionales, como por ejemplo a Fulvio Rossi, Von Baer, Moreira, entre otros; Mop Gate, durante la presidencia de Lagos; el empresario ex GAP Max Marambio, su vinculación con la U Arcis, con Giorgio Jackson como financista y Marco Enríquez Ominami con su avión Brasileño, además de sus vínculos con la Familia Cueto; Sebastián Dávalos y su relación con Luksic.
Párrafo aparte para Sebastián Piñera con sus ministros imputados por delitos tributarios sobre financiamiento irregular, la ley de pesca, patrimonio en paraísos fiscales negociaciones incompatibles (aun investigada por fiscalía), la quiebra del Banco de Talca y su encargatoria de Reo; y a mi parecer, el peor de los casos, la compra de acciones de Exalmar en pleno litigio ante la CIJ de La Haya con Perú. Y digo el peor de los casos, porque un Presidente de la Republica puede tener un erario abultado, más no poner en riesgo la soberanía nacional en pleno litigio con un país vecino. Quizás son las lecciones aprendidas de John Edward North, el Rey del Salitre, que compró durante plena guerra del Pacifico a precio Vil empresas salitreras a Perú. Derechamente, pediría una auditoría sobre todos los actos que realizó en su gobierno, las empresas que contrataron por intermedio de Chile Compras, los cambios que pudo realizar al reglamento de la ley de compras en que se pueden recibir de las empresas presupuestos antes de realizar Licitaciones, Tratos Directos y Convenios Marco.
Y así podría agotarlos con muchos más datos durante muchas páginas más. Ojo, nada de esto es inventado, todo se ha publicado; el problema es que nosotros, los chilenos, no leemos, no creemos o derechamente no queremos ver lo que está pasando.
Lo que quiero decir, es que esta crisis de desconfianza tiene muchos culpables: tanto los políticos, como los funcionarios públicos, como las FFAA y de orden, familiares de políticos, familiares de empresarios. Pero también todos nosotros como ciudadanos chilenos: jóvenes, adultos jóvenes, adultos, jubilados, estudiantes y trabajadores. Todos como sociedad, como masa crítica vivimos una crisis moral, una verdadera crisis de confianza.
Por ejemplo, el día 24 de octubre de 2016, el diario El Mostrador publicaba un artículo cuyo titular era “Chile eligió no votar: 65% marca abstención histórica en procesos electorales”. En dicho artículo se indicaba que de 14 millones de electores sólo votaron 4,8 millones de personas. Se señalaba en plena revisión de los resultados de las elecciones municipales del 2016, en los medios más tradicionales, la victoria de la oposición y la derrota del gobierno: claramente, triunfó la fuerza más conservadora de Chile; culturalmente tenemos chilenos que no leen, no escuchan, no miran, no conversan y que no tienen tiempo para nada. Pero los que tienen tiempo, ingresos pasivos, los dueños de Chile, si leen, si escuchan, si miran, si conversan, si se ponen de acuerdo entre ellos y tienen todo el tiempo del mundo.
Queda una duda: ¿Quién es ese votante sub 50 de Piñera? ¿Quién se abstiene y no participa de la vida política?
1.- El aspiracional que no lee, no escucha, trabaja para tener más plata, ocupando todo su tiempo en un solo ingreso.
Una persona que vive en sectores clases media alta, de las denominadas New Rich, jefes o gerentes de algunas empresas importantes o medianos emprendedores, trabajan cerca de 16 horas diarias; no disfrutan a sus hijos, no disfrutan sus bienes inmuebles en la costa, ni a quienes son o han sido sus parejas, corren todo el día y ni siquiera pueden disfrutar su dinero, que en relación a la mayoría de la población es mucho, pero comparado con el 1% más rico, es nada. El mayor temor de ellos es ser pobre, algunos lo fueron durante mucho tiempo, situación que no quieren volver a vivir; no tienen tiempo para nada, viven enfermos de los nervios, siempre se quejan, no escuchan noticias porque prefieren el reggaetón de moda, las drogas o las juergas para subir el ánimo y olvidarse del mundo. El sistema los consumió y convenció con sus dadivas, los consumió alimentando sus temores de Pobreza. Ellos están convencidos que los chilenos son flojos, claman por Piñera en el poder, porque se va a reactivar la economía. Son la pobreza máxima del país.
2.- El chileno clase media endeudado, la bicicleta financiera.
El chileno endeudado, que quiere vivir como rico, comer como rico, con millones de tarjetas bancarias, el que vive de la apariencia, el chileno de la bicicleta, que tiene un pasivo gigantesco, que ocupa como activo, que ve en la TV las teleseries turcas, el reality de moda y Morande con Compañía “Porque Chile Merece más entretención”; Éste tampoco lee, tampoco escucha, trabaja para pagar deudas, es infeliz y lo puedes ver camino a su casa pegado en un Smarthphone jugando Casino Royal, Candy Crash y otros con su internet 4G en su móvil, en el transporte público o manejando su auto Chino, Coreano o Japonés, con angustia por que la plata no alcanza. Tampoco lee, escucha, mira y piensa en el país o sistema político que le dejaremos a nuestros hijos, total, mañana hay que trabajar igual este quien este en el gobierno. Este tampoco votará por que se convenció que todos los políticos son ladrones.
3. Una mezcla de los otros dos: el profesional o estudiante universitario.
Tenemos al estudiante universitario de mi país o al que se tituló, ese sujeto convencido de que con un título universitario cambiará todo y tendrá mucha plata: es el eterno cliente de universidades de magister, doctorados y diplomado, que se especializará para ser una pieza del sistema, un gollem, un hombre masa. La característica de esta clase es que son cultos, si leen, siempre creen que su mala suerte es de los políticos o los empresarios ladrones, es un buen opinante amargado de Twitter o de Facebook. Como su desesperanza es enorme, en vez de cambiar Chile, no participa de política, llora por el perro Cholito. No va a votar total siempre van a gobernar los mismos.
Todos ellos son culpables del mayor de los pecados, no informarse, no leer y opinar sobre lo que escucharon, son culpables de ser individualistas, son responsables de no ser felices y son culpables, parafraseando a Robert Kyosaki, de vivir en la constante carrera de ratas, esa que entrega un buen certificado como trabajador de la vida, expedido por el Registro Civil, que se llama certificado de defunción.
Son los que se quejaran toda la vida, que trabajaran toda la vida y que morirán sin ser felices, la masa crítica que replica lo que escuchan, lo que se comenta en la oficina o lo que dice el titular del diario, lo que dicen los Henry Boys y los Axel Kayser (como 3 personas me mandaron una exposición patética de él). Son los que asienten que los chilenos son flojos, curados y pobre por que quieren. Tratan de alejarse de quintil más pobre del país.
A modo de conclusión, les tengo una recomendación a todos ustedes: Paren, cálmense y reflexionen.
Como terminaba su discurso don Enrique Mac Iver: Una sola fuerza puede extirparlo, es la de la opinión pública, la voluntad social encaminada a ese fin; y para formar esa opinión y convertirla en voluntad dispuesta a obrar, hay que poner de manifiesto la llaga que nos debilita ahora y nos amenaza para el futuro, y hay que hacer sentir los estímulos del deber y del patriotismo y aun los del interés del propio bienestar.
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