Por Guiliano Luigi de Conti/ Profesor de Historia, Geografia y Ciencias Sociales
Sebastián Piñera se presenta, a mi juicio, en la misma línea de acción política que en su anterior gobierno: promete cosas que parecen, en teoría, fáciles de cumplir, promete eficiencia gubernamental y buena gestión. Promete empleos, crecimiento, menos colas en salud, mayor seguridad, facilidad para el emprendimiento. Como elementos nuevos, agrega eso sí, un guiño más conservador en lo valórico y también la promesa de deshacer las reformas del gobierno que termina.
Como estrategia política, parece bastante certera. Con un gobierno saliente con escaso apoyo, con reformas que perdieron el apoyo popular, con un empleo frágil y una economía lenta, su discurso político apunta al ciudadano común, poco politizado, que desconfía de las entelequias y que quiere resultados tangibles. Pienso que esta situación es la que explica la relativa inmunidad que ha demostrado a la constante asociación de su figura a la falta de transparencia (sean o no ciertos los escándalos de los que se le acusa). Pero pasar de una estrategia de campaña a lo que se puede esperar de su gobierno cambia el panorama.
Es muy probable que su hipotético gobierno comience con buenas cifras de crecimiento económico y reducción del desempleo. Los factores que lo explican son varios. Ya ahora las proyecciones para el 2018 hablan de una economía que crecerá más que hoy, el precio del cobre se ha estabilizado en un rango razonable, la inflación está controlada, y es muy probable que el solo hecho de su victoria baje la desconfianza de los mercados y la inversión se recupere velozmente, en la esperanza de un gobierno más pro empresa.
Pero hasta aquí llegan las buenas noticias. Uno de los anuncios de Piñera que esperanza a las empresas tiene que ver con una reducción del impuesto corporativo. El problema es que una medida como esa no será fácil de aprobar en el congreso sin mayorías. Deberá negociar con independientes y la facción de la DC descontenta con el gobierno de Bachelet. Y será sometido a fuertes críticas desde la oposición. Será muy interesante ver cómo este juego político con la DC, a la cual Piñera tiene llegada, someterá a tensión a la fragilísima Nueva Mayoría y si será capaz de quebrarla. Piñera constantemente pidiendo ayuda a la DC. ¿Será este el empujón que se necesita para fragmentarse la Nueva Mayoría y dar paso a una nueva alianza política de centro que incluya, por ejemplo, a Evópoli, el PRI, Ciudadanos y parte o toda la DC? Yo no estoy muy seguro, en tanto las organizaciones nombradas serán parte del bando piñerista y el discurso político de la DC ha estado más cerca del actual gobierno, pero está por verse.
Por otra parte, la situación fiscal del país no se presta para reducciones de impuestos. Si bien Piñera promete mantener los niveles de recaudación, suena difícil con las medidas que propone. Además, su gobierno recibirá una situación fiscal muy justa, tendiendo al déficit, en donde buena parte de los ingresos ya están comprometidos en inversiones hospitalarias, la carrera docente, el avance de la gratuidad universitaria, la reforma educacional. Si reduce los impuestos, se verá obligado a apostar al crecimiento económico para equilibrar las cuentas, lo que como se ha visto con este gobierno, no siempre es buena apuesta, o bien, deberá reducir el gasto, o bien postergar la convergencia del régimen fiscal con la regla (ingreso=gasto). Estas dos últimas opciones son complejas, porque la primera siempre resulta impopular y no es sana para la economía. La segunda, no cumplir la convergencia del déficit fiscal, no solo afectaría gravemente su imagen de buen gestor económico, sino que podría impedirle al gobierno mantener (o recuperar si se pierde en estos meses) la clasificación crediticia de Chile, afectando la inversión y su propia promesa de crecimiento.
Además, uno puede dudar si el aumento del crecimiento económico pueda mantenerse en el tiempo. La desaceleración que vivimos hoy no se explica solamente por la baja del precio del cobre, ni por las reformas del actual gobierno que afectaron la inversión. Tiene causas estructurales, como la falta de diversificación, la concentración de los mercados y sobre todo, la baja productividad. En todos esos frentes el anterior gobierno de Piñera no fue particularmente eficaz, y su programa tampoco dice mucho al respecto.
Respecto a las problemáticas de salud, es probable que en su gobierno se vean ciertas mejoras, en tanto el plan de hospitales del gobierno actual resultará terminado a finales del eventual gobierno de Piñera, lo que debería mejorar la capacidad de atención (aún cuando no será suficiente). Es probable que se realicen nuevas concesiones hospitalarias, lo que le permitirá cortar aún más listones, pero también le significarán fuertes críticas desde la oposición, que cuestionan ese modelo. Finalmente, el programa de Piñera deja entrever que recurrirá al sector privado para solucionar los cuellos de botella del sistema público, lo que implica una cantidad de recursos elevada a transferir, lo mismo que el abordar la deuda hospitalaria. El asunto es que nuevamente, topamos con las holguras fiscales y su plan de reducción de impuestos.
En suma, creo que la principal baza de Piñera, la mejora de la situación económica, será una realidad, pero también creo que su posición es bastante vulnerable, ya sea por la naturaleza de sus propuestas, como por los problemas estructurales de nuestra economía.
Denos su opinión