Sus compañeros de bancada lo tildan de personalista, ha tenido más de un encontrón público con el senador y presidente del PS Álvaro Elizalde y parece llevarse mejor con Jorge Sharp, con quien comparte la idea de que las bases de su partido están en la misma línea de lo que quiere el Frente Amplio. El ex vocero del gobierno de Bachelet reconoce que las razones de la derrota electoral se le cruzan por la cabeza hasta el día de hoy y que cualquier proyecto futuro de izquierda tiene que ponerse como requisito la superación del neoliberalismo.
Antes de la segunda vuelta entre Alejandro Guillier y Sebastián Piñera, el ex vocero del gobierno de Michelle Bachelet, Marcelo Díaz Díaz (47, PS), compartió un análisis con sus cercanos: Si vota mucha gente, se puede ganar. La definición, pensaba, sería milimétrica, y el resultado final se conocería más tarde de lo habitual.
La idea le sigue pesando hasta hoy, porque los resultados mostraron que no podía estar más equivocado. A las 7 de la tarde ya se sabía que Piñera arrasó y se convertiría por segunda vez en Presidente. “No supimos leer el país que nosotros mismos construimos”, reconoce.
Hoy el otrora vocero es un activo diputado de la oposición. Comentarista habitual de la coyuntura, se ha posicionado con un voz propia dentro del PS, lo que incluso le ha valido las críticas de su pares.
Dice que miró con interés la visita a Chile de Íñigo Errejón, líder de Podemos y una idea que dio en su discurso: La izquierda tiene que ofrecerle a la gente un camino de gobernabilidad para que sus vidas prosperen, no un asalto al Cuartel Moncada. Ese camino -y desafío, en tiempos del alza de la ultraderecha- , según él, lleva a la superación del neoliberalismo.
“Necesitamos un proyecto que sea capaz de hacerse cargo de la realidad de los chilenos hoy, para transitar desde ahí a un estado superior de desarrollo familiar, personal y colectivo”, afirma.
– ¿Con quiénes proyecta eso?
– Con todos los que se sientan identificados. Pero ahora, por una propuesta de acuerdo para primarias, entramos en un debate puramente de poder, de cómo hacemos para no perder, no de porqué tenemos que ganar.
– El debate de las siglas.
– Exactamente. Esa dinámica, esa manía de construir desde arriba no se hace cargo del tipo de sociedad que tenemos, del tipo de país. La gente va a castigar al progresismo si solo nos ve buscando cómo agruparnos para no perder si detrás de eso no hay una propuesta de país que se haga cargo de la expansión de los derechos, de la seguridad y orden público, del crecimiento económico. Y que esa propuesta sea de cambio sensato y sereno, del nivel de desarrollo en que estamos hoy a uno superior.
– El alcalde Sharp dijo hace unos días que las bases del PS estaban más de acuerdo con el Frente Amplio que con Convergencia Progresista. ¿Está de acuerdo?
– No está equivocado. Creo que si uno mira la discusión del programa del Partido Socialista, nuestra propuesta es lo que dice el Frente Amplio, aunque ellos también están en un proceso de análisis, de reflexión y en ellos también hay una tensión, entre quienes son conscientes de que no hay posibilidad de gobernar sino desde una amplia mayoría y que eso requiere de un diálogo generoso con otras fuerzas, y de aquellos sectores que creen en el purismo, de no tranzar una sola idea. Esa es la diferencia entre tener vocación de mayoría y vocación de minoría. Los partidos son por esencia candidatos al poder, no a mirar las cosas desde los márgenes, hay que avanzar en la construcción de ese programa. En la base socialista está con la convicción de un programa de cambios y transformaciones, que tiene que ser capaz de encarnar los anhelos mayoritarios de los chilenos, porque de lo contrario no basta con que digamos a dónde queremos llegar, tenemos que decir cómo hacerlo. y cómo no le desarmamos la vida a los chilenos en ese proceso.
– ¿Que lección sobre eso arrojó el gobierno de Bachelet y el triunfo de Piñera?
– Que la gente sí quiere cambios y que los quiere de forma serena, y no me refiero a la disputa en el gobierno anterior entre gradualistas y no gradualistas porque era una ficción, ningún cambio fue inmediato. Me refiero al concepto que había detrás de la lógica de Miterrand cuando hablaba del socialismo francés como la fuerza tranquila, el cambio tranquilo. La gente quiere cambios, pero que les permitan avanzar en su trayectoria vital. Y en Chile, ese proyecto, no tengo ninguna duda, es un proyecto de superación del neoliberalismo.
– ¿Y cree que las actuales directivas de los partidos de la ex Nueva Mayoría tengan la intención de superar el neoliberalismo que ayudaron a fortalecer?
