Los nuevos inquilinos que llegan al Palacio de La Moneda conocen de antemano las oficinas que ocuparán a partir de este lunes. El Presidente Sebastián Piñera comienza su segundo mandato con prácticamente el mismo elenco con que trabajó allí hasta marzo de 2014. Tiene presente que es un gobierno corto y no hay tiempo para improvisaciones.
La fórmula es conocida. Andrés Chadwick, el abogado UDI y primo hermano del Presidente, que fue vocero y ministro del Interior durante el primer gobierno, se repite la jefatura ministerial. Su trabajo es complementario al de Cecilia Pérez, abogada de RN, quien nuevamente asumirá el Ministerio Secretaría General de Gobierno. Mientras él lidera las negociaciones y los llamados a acuerdos políticos, ella como vocera es de frases directas que acaparan los titulares.
Tras el término del primer mandato ambos siguieron trabajando juntos como presidente y vicepresidenta, respectivamente, de Avanza Chile, la fundación desde donde se preparó el retorno del Mandatario. Por eso, más que representar a sus partidos, se les considera del núcleo duro del piñerismo.
Con dos caras ya conocidas, la mayor apuesta del nuevo comité político es Gonzalo Blumel. El ingeniero que acaba de fichar por Evópoli es el único miembro del gabinete menor de 40 años y asumirá como ministro secretario general de la Presidencia. Y aunque aún es un desconocido para la opinión pública -hasta el domingo ni siquiera tenía perfil en Wikipedia-, Blumel también conoce el funcionamiento de La Moneda por dentro.
En el primer mandato de Piñera fue primero jefe de estudios de la Segpres, y en 2013 pasó a desempeñarse como jefe de asesores del segundo piso en reemplazo de María Luisa Brahm. Allí se ganó la confianza del Mandatario, la que aumentó por su buen desempeño a cargo del equipo programático de la campaña presidencial.
El mayor riesgo que enfrenta el nuevo ministro es que su cargo implica lidiar con el Congreso, uno de los más complejos en años, ya que el nuevo sistema electoral aumentó el número de parlamentarios y con la diversidad de partidos será una tarea cuesta arriba para el oficialismo conseguir mayoría para sus proyectos.
Los apaga incendios
Para apoyar el trabajo de Blumel, Piñera designó a otra cara conocida en la Segpres. El ingeniero comercial Claudio Alvarado volverá a “repetirse el plato”, como subsecretario de dicho ministerio. Su experiencia de 16 años como diputado UDI le hacen conocer los códigos del Congreso y su rol fue bien evaluado en el primer periodo presidencial. Entonces se le consideraba un apaga incendios: él fue el enviado a aplacar varias crisis que debió enfrentar la administración como el conflicto de Aysén o la huelga de los comuneros mapuche.
Piñera también volvió a reclutar a Rodrigo Ubilla. El sociólogo RN no quería asumir nuevamente como subsecretario del Interior, ya que los cuatro años que ocupó el cargo durante el primer gobierno fueron desgastantes y en la primera línea de fuego. Pero el Presidente le insistió personalmente hasta convencerlo.
Ubilla, al igual que Alvarado, tiene fama de solucionador de conflictos sociales, desempeñando un papel importante en las emergencias, como lo hizo tras el terremoto o frente al problema de la sequía. Juega de memoria en dupla con Chadwick. Mientras éste último se centra en los temas más políticos, el subsecretario resuelve las materias más concretas y administrativas.
El segundo piso
A este equipo se suma Cristián Larroulet, otro ex habitante de Palacio. El economista, máster en Chicago, no tiene militancia aunque se le considera cercano a la UDI. En el primer gobierno ya se había desempeñado con éxito como ministro secretario general de la Presidencia, estando los cuatro años en el cargo. En esta oportunidad había manifestado su intención de quedarse en la academia formando nuevos liderazgos, sin embargo Piñera le pidió que fuera jefe del equipo de asesores.
Los ex presidentes Miche-lle Bachelet y Ricardo Lagos solían dejar a sus asesores influyentes en las sombras del segundo piso, mientras que en los ministerios del comité político nombraban cartas de los partidos. Caso representativo son los sucesivos ministros DC de Interior en el primer y segundo mandato de Bachelet.
Piñera en cambio opta por un diseño opuesto: desplegar a sus más cercanos en todos los altos cargos de La Moneda. Así consigue completa coordinación en el trabajo del gobierno y evitar las disputas de poder entre los ministros y el segundo piso. Sin embargo, esta fórmula tiene el riesgo de tender a dejar más expuesta a su gente de confianza.
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