Por Pablo Torche/ Escritor y consultor en políticas educacionales.
Prácticamente todas las encuestas se equivocaron, pero sólo una trató de instalar un hecho político semana a semana, en connivencia por cierto con los medios de comunicación, y esa fue la de Cadem. Con sus encuestas semanales, Cadem había instalado en la opinión pública nacional la idea de que Piñera era el claro favorito, obteniendo en torno a un 44% de las preferencias, en tanto Guiller se ubicaba en torno al 20%, Beatriz Sánchez en torno al 15%, y Kast, Goic y Meo en torno al 5%.
Las diferencias en relación con lo ocurrido ayer no son aberrantes, pero sí sustantivas, y dan ciertamente para sospechar de que no son casuales. El hecho de que las encuestas políticas de Cadem fueran dirigidas por Roberto Izikson, ex encargado de comunicaciones del gobierno de Piñera, era una coincidencia demasiado grande como para confiar en los resultados, y sobre todo, en la enorme caja de resonancia que le daban los medios, en particular Canal 13.
Ya se habían levantado varias voces críticas, entre ellas el siempre furibundo Carlos Hunneus, que acusaba la selección de puntos de contacto para encuestar, a la salida de las estaciones de Metro, y un estudio de Mauricio Morales que había comprobado que las comunas escogidas por la encuesta eran aquellas en que la derecha obtenía una leve preferencia por sobre la Concertación o NM: es decir, una muestra sesgada.
Yo agrego otra razón metodológica, que puede tener un efecto importante en tergiversar los resultados: el hecho de preguntar, antes de la intención de voto directa del encuestado, por el candidato que cree que ganará la elección. Como el favorito era claramente Piñera, la mayoría de la gente respondía esto, independiente de su preferencia. Pero esta respuesta tenía el efecto de sesgar la respuesta posterior, de manera que al llegar a la pregunta por su preferencia individual, el respondente ya se encontraba de alguna forma condicionado y esto puede haber hecho que algunos votantes indecisos o poco convencidos, en el milisegundo en que se decide una respuesta de encuesta, se hayan inclinado a responder Piñera en vez de otros candidatos.
De hecho, la instalación del favoritismo del candidato Piñera no es trivial, pues se asocia con lo que se denomina “efecto locomotora” y que se refiere a que parte del electorado (los indecisos), terminan inclinándose por el que se cree que va a ganar. De esta forma, de no haber sido por el universo ficticio instalado por Cadem, es probable que Piñera hubiera obtenido aún menos votación.El hecho es que jamás se le había otorgado tanta importancia a la pregunta por la expectativa de quien se creía que sería el próximo presidente. Los noticiarios y programas de debate la difundían con bombos y platillos, semana a semana, y llegaba a tener incluso más importancia que la pregunta por la intención de voto propiamente tal, creándose un escenario mediático artificial, pero incontrarrestable, que ciertamente favoreció la votación de Piñera.
Es probable que nunca se sepan las verdaderas causas detrás de los errores de las encuestadoras. Hay muchas variables invisibles al público, que pueden sesgar los resultados, desde la elección más fina de la muestra, hasta la capacitación de los encuestadores, pasando por la definición de fechas de aplicación y el manejo de los datos. También es cierto que, en el nuevo escenario de voto voluntario, el trabajo de pronóstico electoral se hace cada vez más complejo. Bien puede ser que fue más gente a votar de la presupuestada, o gente distinta, así como que haya habido un porcentaje de voto oculto por Beatriz Sánchez (la gran triunfadora), y J.A. Kast.
Pero lo cierto es que los resultados de la elección de ayer terminan siendo diametralmente opuestos a los pronosticados. Al final, Piñera obtuvo un magro 36,6%, lo que, incluso sumado al sorpresivo 7,9% de Kast, alcanza apenas un 44,5% de los votos. Esto sugiere que las versiones que planteaban que la derecha tiene un techo, y que Piñera es incapaz de sobrepasarlo, estaban en lo correcto. Es cierto, el votante de Piñera no parece decepcionarse de su candidato a pesar de las múltiples acusaciones de conflicto legales, de interés y aprovechamientos varios, pero también es cierto que hay un porcentaje mayoritario de la población que parece que simplemente no está dispuesto a votar por él.
Por el otro lado, la centro-izquierda, por más que dividida y fraccionada por disputas intestinas que pueden ser de fondo, sumó más del 55% de los votos. Obviamente la convergencia de esa votación no será fácil, y acaso ni siquiera posible. Pero si se considera el hecho de que Piñera tendrá que luchar por convocar un electorado de ultraderecha, cristalizado en torno al 8% bajo el discurso radical de J.A. Kast, lo que lo dejará con un margen muy estrecho para apelar también al centro, mi impresión es que, después de los resultados de ayer, el nuevo favorito de la presidencial es ahora Guillier, no Piñera,
Cada encuestadora tendrá que dar sus explicaciones, y es cierto que casi todas se equivocaron. Al final, quizás la más cercana fue la de Criteria, que difundía este mismo periódico, y que predecía menos votación para Piñera y más para Sánchez. Cada una tendrá que revisar sus procedimientos metodológicos y, sobre todo, garantizar de mejor manera su independencia, o transparentar de formar más clara su filiación. Pero lo que es innegable es que deberán ser recibidas con más cautela por la opinión pública, y en particular los medios de comunicación, y se deberán tomar medidas concretas para evitar que se transformen en un hecho político en sí mismo, con el claro objetivo de condicionar una elección.
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