Por Roberto Pizarro, economista
Cuando el 11 de septiembre de 1973, cuatro Hawker Hunters bombardean la Moneda no buscan sólo terminar con Salvador Allende. Intentan mostrarle a la sociedad chilena que con el palacio presidencial en llamas terminan décadas de historia republicana. La destrucción de la principal institución del país simboliza el término del modelo de sociedad que vivió nuestro país durante gran parte del siglo XX.
Antes fue la Moneda. Ahora es el Instituto Nacional. El accionar represivo del alcalde Alessandri sobre los estudiantes y sus declaraciones para cerrar el Instituto, o refundarlo, apuntan a un objetivo mayor: asesinar la educación pública. El alcalde es fiel complemento de la ministra de Educación, Marcela Cubillos.
El Instituto Nacional, nació junto a la República y, por tanto, su eliminación es un buen símbolo para debilitar a la educación pública. La ministra Cubillos ha preparado bien el terreno. “Aula Segura” sirve para criminalizar la movilización estudiantil, permitiendo a Carabineros atacar sin restricciones las escuelas; “Admisión Justa” reinstala el sistema de selección de estudiantes sobre la base de supuestos méritos; y, el término de las clases obligatorias de Historia oscurecerá la memoria y sin Educación Física la obesidad afectará la salud de las familias más modestas.
Profesores y estudiantes no encuentra respuestas a sus demandas en la ministra Cubillos. Formada en el autoritarismo de una escuela religiosa pagada y admiradora de Pinochet, desprecia el sindicalismo. Amenaza con suspender las subvenciones a las escuelas en huelga y no pagar a sus profesores. El paro de profesores ha entrado en su sexta semana, ya que más del 70% de votos rechazaron la última propuesta del gobierno, con movilizaciones de cientos de miles de personas a lo largo de todo el país.
Por su parte, el presidente del Centro de Alumnos del Instituto Nacional, Rodrigo Pérez, ha manifestado que el alcalde Alessandri, no tiene ningún interés en resolver el conflicto. Sólo ha aceptado dos reuniones. “En la primera, casi se queda dormido y en la segunda no dio ninguna solución efectiva para los problemas que están pasando en nuestra comunidad educativa”.
El presidente Piñera sabe de economía, aunque sea la neoliberal. Entiende sobre la importancia de la educación para impulsar el crecimiento. Cuando la productividad económica y nuestra competitividad internacional se han venido abajo es preciso que todos los niños y jóvenes, independientemente de su condición social, reciban una educación de calidad, sin discriminación de ningún tipo.
Por cierto, el mejoramiento de la educación no sólo tiene que ver con la economía. Una educación sin discriminaciones y de calidad para todos los niños y jóvenes de nuestro país es el camino para reducir las desigualdades y además terminar con las tensiones sociales que favorecen la delincuencia. La educación debe ser factor de integración social y resulta fundamental para avanzar hacia una sociedad más justa, equitativa y democrática. Nada de esto es comprensible para Marcela Cubillos.
A la ministra de Educación no le interesa la educación pública. Quiere terminar con ella y por ello ataca los avances logrados durante el gobierno pasado. Cuestiona la inclusión, en un intento de reponer la selección de estudiantes sobre la base de criterios ligados al supuesto mérito académico: lo que llama, “Admisión Justa”. Al mismo tiempo, se ha despreocupado por completo del desarrollo de los Servicios Locales de Educación, instaurado por ley en noviembre de 2017, en reemplazo de la municipalización. Y, por cierto, ha modificado los programas de estudio, en desmedro de la Historia y la Educación Física, sin consultar al profesorado.
En suma, no hay que esperar que la ministra Cubillos haga mayores esfuerzos por responder a las demandas de los profesores. Se lo impide su insensibilidad, soberbia y clasismo, pero sobre todo su ideología de rechazo a la educación pública. Por su parte, el alcalde Alessandri la complementa bien, en su propósito de terminar con el Instituto Nacional. El comportamiento de ambos apunta al asesinato de la educación pública.
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