Bachelet no era la equivocada, es más, una de las autoridades de Palacio recalcó que el resultado de anoche “le da la razón” a la Presidenta en el último tramo de su mandato y que era cierto que la ciudadanía no quiere prudencia sino cambios con mayor fuerza aún. “El resultado refleja que el país no se derechizó, que lo que la gente quiere son más reformas y más profundas, que el acento de izquierda de este Gobierno era el correcto”, sentenciaron desde el segundo piso de La Moneda.
Un juego total y completamente nuevo, pues sucedió lo que nadie esperaba, que la mirada del país giró hacia la izquierda. Todos los pronósticos fallaron, porque el abanderado de derecha no solo obtuvo un rendimiento casi cuatro puntos bajo el umbral del 40% que le aseguraba una tranquila segunda vuelta, sino que la irrupción electoral que registró en las urnas el Frente Amplio –a nivel presidencial y parlamentario– vino a comprobar que el país está lejos de derechizarse y que, a pesar de los errores cometidos por La Moneda en estos cuatro años, al final de la jornada la apuesta de la Presidenta Michelle Bachelet por poner el foco en las reformas fue la mirada más acertada y en sintonía con el electorado.
Ya con las primeras proyecciones oficiales que confirmaban la tendencia de que Piñera se quedaría en el 36,6%, las sonrisas eran notorias en Palacio: “La derecha no va a poder celebrar, es muy claro que no les fue bien”, sentenció un alto asesor gubernamental, mientras ministros, subsecretarios, directores y funcionarios de Gobierno seguían el conteo de votos desde el Salón Montt-Varas.
Efectivamente, el rendimiento que logró el candidato del PS-PPD-PC-PR, Alejandro Guillier, osciló dentro de los pronósticos del oficialismo (22,7%), pero fue el 20,3% obtenido por la abanderada del Frente Amplio, Beatriz Sánchez, lo que inclinó la balanza del electorado hacia la izquierda.
Hace rato que en La Moneda ronda el fantasma de que se repita inapelablemente en marzo la imagen de Bachelet entregando por segunda vez la banda presidencial, no solo a la derecha sino particularmente a Piñera. Había preocupación los días previos en cuanto a que un escenario holgado y muy favorable al abanderado de Chile Vamos repercutiría directamente en la Mandataria y la responsabilidad que tendría en la derrota.
Por eso, cuando la tendencia en las urnas se afirmó, el estado de ánimo en el gobierno cambió y rápidamente se empezó a hablar de que los resultados sumados de Guillier y Sánchez ratificaban lo acertado de la mirada más de izquierda que impuso la actual administración.
Pero Bachelet no era la equivocada, es más, una de las autoridades de Palacio recalcó que el resultado de anoche “le da la razón” a la Presidenta en el último tramo de su mandato y que era cierto que la ciudadanía no quiere prudencia sino cambios con mayor fuerza aún. “El resultado refleja que el país no se derechizó, que lo que la gente quiere son más reformas y más profundas, que el acento de izquierda de este gobierno era el correcto”, sentenciaron desde el segundo piso de La Moneda.Las diferencias políticas en el seno de la propia Nueva Mayoría y los errores de gestión a nivel político de La Moneda, generaron más ruido del deseado en torno a la tramitación de las reformas emblemáticas del Gobierno, lo que, sumado al bajo nivel de apoyo de Bachelet en las encuestas, que por más de dos años la tuvieron en un promedio de entre el 20% y el 25%, fueron el caldo de cultivo que alimentó la crítica de la elite política y empresarial por haber equivocado el diagnóstico de lo que realmente quería el país y “comprarse” el discurso de la calle y del movimiento estudiantil del 2011.
La misma lectura hizo la Mandataria. Pasadas las 21 horas, de impecable traje negro y con todo el gabinete sonriente a sus espaldas, hizo una declaración pública, uno de sus discursos más contundentes y políticos del último tiempo.
“A esa mayoría de chilenas y chilenos que hoy han dicho que quieren que el país avance y consolide las transformaciones que harán posible una vida mejor y más justa para todos; a aquellos que quieren una educación de calidad y sin discriminaciones, que sea un derecho; que quieren una salud oportuna y con buen trato; que quieren una economía potente, pero sustentable; que demandan pensiones dignas; que cada región pueda determinar los caminos de su desarrollo; que quieren que se reconozca y se celebre la diversidad y el respeto; un país donde el dinero no sea la única manera de acceder a las oportunidades y a la dignidad; donde todo niño y niña, sin importar dónde nazca y cuál es su contexto, tenga las mismas oportunidades de desarrollarse y surgir”, comenzó.
Y con la clara intención de instalarse como la principal promotora de la unidad desde el centro hasta la izquierda, agregó: “Hoy sabemos que Chile quiere seguir avanzando, eso es lo que demandan los ciudadanos, eso es lo que han dicho en las urnas y sabemos que es posible y que para eso necesitamos la unidad de todos los que quieren las transformaciones que el progreso de Chile requiere, es el momento de la generosidad y la unidad en torno a los verdaderos principios y valores que compartimos, a la historia, y a los logros que juntos hemos consolidado, a nuestros ideales de futuro”.
