La planta de IANSA se encuentra en la provincia de Linares desde 1959, fue privatizada por la dictadura en 1986, y su cierre definitivo está estimado para el 2019, donde dejarían de procesar remolacha. Tal hecho dramatizaría aún más la situación de la provincia, que ya presenta altos índices de desempleo por sobre el promedio nacional. Según la empresa el cierre se fundamenta en el descenso de consumo de azúcar, la baja sostenida en el su precio internacional, y el aumento de los costos de operación. Y El Ministro de Agricultura, Antonio Walker, señaló que el Estado no cuenta con recursos para responsabilizarse.
La cifra nacional de desvinculaciones podría dispararse, considerando los cierres de las plantas Maersk, Pastas Suazo, Cial; los despidos en C13, telefónicas, en el Ferrocarril de Antofagasta a Bolivia; los anuncios de desvinculación de 1700 trabajadores de planta en Chuquicamata, y 5100 contratistas. A su vez, se vienen anunciando casi 1000 despidos para las regiones de Valparaíso y el Biobio ante la eventual regulación de la pesca de Jibia.
Ciro Tapia es presidente del Sindicato de Iansa, el cual agrupa a parte de los trabajadores industriales de la fábrica, que son alrededor de 500. Sin embargo, no todos están organizados, pues la empresa controlada mayoritariamente por la transnacional británica ED&F Man Holdings Limited, utiliza el subcontrato, que propicia la división de los trabajadores. En este contexto, según Tapia, existen 10 empresas (sociedades anónimas) contratistas que prestan servicios a Iansa.
El dirigente afirma que sin exagerar la cifra, serían cerca de 4000 personas las que se verían afectadas con el cierre, “contando a agricultores, transportistas y trabajadores industriales, y pensando que detrás de cada trabajador hay una familia”. Por eso piden que la fábrica continúe funcionando, y se mantenga el cultivo de remolacha en la provincia. Y mientras tanto, se mantienen expectantes al próximo 26 de julio, donde la empresa resolverá el destino de una de las principales fuentes económicas de Linares.
Para ellos, hasta el momento no hay nada zanjado. “Nosotros estamos esperanzados de que vamos a funcionar”, expresa Tapia. Y recuerda que ya han realizado dos manifestaciones en la provincia, y que no descartan más, “para adelante, todo está permitido dentro del marco jurídico, no se descartan más movilizaciones. Se mantendrá la lucha para mantener esta fábrica funcionando y el cultivo de remolacha en la provincia. Esto no está finiquitado” , sostiene.
Ciro Tapia, menciona que los empresarios están unidos y que tienen sus organismos, no así los trabajadores “Y sin lugar a dudas, en la medida que los trabajadores estén unidos, y nosotros (los gremios) podamos organizarnos, le da un sentido distinto a la realidad que viva la zona, de hecho nosotros acá en la zona sur estamos formando la multigremial”, dice a la vez que afirma que están siendo respaldados por la CNTC (Transportes y camioneros principalmente).
Ante la pregunta, de una coordinación a nivel nacional, responde: “No lo habíamos pensado. Pero nuestra preocupación y movilización partió muy pequeña y va creciendo, creciendo y creciendo. El límite son las estrellas.”
Dejando abierta la disposición a organizarse en conjunto con trabajadores de otros lugares y fábricas que hoy se están viendo golpeados por cierres y despidos, como sucedió con Maersk y los anuncios en Pastas Suazo. En el norte del país, se ha levantado una coordinadora por no más despidos, la cual se compone de la Constramet, el Frente de Trabajadores Mineros, Easy, el Colegio de Profesores y fábricas como Orica, el Ferrocarril de Antofagasta a Bolivia, entre otros gremios de trabajadores.
Además, sostiene que frente a los cierres de fábrica y para enfrentar los despidos es viable que en chile se abran experiencias de gestiones obreras, como pasó en argentina el 2001 con la fábrica de Cerámicas Zanon, o el 2015 con Madygraf. Estas son empresas que echaron a andar los mismos trabajadores, en vínculo y solidaridad con las comunidades de la zona, luego de una ardua lucha que implicó la toma de esas Industrias, anteriormente en manos de transnacionales que se arrojaron a la quiebra.“Es perfectamente viable. En la medida que los gremios se unan, en la medida que la clase trabajadora, los transportistas, diferentes gremios o empresas pequeñas que se dedican a un rubro donde el gran empresariado o las grandes empresas y multinacionales se los comen vivos. Hay que estar unidos para que el pez sea más grande”, declara.
Sin embargo, está consciente de que un límite claro a sortear para ello es la división que existe en los trabajadores impulsadas por las sociedades anónimas, que para Tapia están obsoletas, y asevera que hoy es el momento de dar paso a las cooperativas.
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