Chile cambió. Esta afirmación, que para algunos aún resulta relativa, a mi entender es plenamente correcta y necesaria para comprender las implicancias que enfrentamos como país, en lo que hemos denominado desde diversos actores como el Nuevo Ciclo Político y Social que enfrenta Chile. Lo dijimos como CUT al calor de la elección presidencial: lo que nos jugamos como país no es sólo un Gobierno de cuatro años, sino el primer Gobierno del nuevo ciclo que inicia nuestro país y que, probablemente, marcará los destinos de la patria para los próximos 20 o 30 años.
Este análisis parte inevitablemente de la comprensión de que Chile cambió, pues suponer que seguimos transitando por las mismas aguas en un país que a 40 años de la dictadura comienza a levantarse, impide entender a cabalidad qué implica y los efectos que puede tener el nuevo ciclo que enfrentamos y ciertamente que limita las capacidades de avance que necesariamente debemos enfrentar, con más o menores convicción, como país y desde todos los actores.
Como CUT asumimos que este nuevo tiempo es, en esencia, un tiempo de cambios y transformaciones. Sin embargo, le asignamos la misma importancia a la participación de todos en estos cambios y que por tanto, superemos en los hechos la práctica de Gobernar solo con quienes son parte de la institucionalidad política –entiéndase esta como Gobierno, aliados u oposición-.
Ahora bien, eso no implica una negación o repudio del rol que pueden y que necesariamente deben jugar los partidos políticos. Muy por el contrario, soy una convencida de que los partidos políticos fortalecidos le hacen falta a una verdadera democracia, por tanto no comprendo el ejercicio de participación de todos como un resguardo desde la política de la sospecha, tan extendida hoy, sino por sobre todo como un ejercicio de profundización de la democracia imperfecta que nos rige.
Debate aparte será el que los propios partidos deben enfrentar en torno a cómo efectivamente se logran legitimar y fortalecer en un Chile en transformación y movimiento y donde se exige de éstos una mejor y mayor sintonía con los procesos sociales.
Ahora bien, en este contexto y bajo el entendido de un Chile en transformación, bien vale preguntarse por el rol que jugarán los movimientos sociales en este proceso. Una cosa es ser catalizador y un anclaje evidente de la posibilidad de que hoy hablemos de este nuevo Chile al calor de las movilizaciones que han liderado los actores sociales, pero otra es la pregunta, siempre necesaria, de si una vez iniciado un proceso, debemos mecánicamente mantenernos bajo los mismos parámetros.
Ello, porque resulta llamativo que tras el proceso electoral reciente, una de las mayores “tensiones” y cuestionamientos que se han levantado sea si existirá “luna de miel” para un próximo Gobierno.
Me parece que esta pregunta asume que seguimos transitando por un Chile de aguas calmas y bajo los mismos signos de los últimos 35 años.
Si Chile cambió y efectivamente así lo creemos, ¿por qué suponer que la derrota de la derecha y la asunción de la Nueva Mayoría implica la pasividad del movimiento social? o que el hecho de que el programa de la coalición electa no represente a todos los sectores y actores debe ser una necesaria condición de conflictos, como si este ejercicio fuese el único posible para el movimiento social.
Más importante que preguntarse si los actores sociales se van a movilizar, es preguntarse para qué, pues en esa respuesta viene dada la direccionalidad y forma de la movilización social.
Lo cierto es que la movilización hoy debiera venir a desatar los amarres de este nuevo ciclo político y, por tanto, irá contra quienes no quieren permitir este avance, la movilización será finalmente, contra quienes impidan el avance de las necesarias reformas políticas, sociales y económicas.
En este marco, pretender establecer si nuestras movilizaciones son contra el Gobierno el día 1 o 100 es una falsa contradicción, pues nuestras movilizaciones no son contra las instituciones, sino que son movilizaciones de clase.
En reiteradas oportunidades se me ha consultado en mi calidad de presidenta de la CUT si habrá luna de miel con el nuevo Gobierno o si el hecho de haber expresado nuestra cercanía programática- al calor de la segunda vuelta- con el programa de la Nueva Mayoría, es un antecedente para entender que el movimiento sindical será un actor más bien pasivo en este próximo periodo.
Si bien son legítimos, ambos cuestionamientos me resultan lejanos para los tiempos que vivimos.
