Por Francisco Javier Díaz/ Abogado, ex subsecretario del Trabajo.
El jueves, en su primer discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas en este segundo mandato, el Presidente Piñera tomó dos decisiones tácticas: una, no referirse al tema de Bolivia en La Haya; y dos, auto presentarse como campeón en materia medioambiental. Lo primero tiene una explicación lógica: a estas alturas, cuando faltan 4 días para la sentencia definitiva de la corte internacional, no tiene asunto arriesgar teorías ni adelantar reacciones. Pero la segunda decisión llamó la atención: ¿por qué abordar tan centralmente el tema ambiental, que nunca ha sido prioridad ni para él ni para su administración?
Si se abordó el tema, es porque en La Moneda preocupa. Miran con atención lo que está ocurriendo en la ciudadanía. Recuerdan que la génesis de las protestas en su primer mandato no fue estudiantil, sino que ambiental. Perciben que la opinión pública sospecha de las empresas, y que la derecha está más asociada a las empresas. Son conscientes de que en materia de energías limpias, el gobierno de Bachelet les dejó una vara inalcanzable. E intuyen que las últimas semanas no han sido buenas para el gobierno en esta materia.
En el binomio energía y medioambiente, su primer gobierno avanzó prácticamente nada. El símbolo fue la aprobación en primera instancia del controvertido proyecto Hidroaysén en 2011, defendiendo esa opción como la única opción de futuro, porque según el propio Presidente, la opción de “energías limpias y renovables no son suficientes”. Sin ese tipo de decisiones difíciles, dijo entonces, “estamos condenando a nuestro país a un apagón hacia fines de esta década”. Y la consabida cita Churchilliana: “un gobierno serio y responsable no debe pensar en la próxima elección, sino que en la próxima generación”. Esta opción sería brutalmente desmentida pocos años después en el gobierno de Bachelet II, con Máximo Pacheco a la cabeza de Energía, y el aplauso mundial por el enorme avance del país en energías renovables no convencionales.
Hoy, diversos episodios han nublado los esfuerzos comunicacionales del gobierno en la materia. Primero, un inesperado cambio en el Ministerio de Medio Ambiente. No solo se pierde continuidad (en su primer gobierno, Piñera tuvo 5 ministros de Energía en 4 años), sino que, además, se pierde la experiencia política de la actual Ministra de Educación. Luego, explota el episodio de Quintero-Puchuncaví, donde si bien todo el arco político reconoce que la contaminación viene de hace años, lo cierto es que la reacción del gobierno ha sido equívoca y tardía, partiendo por la inexplicable culpa que intentó achacar a ENAP.
En su discurso en la ONU, de hecho, Piñera se refirió a lo único rescatable en el lamentable episodio de Quintero, que fue su visita al lugar a pocos días de ocurrida la emergencia. Pero más allá de aquel cálculo, lo cierto es que desde entonces el gobierno no ha logrado dar señales de control sobre el tema; al contrario, solo se aprecia improvisación y excesiva cautela frente a las empresas, mientras se suspenden muchas clases y pocas emisiones.
Los episodios siguen, y vienen dos controvertidas aprobaciones: la de las tronaduras en la mina de carbón en Isla Riesco, Tierra del Fuego (método que había sido rechazado en el gobierno anterior), y la aprobación del proyecto de centro de distribución de Walmart, en San Bernardo, con mil camiones diarios circulando frente a una población, para que la mega-multinacional abarate sus actuales costos.
Y para rematar, el bochorno internacional que ha significado la (no) firma del Acuerdo de Escazú, del que Chile fue principal promotor por varios años. El episodio no solo denotó un escaso compromiso con el tema ambiental, sino que además, el poco profesionalismo de quienes asesoran al Presidente en temas internacionales, puesto que si tenían alguna duda, debieron haberla planteada hace meses, y no a última hora.
Por eso el discurso del Presidente ante la ONU. Lo de Piñera Verde fue un verdadero ataque preventivo. Porque es un tema sensible, que puede escalar en contra de manera insospechada, el gobierno trata de impedir que la poca preocupación por el tema ambiental y la poca visión en materia energética, se instalen como sentido común en la ciudadanía.
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