Las tensiones internas de Chile Vamos que comienzan a surgir con Piñera Presidente

El inesperado volumen de votación que alcanzó la derecha en el balotaje de este domingo ha colmado de un sentimiento de unidad el interior de Chile Vamos, que para muchos tendrá fecha de caducidad. Si, durante la anterior administración de Sebastián Piñera, la UDI y RN se convirtieron en un verdadero dolor de cabeza, principalmente por la crítica a la línea tecnócrata del Mandatario y la falta de “política en su gabinete”, en este nuevo periodo presidencial la mayor complicación estaría marcada por la pluralidad de líneas ideológicas al interior de la señalada coalición, la misma que, según Augusto Varas –sociólogo que siguió detalladamente el primer mandato de Piñera–, le dio a la derecha el inesperado triunfo arrollador en esta segunda vuelta.

 

“Les volamos la raja”, gritaba un presidente de partido en el comando de Chile Vamos, la tarde de este domingo. Eran cerca de las 19:00 hrs. y el clima de festejo inundaba las paredes del Crown Plaza, en pleno centro de Santiago. Claramente estaban todos reunidos: los estandartes de la UDI, Renovación Nacional, Evópoli. Hasta Manuel José Ossandón llegó al comando presidencial, para celebrar, pero también para recordar que “en parte” gracias a él Sebastián Piñera había logrado sus más de 2 millones 400 mil votos.

Y es que, durante la semana, los números internos no daban más de un 2% de distancia con Alejandro Guillier, unos 150 mil votos de diferencia ya eran un verdadero triunfo para el comando de Sebastián Piñera. “Los ambientes a veces engañan”, manifestó el vocero de campaña, Andrés Chadwick. La sorpresa del 36,6% ante un 22,4% de Guillier irrumpió en el mismo Sebastián Piñera, quien –aseguran sus cercanos– “no lo podía creer”.

Un resultado que vino acompañado de jolgorio, cantos y celebración en el salón del segundo piso del Hotel Crown Plaza y que dio paso, también, a un ensordecedor griterío que dijo en masa “chao” a la actual Presidenta, mientras se transmitía en dos pantallas gigantes el tradicional telefonazo, esta vez de nuevo entre Michelle Bachelet y Sebastián Piñera. Una fiesta que se trasladó hacia la Alameda, cerca de las 21:00 hrs., en donde, además del clásico “Piñera Presidente”, se vociferaba “nos salvamos, gracias a Dios”.

Un resultado que, según los personeros de Chile Vamos, responde al compromiso unificado de todas las fuerzas, a diferencia de la “fragmentación de la Nueva Mayoría y la izquierda en general”. A juicio de Cristián Monckeberg, “el mandato es trabajar en unidad, ese fue el sello de campaña durante estos treinta días”, línea que siguió el ex ministro Chadwick, quien aseguró que “Sebastián Piñera logró transmitir un mensaje de unidad, que caló profundamente en esta elección”.

Una unidad que “no es la misma que las elecciones de 2009, es mucho más plural y diversa”, afirman desde las nuevas fuerzas de Chile Vamos. Esta fragmentación interna es claro reflejo de los procesos de crisis política y, así como por la izquierda surge el Frente Amplio como alternativa política, Chile Vamos también contaría con una fragmentación, que quedó evidenciada tanto en la candidatura por fuera de José Antonio Kast, en primera vuelta, como en la diversificación de líneas al interior del bloque de centroderecha, donde el nicho de centro liberal, la “derecha social” reconocida con la línea de Ossandón, y la extrema derecha de la mano de J.A. Kast y compañía, han desdibujado el equilibrio entre Renovación Nacional y la UDI, plantean los especialistas.

“Este no va ser el mismo Gobierno que el anterior. La idea de los tecnócratas está superada, el gabinete va a estar mucho más cuoteado”, señala Varas, quien adelanta que “va a haber tensiones, no solamente porque no tienen mayoría parlamentaria sino también porque Piñera va a reincidir en el presidencialismo plebiscitario, usar el poder de la Presidencia para gobernar bajo decreto”.Si hace unos años la Unión Demócrata Independiente y RN se convirtieron en un verdadero dolor de cabeza para el primer Gobierno de Sebastián Piñera, criticando la línea tecnócrata del Mandatario y la falta de “política en su gabinete”, en este nuevo periodo la mayor complicación la tendría por la pluralidad de líneas ideológicas, la misma que, según Augusto Varas, sociólogo que siguió detalladamente el primer mandato de Piñera, le dio el inesperado triunfo en esta segunda vuelta.