Reconoció que hay diferencias sobre los caminos a seguir para llevar adelante los cambios e invitó a la ciudadanía a participar en la segunda vuelta del 17 de diciembre, sobre la cual aseguró que su resultado está abierto y, por lo mismo, afirmó que “ha llegado el momento de la unidad de todos los chilenos y chilenas que desean consolidar las transformaciones que han encaminado a nuestra patria hacia una sociedad más justa”.
Al terminar, se dio media vuelta y fue ovacionada por sus ministros y subsecretarios, que por varios minutos vitorearon “por amor a Bachelet, votaremos por Guillier”. Es que en el Gobierno reconocen que el abanderado oficialista no los convence mucho, pero el diagnóstico anoche en Palacio fue claro: la gran ganadora de la jornada electoral fue la Mandataria, los resultados implican un cambio mayor en el escenario político, la segunda vuelta será absolutamente polarizada, que está en juego la continuidad de las reformas, por lo que hay que “hacer las cosas bien para ganar” y La Moneda no se va a quedar al margen.
Terminados los abrazos con la Presidenta, 12 de los 22 ministros del gabinete salieron de la sede de Gobierno rumbo al Hotel Fundador, donde Guillier daría su discurso ya como contrincante oficial de Piñera en el balotaje. Todos se instalaron tras el candidato, en un claro gesto de respaldo, una imagen que no deja de llamar la atención cuando hace unos meses lo que más se le criticaba precisamente al abanderado de la Nueva Mayoría era la distancia que trataba de tomar de la administración bacheletista.
En el mismo tono que la Mandataria, Guillier también centró su discurso en apelar a ese giro a la izquierda del electorado. “Quiero decirles a todos y a cada uno de ustedes, tengo la convicción de que hoy triunfó el futuro y no el pasado, pero necesitamos reconstruir una unidad profunda de todos los chilenos y chilenas que estamos por el cambio (…), necesitamos ir a la segunda vuelta con propuestas claras que nos agrupen a todos, para que todos se sientan parte de lo que será mi Gobierno, el Gobierno de la gente (…). No los voy a decepcionar. ¡A trabajar por el triunfo, tenemos 30 días!», expresó.
Entre los abrazos y las cumbias que se bailaban en las afueras del hotel, en el entorno de Guillier anoche explicaron que en estas primeras horas la clave será “enganchar y sumar” a la DC, que ese punto “es lo primero que hay que resolver”, porque es ese electorado el que en una segunda vuelta puede cruzar la vereda y sumarse a Piñera. Es más, en el comando del candidato de derecha la apuesta es a que un 20% de los votos de Carolina Goic (5,9%) puedan traspasarse al ex Mandatario, por ello la relevancia que la Nueva Mayoría en general le da a la tarea de hacer la contención por el flanco de la flecha roja.
Despejado ese punto, que tanto en el comando como en La Moneda esperan no se dilate más allá de hoy en la noche, ya que esperan que la DC haga un gesto claro y nítido de alinearse con Guillier y con el resto de la coalición una vez concluida la catarsis que será el Consejo Nacional de la falange convocado para esta tarde, donde se augura un álgido debate interno, dados los malos resultados obtenidos.
Recién ahí el círculo de Guillier apuntará al Frente Amplio y tratar de sumarlos durante las próximas semanas. Si bien la llamada de Sánchez a Guillier fue vista como un buen augurio, entre los colaboradores más cercanos del abanderado oficialista hay certezas de que será un dolor de cabeza buscar un consenso con los más de 10 colectivos y fuerzas que aglutina el FA.
Por ello, por ahora la estrategia será jugarse las cartas apuntando al electorado frenteamplista más que a sus dirigentes, apelar al “entendimiento de los progresistas” y luego afinar el discurso, mientras que en La Moneda hay quienes apuestan a que efectivamente el FA asuma el papel de ser “el salvador” de un triunfo en segunda vuelta.
En el oficialismo saben que el FA tiene la sartén por el mango, que la posibilidad hoy más cierta de derrotar a Piñera depende en gran medida de lograr un entendimiento con este nuevo bloque, que no solo sacó una alta votación presidencial sino también dio la sorpresa a nivel parlamentario, porque pasaron de tener solo tres diputados a una nueva bancada de veintiún escaños en la Cámara Baja y un senador en la V Región.
El crecimiento electoral del FA es, para muchos en el oficialismo, a costa de la Nueva Mayoría, tanto a nivel presidencial como parlamentario. Basta ver el resultado obtenido por la coalición de Gobierno, que bajó sus representantes en la Cámara Baja de 61 a 51, a los que hay que sumar los 14 diputados de la DC.
En la larga lista de derrotas, las más emblemáticas anoche fueron: las de los DC Andrés Zaldívar en la Región del Maule e Ignacio Walker en la Región de Valparaíso; los PS Camilo Escalona en la Región de Aysén y el diputado Osvaldo Andrade en Puente Alto.
Si bien hay más derrotas de históricos rostros del oficialismo, las de Zaldívar y Walker, así como la de Escalona, reflejan el fin de la era del llamado partido del orden, de ese entendimiento político estratégico entre la DC y el PS que fue la columna vertebral de los gobiernos de la otrora Concertación y de la política de los consensos, que caracterizó las dos primeras décadas posdictadura. Es una generación del mundo político que es reemplazada por nuevos rostros, por una forma distinta de hacer política en un nuevo escenario.
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