Por un lado, pensar en una luna de miel es pensar bajo cánones que hoy no son posibles, pues todo proceso de cambios, transformación y movimiento como el que vive Chile implica aguas agitadas e insisto, no solo demandas sino también amplia participación y diversidad de expresiones de ésta desde el mundo social.
Y en torno a la cercanía o lejanía con los programas, el necesario pronunciamiento de la CUT ante dos proyectos país que se disputaban la segunda vuelta electoral, no restringe independencia, dada por el actor de clase que representamos; ni autonomía, toda vez que la CUT tiene su plataforma para el período, la que claramente no se reduce a un programa de Gobierno y, por tanto, esa es nuestra carta de navegación y, en ese camino, esperamos que efectivamente los aspectos que van en la línea de fortalecer el sindicalismo dentro del programa de la nueva mayoría se concreten a la brevedad.
Es aquí donde creo que tenemos que hacer la reflexión más necesaria, pues para que se concrete un programa que avanza en el fortalecimiento del sindicalismo en nuestro país no basta con entendernos sólo como actores en movilización.
No cabe duda alguna que si hoy se habla de reformas estructurales en educación es precisamente por la fuerza de la movilización desarrollada y, sobre todo, por la transversalidad de actores que fueron parte de este proceso y ciertamente que lograr que el debate de reformas laborales se instalara en el debate país tuvo mucho que ver con el paro del 11 de Julio que convocamos como Central Unitaria de Trabajadores.
Nuestra propia historia nos demuestra que nuestras luchas son las que han permitido los avances y contamos en nuestras filas con el recuerdo vivo de más de 300 dirigentes sindicales detenidos desaparecidos por luchar contra la dictadura, por tanto, nunca ha sido el instrumento movilización descartado ni evitado por el movimiento sindical, pero vale preguntarse con justicia por nuestra propia historia: ¿solo esa es la forma que tenemos de incidir en un cuadro de cambios como el descrito?
Las marchas como herramientas de cambios son necesarias, pero no suficientes para entrar en el nuevo ciclo político, hoy necesitamos sobre todo incidir en la toma de decisiones.
A mi entender, hoy no debemos ponernos límites y en el nuevo ciclo tampoco podemos limitarnos solo a la tradición.
Creo firmemente que en tiempos de disputa ideológica como son los que vivirá nuestro país en el marco de las transformaciones propuestas por la Nueva Mayoría, no habrá quietud y las movilizaciones serán parte de este proceso, pero eso no puede impedirnos superar las fronteras de la acción de fuerza en las calles para incidir en todos los espacios posibles: en los debates legislativos, en los espacios que desde el ejecutivo se abran para participar y evidentemente en el debate con todos los otros actores del mundo del trabajo, que necesariamente deben ser parte de este proceso.
No solo existimos los trabajadores en el mundo del trabajo. ¿O es que acaso esperamos que solo seamos los que estamos de acuerdo los que participemos de las transformaciones?. Una verdadera democracia y un ejercicio pleno de ésta debe ser capaz de abrir espacios a todos, incluso a los que pensamos distinto.
El primer año de este Gobierno debe ser el de las transformaciones sociales y, particularmente, de los trabajadores. En tanto, somos motor de toda sociedad, debemos ser capaces de llevar a este país por el camino de un nuevo ciclo, eso significa construir con el resto de la sociedad los espacios y reformas que nos reposicionen en la senda del desarrollo, pero ya no solo un desarrollo en base al capital sino un desarrollo en base a los salarios y el mejor porvenir de todos y todas.
En el inicio de un Nuevo Ciclo para Chile estamos todos desafiados a ser capaces de afectarnos de las transformaciones, no solo a demandar que otros asuman los cambios sino ser capaces de cambiar nosotros también para adaptarnos mejor a los desafíos futuros.
Por mi parte, creo que los cambios en materia laboral son una urgencia, no solo por la deuda que existe con los trabajadores y trabajadoras, sino sobre todo porque concretados los primeros pasos, podremos como movimiento sindical unido y fortalecido, enfrentar el resto de los debates país.
Ser actores en el debate sobre educación, nueva constitución, sobre el proyecto de desarrollo país, es decir, una vez avanzado lo urgente no ponernos limite alguno para aportarle a Chile, desde la mirada del sindicalismo, nuestras propuestas para un Chile mejor y sin desigualdad.
Ese es el desafío y en ese camino es que seguiremos construyendo.
Fuente: www.diariodigital.cl
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