Una tendencia a “ubicarse por sobre los partidos” que alimentó varias batallas durante su primera administración y que se habría visto “en menor medida” durante la campaña de 2017. Desde el comando sostienen que no fue fácil que cediera en temas como la gratuidad, “totalmente contrarias” a su ideología, pero, aun así, nadie confía en que no se «arranque con los tarros” e intente prescindir de los partidos para administrar el siguiente periodo, agrega un cercano colaborador.

La derecha fragmentada

Además de este “presidencialismo plebiscitario”, una valla aún más grande es la tensión ideológica y los equilibrios de poder al interior de Chile Vamos. Para nadie en la derecha es un secreto que el proyecto liberal de Evópoli y la fuerza de estas ideas emergentes no son bien vistos por los sectores más conservadores de la UDI; tampoco los socialcristianos o la derecha social de Renovación Nacional.

El poder y terreno que ha ido ganando el partido que levantó la candidatura presidencial de Felipe Kast quedó más que evidenciada esta última semana de campaña, en que su aniversario tuvo como núcleo central la renovación del proyecto de centroderecha, y en donde recalcaron que “el 90% de sus militantes no proviene de los clásicos RN y la UDI”.

Su presidente, Francisco Undurraga, destacó que “seremos nosotros los que haremos de Chile Vamos una coalición para el siglo XXI”. Destacaron que “aquí tiene un equipo que nace en su Gobierno, una nueva generación”. Voces que tuvieron recepción en palabras de Sebastián Piñera, quien aseguró que “Evópoli se ha transformado en una voz respetable, tiene mucho que decir, qué partido en su primera elección escoge dos senadores y seis diputados?”. Recalcó que en esta fuerza ve a un tercio de su Gobierno, a pesar de que “es una criatura precoz, pero hay que saber seguir madurando y evolucionando”.

Palabras que son vistas con entusiasmo en el partido de Kast, pero “ver para creer”, precisan desde el núcleo de Evópoli. Y es que los puntos transados, como la gratuidad para la educación técnica, y la resistencia a las libertades sexuales, generan una tensión que “será difícil de resolver”. “No hay que negar que cada uno peleará por su pedazo”, agregan desde Evolución Política.

Por otra parte, Chile Vamos no cuenta con la mayoría absoluta a nivel parlamentario y, tras las elecciones, la fuerza que logró capitalizar la mayor cantidad de escaños en el Congreso fue Renovación Nacional, partido que ve en el liderazgo de Andrés Allamand y el sector de Cristián Monckeberg el camino para lograr “hegemonizar el poder al interior de Chile Vamos”, subrayan desde la fuerza triunfadora. Desde el núcleo del futuro equipo de La Moneda aseguran que este poder de Allamand es visto con “distancia” por el Mandatario electo, principalmente porque se temería a la sombra del ministro candidato o por esta idea de que, más allá de hacer un nuevo Gobierno, se esté cimentando la candidatura presidencial de uno de los hombres fuertes de Chile Vamos.

Un partido de mixtura ideológica liberal y socialcristiana, que se prepara para las elecciones internas, la última prueba de fuego para el nicho de Monckeberg y que parece será saldada, a pesar de los grupos más cercanos a la idea “social” que tomaron un espacio en las últimas elecciones parlamentarias. Pero, más allá de estas tensiones, desde RN ven con detención el rearme al interior del gremialismo: “Son los más debilitados, no como partido, sino que internamente”, advierten. Y es que, pese a que el proyecto de renovación interna, comandado por el diputado Jaime Bellolio, fue derrotado en las últimas elecciones de partido, “en manos de los coroneles que respaldaron la candidatura de Jacqueline Van Rysselberghe”, es un sector que se mantiene presente y que “puede llegar a prescindir de la UDI para seguir viviendo”, reconocen desde el gremialismo.

