Por Jorge Muñoz SJ /Vicario de la Pastoral Social Caritas
Hace unos días atrás, en el Congreso se acordó el reajuste del sueldo mínimo después de muchas discusiones. Reconozco que el monto aprobado es un esfuerzo: $288.000 a partir de septiembre 2018 y $301.000 desde marzo 2019, quedando, eso sí, la próxima negociación a más tardar para agosto 2020. Sin embargo, me parece un esfuerzo aún pobre, pues parece imperceptible dentro de la inmensa brecha e inequidad en el reparto del ingreso total del país.
La discusión acerca del sueldo mínimo parece irrisoria cuando se sabe que en las empresas privadas la diferencia entre el sueldo más bajo y el más alto puede llegar a ser de 60, 80 e incluso, 100 veces[1]. Mientras se den estas diferencias no podemos quedarnos tranquilos pensando que estamos dando pasos hacia una mayor justicia social. Pensar así es no querer mirar la realidad. Esta desigualdad resulta escandalosa.
En las últimas décadas, Chile ha mantenido un sostenido crecimiento económico y social, pero a pesar de ello, hay muchas personas que se sienten no consideradas en este desarrollo, pues no experimentan en lo concreto este supuesto bienestar, y tienen razón dado que los más beneficiados de este crecimiento y desarrollo son justamente los que más tienen. Lo dejó en claro la última encuesta CASEN donde no hubo cambios ni en la pobreza multidimensional, ni en las brechas de ingreso.
Por esto, me parece que es bueno y sano iniciar una discusión no tanto por el sueldo mínimo, sino por el sueldo máximo. A algunos, la sola expresión ya les puede causar gracia y podrían pensar que quien quiera dialogar en torno a esto no está en su sano juicio. Sin lugar a dudas, creo que toda persona que intente romper los esquemas considerados normales podrá parecer poseída por la locura ante los acomodados con el sistema.
Cuando se habla de sueldo máximo no se piensa en un monto, sino en un criterio que vaya disminuyendo real y experiencialmente la brecha entre el sueldo más bajo y el más alto en toda empresa e institución.
Lo que verdaderamente irá teniendo un efecto en una equitativa distribución de los ingresos es velar para que la distancia no se mantenga sino que decrezca.
No sacamos nada con incrementar el monto del sueldo mínimo si lo doblamos en los niveles más altos. Es más, en tanto que los recursos son limitados, mientras algunos tengan en exceso siempre habrá otros que vivirán en la miseria.
A algunos, esta tarea les puede parecer titánica, utópica o ilusoria. Otros dirán que es algo completamente imposible. Sin embargo, “seamos realistas, pidamos lo imposible”.
Pensar en quebrar los esquemas que hasta ahora hemos considerados normales pudiera parecernos algo imposible, aunque hoy se nos presenta como un deber de justicia.
Convoco a soñadores y quijotes, convoco a quienes creen que otro mundo es posible, convoco a todos quienes quieran sumarse. Hablemos de un sueldo máximo.
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