– Es un debate que se está dando. Si uno los ve formando coaliciones, diciendo que no son lo que son, armando nombres, creando timbres, claramente parece que eso es lo prioritario. Pero no creo que la gente de los partidos no tenga la capacidad intelectual como para darse cuenta de que no es por la vía de hacer más de lo mismo que vamos a recuperar el apoyo mayoritario de los chilenos. Hay todavía mucho desconcierto y eso te hace cometer errores. Creo que la trilogía es construcción de confianzas, conocernos entre fuerzas diversas o fuerzas que estuvimos juntas y las confianzas se fracturaron, como las hubo en la Nueva Mayoría, y con fuerzas alternativas como el Frente Amplio, en el Parlamento hay cosas que estamos de acuerdo, otras no, hay proyectos que presentamos juntos, coincidencias relevantes, hay todo un proceso de construcción de confianza. Segundo, un desarrollo programático compartido, la construcción de un proyecto de país compartido con una matriz clara: superación del neoliberalismo. Y un tercer componente: estarán en la misma coalición aquellos que hayan transitado por las dos etapas previas, con quienes hayamos construido o reconstruido confianzas y con quienes compartamos ese proyecto de país que supere el noeliberalismo. Y de manera categórica, el PS no debe aceptar ningún intento de veto o exclusión.
– Llama la atención escucharlo decir eso, porque esta semana su propia bancada lo trató de personalista.
– Si pues, llama la atención. Algunos le llaman personalismo al hecho de tener una opinión y decirla. Yo me resisto a pensar que solo algunos tienen derecho a hablar y el resto tiene que guardar silencio y obedecer. Esa disciplina mal entendida es contraria a la lógica democrática y a la necesidad de debate y reflexión que necesitamos. Eso también tiene un poco agotada a la militancia. Esta semana estuve en Punta Arenas y Puerto Montt y con los socialistas con que hablé, quieren ser parte de la deliberación. Es muy curioso lo que está pasando, pero la militancia tenía más información en los tiempos de la clandestinidad de lo que tenemos hoy día. Todos los militantes podrían tener un correo electrónico con el servidor del PS y recibir todos los días un estado de situación.
– ¿Y eso no pasa?
– ¡Claro que no pasa! ¡Y la militancia está aburrida! Creo que eso se va a expresar en el Congreso, de que no se puede incidir nada, de que se tengan que enterar por la prensa de muchas cosas que se decidan y se hacen. Y no solo en el PS: los dirigentes del PPD del sur también se enteraron por la prensa de la creación de la Convergencia Progresista. Y no es que uno se oponga, coordinarse con ellos me parece estupendo, pero esta operación de montar un timbre fue tan mal hecha que cayó mal para todos lados. Hubo que explicarlo uno y otra vez. Al final es lo que dice Fuad Chahin, ¿quién quiere ser invitado a un pacto que no constituyó desde sus orígenes? Ojalá nos vaya bien y podamos armar un gran pacto progresista desde el Frente Amplio hasta la DC, concurramos todos a una nueva fuerza política en torno a un proyecto compartido. Y en ese momento, Convergencia Progresista o como quieran llamar a este niño, a este bebé, se extinguirá por muerte natural.
La razzia en Cultura
Es lunes de semana distrital y Díaz llega unos minutos retrasado. Viene de la comisión investigadora de los contratos en TVN, que citó ese día para no perder tiempo. Su asesora de prensa dice que es trabajólico. Su página del Congreso muestra que, a diferencia de varios de sus colegas, envía todas las semanas oficios a organismos públicos para fiscalizar sus labores.
Díaz preside la comisión de Cultura y desde esa vitrina dice estar indignado por el Presupuesto 2019, que rebajó el financiamiento a varios centros y teatros a lo largo del país.
– El gobierno se queda con que el presupuesto general en Cultura aumenta.
– Y nadie ha dicho lo contrario, el presupuesto aumenta en un 4%. Lo que pasa es que va a partidas que tienen que ver con la implementación del ministerio, personal, oficinas, equipamientos, pero en las lineas de acción programáticas, las que van a acciones culturales concretas, hay una disminución muy importante de casi todas las lineas. Se recorta el 30% de seis instituciones claves. Hace poco estuve en el Teatro Regional del Bío Bío, que fue entregado hace 7 meses a la comunidad, es un teatro maravilloso que toda región debiese tener y que sin los recursos del Estado, va a ver seriamente afectada su capacidad de gestión y la posibilidad de abrir sus puertas. Algo parecido pasa con Balmaceda 1215, que para los que no tienen idea no está solo en Santiago, está en Concepción, en Antofagasta, en Valparaíso, en Los Lagos. El Museo Violeta Parra lo más probable es que tenga que cerrar. Teatro a Mil, que tiene una buena gestión privada, le dices hoy, noviembre del 2018, que los recursos que les entregan para las actividades de enero, bajan en un 30%. Entonces el impacto a todas esas instituciones es una muy mala noticia. También baja el centro cultural La Moneda, baja el GAM, el 10% en centro patrimonial, baja el fondo audiovisual del CNTV, baja en 17% el área de cultura y promoción de las artes del Ministerio de Educación. Aquí parece que hay una verdadera razzia con la cultura con este Presupuesto.
– ¿Y cómo ve el rol de la ministra Teresa Valdés en todo esto, después del episodio Mauricio Rojas?
– Quiero pensar que ella llegó con esto ya cocinado y tuvo poco margen de acción. Aún no la recibimos en la comisión de Cultura, porque no ha ido. Tuvimos un almuerzo. La veo curiosamente resignada a esta realidad presupuestaria, que ademas repone la idea de la concursabilidad, que todos los que conocen el mundo cultural conocen que la la concursabilidad no es un aliado de la cultura, sino un adversario. Luciano Cruz-Coke propuso presupuestos trianuales al estilo del modelo británico, sobre la base de indicador de logros, que permita desarrollos de un proyecto y la consolidación de una institución cultural.
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