Por otra parte están los liderazgos personales. Si algunos ven con detención el rol que puede llegar a jugar Allamand, claramente la guerra por el 2021 está más que desatada entre Ossandón y J.A. Kast. Uno desde el Senado, “en mi rol de parlamentario, siempre colaboraré”, asegura Ossandón, y Kast desde el mismo Gobierno, afirman dirigentes desde la misma administración, más aún si se vislumbra la posibilidad de constituir el tan anhelado –por su sector– partido conservador.

Para Ossandón, el punto clave es la definición de Piñera entre la derecha económica y la derecha social. Indica que el hoy Mandatario electo debe reconocer que su triunfo responde al viraje hacia lo “más social” en la última etapa de su campaña. “Si la derecha social es la que se tiene que quedar en Chile, si queremos tener más de cuatro años (…) el 80% de RN representa la derecha social, que sueña la gratuidad”, puntualiza el senador.

Para su sector, Felipe Kast representa a la derecha económica y “si el Presidente Piñera se va a quedar con ellos o con la derecha social, eso lo va a decidir el Presidente, él sabrá con quién se queda y cuánto va a durar”, advierte el senador.

Triunvirato político-empresarial

Pero la discusión sobre el rol que tendrá el mundo empresarial en el próximo Gobierno de Sebastián Piñera, no solo toca a sus partidos sino también al equipo que escoja para liderar su próximo periodo. Desde Chile Vamos explican que el cuidado de los nombres que surgirán para el próximo gabinete es una preocupación, al menos “para un sector de nosotros es relevante limpiar el dejo de la corrupción”, señalan desde la bancada de la coalición de centroderecha.

Ya existe cierto acuerdo en nombres como Gonzalo Blumel, quien habría tenido “un destacado rol durante la segunda vuelta”, y hay otros imprescindibles, como Andrés Chadwick, y “en mucha menor medida, mucha”, Cecilia Pérez, quien ha sido cuestionada por algunos “condoros” y una “exagerada reacción en tiempos conflictivos”, reconocen desde el comando. Hernán Larraín sería otro nombre de consenso y, además, algunos sectores ven con buenos ojos a la diputada independiente Karla Rubilar, quien “claramente estuvo en campaña ministerial en segunda vuelta”, dicen desde Chile Vamos.

Así como los nombres políticos parecen ir definiéndose, se cierne la duda de cómo el poder económico operará en el Gobierno de Sebastián Piñera y cómo este se separará del velo del maridaje entre el dinero y la política, que marcó la denominada puerta giratoria de su primer mandato.

Si, por un lado, la presidenta de la UDI, Jacqueline van Rysselberghe, evitó responder al emplazamiento respecto a la participación de involucrados en casos de supuesto financiamiento irregular de la política y pidió que los dejaran celebrar e hizo hincapié en que la gente “votó y eligió a este Gobierno”, Felipe Kast, por su parte, aseguró que “todos queremos levantar el estándar de probidad en el Gobierno”, líneas diferidas respecto a un elemento que podría tensionar al próximo Ejecutivo.

Según Augusto Varas, tanto la derecha económica como la política han tomado lección de lo ocurrido en los últimos años, ni Alfredo Moreno ni Larraín-Matte son lo mismo que hace cinco años. “Están en una política totalmente distinta, resignificando el sector empresarial, va a haber un gran cuidado y es difícil que se repita lo de la Ley de Pesca o lo del subsecretario Pablo Wagner (…). Van a ser menores”, indica Varas.

Aunque hace hincapié en que entre la nueva lógica de la CPC y la Sofofa se va a mantener una “línea que va a estar abierta de todas maneras, no necesitan estar en el gabinete, recuerda que el tema central de la reforma del Estado es una reducción de la capacidad regulatoria del Estado”.

Un punto que, según el historiador Andrés Cabrera, es relevante a la hora de observar que “el empresariado ha cambiado, ha ido modificando su línea. La Sofofa y CPC han cambiado, el poder no va a ser tan directo en el Gobierno de Sebastián Piñera, pero va a continuar operando. La posición de Alfredo Moreno marca un puente entre el Gobierno de Sebastián Piñera y la derecha económica, y el rol de Larraín-Matte. Va a haber un apoyo implícito entre la CPC, la Sofofa y el segundo Gobierno de Sebastián Piñera”, sentencia el analista.

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