Por Carolina Ceballos
Así, sin ninguna vergüenza, el colectivo abiertamente xenofóbico y no reconocido por el Servel que, desde la declaración de principios que transparenta en su web, llama a defender el nacionalismo, aun cuando este pase a llevar derechos humanos básicos consagrados en la Convención Americana sobre Derechos Humanos y en el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos, ha alzado la voz para, sin ningún nivel de humanidad, decir fuerte y claro que los extranjeros no son bienvenidos en Chile.
La contingencia estuvo marcada, entre otros hechos, por la inexplicable convocatoria a una #MarchaAntiInmigrantes. Con este impresentable hashtag, que se apoderó de los trending topics de Twitter, el llamado emanado desde el Partido Social Patriota, liderado por Gaspar Rivas, fue a oponerse a que ciudadanos de otros países se radiquen en Chile.
Así, sin ninguna vergüenza, el colectivo abiertamente xenofóbico y no reconocido por el Servel que, desde la declaración de principios que transparenta en su web, llama a defender el nacionalismo, aun cuando este pase a llevar derechos humanos básicos consagrados en la Convención Americana sobre Derechos Humanos y en el Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos, ha alzado la voz para, sin ningún nivel de humanidad, decir fuerte y claro que los extranjeros no son bienvenidos en Chile.
Llama la atención que el discurso segregador venga, por ejemplo y además del mencionado Rivas, de otro de sus referentes, un tal Pedro Kunstmann, quien las oficia de secretario general de esta agrupación y quien, durante la última emisión de la semana de “Bienvenidos”, tuvo una performance bastante cuestionada en RRSS, particularmente desde Twitter, donde no sólo se resistió su acotado e incomprensible discurso, sino que además se le enrostró su apellido, que bien poco tiene de chileno y que, en este contexto, se presenta como una contradicción más para quienes incluso lo acusan de negar el Pérez paterno que, de acuerdo a la ley nacional, debiera secundar a su nombre.
Extraño, por decir lo menos. Como extraño y absurdamente obstinado fue el señor Rivas al sostener que la marcha del odio se haría igual, pese al rechazo del gobierno y, en realidad, de casi todo el país.
Vergonzoso todo. Muy precario el nivel de análisis, egoísta y simplista, propio de ideologías que no solo no privilegian la sana convivencia en comunidad, sino que además se instalan como las salvadoras de modelos en crisis en tiempos de desconfianza y decepción generalizada. Así actúa el MSP, usufructuando a partir del desencanto, intentando extender sus tentáculos a través de la manipulación y la ignorancia de algunos que, desesperados, sucumben ante una suerte de caudillismo oportunista y frío, carente de todo principio humano y ético básico. Es en estos contextos de descrédito social que algunos sujetos hambrientos de poder buscan penetrar, arrastrando a su paso lo que sea, reditando desde la precariedad de un país poco ilustrado como el nuestro, donde la penetración de falsas verdades está a la orden del día.
Cuidado ahí, porque no es posible que cualquier personaje intente convencernos de que los inmigrantes son la piedra angular de la delincuencia en nuestro país, un flagelo que, desde La Moneda, no se ha combatido óptimamente. No, no es tolerable que nos intenten convencer sin ningún antecedente concreto. E, incluso, con la coexistencia de estadísticas que echan por tierra cualquier invento burdo de este tipo de conglomerados cuyos referentes instalan ideas tan absurdas como desmentibles. Ideas que aluden a que los inmigrantes se quedan con los puestos de trabajo de los chilenos, a que son los responsables de las alarmantes y cada día más incrementadas cifras de VIH y que, por si fuera poco, en los consultorios nos restan e incluso nos posibilidades de atención.
No, no es aceptable que lo que no ha resuelto la administración de turno, se le eche en cara injustamente a quienes no solo se han visto prácticamente en la obligación de abandonar a su familia (cónyuge e hijos en algunos casos más brutales) para buscar en otro lugar lo que su país natal no está en condiciones de otorgarles. No es aceptable tampoco que discursos elaborados a la rápida, sin ningún argumento válido y más bien sostenidos por un egoísmo y una desidia que resultan francamente paralizadores, tengan cabida en Chile y en ningún otro país. Porque marionetas de Donald Trump no somos. E idiotas, tampoco.
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