El diputado y exministro del Partido Socialista Marcelo Díaz se ha caracterizado los últimos meses por ser el líder de la disidencia dentro de su colectividad. Con duras críticas a la mesa directiva, liderada por el senador Álvaro Elizalde, el parlamentario evalúa la actual situación del PS y plantea fórmulas para enfrentar los próximos desafíos.
Además, profundiza sobre las coincidencias entre su propuesta y la del gobierno sobre la reforma de TVN, tema que ha liderado desde la oposición.
Usted fue convocado por La Moneda para participar en la reforma a TVN. ¿Ve con buenos ojos el resultado de ese proceso?
Pienso que sí, por lo menos lo que pudimos constatar es que tenemos puntos importantes de coincidencia en temas centrales como el cambio del gobierno corporativo por un sistema más profesionalizado y que deje atrás la lógica binominalizada con la que se designa hoy día al directorio. También hay coincidencia en el modelo de financiamiento, Hay varias alternativas sobre la mesa, pero lo importante es que tengamos un principio rector que ordene la discusión respecto al modelo de financiamiento. Hay que garantizar la autonomía, la independencia del canal respecto de los gobiernos de turno y de la mayoría parlamentaria.
¿Y los puntos que podrían entrampar el acuerdo?
De momento yo no veo nada muy complejo, quizás vamos a tener un desafío y es convencer a Hacienda respecto de la modalidad de financiamiento más razonable para una empresa que tiene características especiales. Seguramente vamos a tener también que convencer al Congreso de que estos cambios son indispensables.
¿Usted está representando a la oposición en esta mesa o es una agenda personal?
No, yo no he sido convocado en nombre de la oposición, he sido convocado en mi condición de presidente tanto de la comisión investigadora de TVN como de la Comisión de Cultura. Probablemente también porque sobre estos temas he venido entregando opinión y propuesta tanto desde el tiempo de ministro y ahora en mi rol de diputado.
Usted se ha caracterizado por ser crítico de la actual directiva socialista, especialmente con el presidente Álvaro Elizalde. ¿Cuál es su diagnóstico?
Más que crítico de una persona, tengo la impresión de que el PS se farreó la oportunidad de haber construido un diseño político inclusivo, del conjunto del partido, para aprovechar la circunstancia que nos dejó la elección, esto de ser un partido con una fuerza significativa en la Cámara y en el Senado. Yo dije que una condición para el éxito era un partido unido y la responsabilidad de generar ese clima le corresponde en primer término a la conducción partidaria. Creo que la conducción del PS ha sido excluyente, porque es lo que hemos sentido no solo yo, sino que varios más. Con decisiones muy poco debatidas, muy poco consultadas, como la Convergencia Progresista.
¿Pero sus diferencias con Elizalde son ideológicas o personales?
Primero, no soy el único que no comparte el sentido de la conducción del partido, hay una mirada compartida que hemos expresado en diversos documentos y votos políticos. No se hizo una lectura de las causas de la derrota y el PS no analizó su propia responsabilidad en la derrota de las elecciones presidenciales. Tampoco hemos hecho una correcta lectura de las razones de por qué el gobierno de la Nueva Mayoría fue tan complejo, tan difícil.
¿Y cuál es su mirada?
La Nueva Mayoría no fue sino la suma de las siglas partidarias en torno a una figura imbatible que era la Presidenta Bachelet. Había un programa, todo el mundo se puso tras la foto, pero cuando llegó la hora de los quiubos en torno al programa empezaron a venir los disensos. Eso nos plantea qué es lo que tenemos que hace ahora, porque si la estrategia del PS va ser exactamente la misma que es la suma de siglas, para ver si la suma de todos da el ancho para ganar una elección presidencial, lo más probable es que cometamos los mismos errores.
¿Cómo se comienza esa construcción?
Mi posición ha sido que el PS tiene primero que fijar su domicilio político, que es la izquierda, no al centro de la izquierda como le escuché alguna vez al presidente del PS. El PS debe reconstruir sus vínculos y alianzas en las izquierdas y a partir de ahí, en torno a una convergencia programática y no a un afán electoral, aspirar a la construcción de esta amplia coalición progresista que vaya de la DC al Frente Amplio.
Usted habla, en primer lugar, de converger con la izquierda. ¿Se ve más cercano al Frente Amplio y al PC que a la DC y al PR?
En el PS, al menos estamos de acuerdo en algo: aspiramos a construir un bloque progresista por los cambios que vaya desde la DC al Frente Amplio. Dicho esto, la primera tarea del PS debe ser construir una convergencia en torno a la izquierda, donde está el PPD, el Partido Comunista y el Frente Amplio. Por cierto los radicales, que han oscilado a veces, pero cada uno tendrá que definir su domicilio político. La DC, en tanto, perfila legítimamente su identidad para recuperar el centro político, centro progresista, y a partir de eso podríamos forjar un entendimiento en torno a una agenda de cambios, que sea claro y nítido.
Si su propuesta es entendimiento con la izquierda como pie inicial, Convergencia Progresista no sería un buen comienzo…
Me parece bien que haya una coordinación, nunca lo he cuestionado. Lo que pasa es que cuando se crea este nombre de Convergencia Progresista nos sorprendimos todos y da una señal errática hacía el Partido Comunista, al Frente Amplio y a la DC, de que aquí hay una coalición. A la luz del tiempo transcurrido uno no podría decir que esta convergencia ha sido un actor relevante, incisivo ni incidente en la política nacional. Su debilidad de origen se muestra por sí misma.
Las últimas semanas ha surgido polémica por irregularidades en la entrega de viáticos a los parlamentarios. ¿Comparte que existe un problema en el sistema?
Yo fui uno de los impulsores de la creación tanto del Consejo de Asignaciones Parlamentarias como del Comité de Auditorías. Esto, con el propósito de excluir a los diputados de las decisiones que tengan que ver con las asignaciones que le entrega el Parlamento y acabar con una crítica muy legítima que había sobre que nosotros mismos nos fijábamos los beneficios que recibíamos adicionales a nuestro sueldo. Lamentablemente esto no se ha resuelto. Llegó el momento quizás de otra reforma más profunda. Si eso significa suprimir los viáticos, modificarlos, reemplazarlos por otra modalidad de apoyo a la gestión parlamentaria para el cumplimento de la labor, yo no me opongo.
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