Por Germán Silva Cuadra, Director del Centro de Estudios y Análisis de la Comunicación Estratégica (CEACE), Universidad Mayo
Desde hace un par de meses, la derecha comenzó una estrategia comunicacional muy agresiva para generar temor en la ciudadanía, vinculando la opción Apruebo a la violencia. Un objetivo directo y muy poco creativo. Y, claro, de campañas del terror varios tienen experiencia, recordemos que fue el foco en que se concentró la campaña del Sí en 1988. Además de la falta de argumentos, cometieron la falacia de envolver en un solo saco a ese grupo mayoritario que exige cambios profundos, que se manifiesta a favor de una nueva Constitución y que incluso incorpora a gente de su sector, como Lavín, Ossandón, Bellolio, Marcela Sabat, entre muchos. Pero el plan no fue elaborado por La Moneda, sino por un sector de Chile Vamos, encabezado por un poco consistente Andrés Allamand, quien, además de darse una voltereta olímpica, ha intentado ser el rostro del Rechazo, buscando competirle directamente a José Antonio Kast
Un relato majadero y simple. La campaña del terror de Allamand no hace más que cuestionar la inteligencia de la gente. En su analogía del paradero, el senador ha intentado instalar un argumento que pareciera ser esquizofrénico: “Rechazar para reformar”.
Es decir, intentar que los ciudadanos se compren la idea de que votando en contra lograrán una vía exprés a las expectativas de cambio planteadas desde el 18/0. La publicidad radial es muy gráfica: rechazando, el Congreso podrá avanzar de inmediato en las demandas, en vez de esperar dos años al proceso Constituyente. Tome nota de la frase: “Voto por ahora mejores pensiones, mejor salud y mejor trabajo”. ¿No le recuerda ese populismo de “tiempos mejores”? Además, la propia derecha ha insistido en que esos puntos no son parte del debate constitucional.
Y, claro, prometerles a los chilenos que el Congreso es mejor alternativa de cambios que la propia ciudadanía –que estaría representada en el proceso–, es también una falacia. El mejor ejemplo es que, a principios de enero, se votó la alternativa que el agua pasara a ser bien de uso público con rango constitucional, y TODOS los senadores de Chile Vamos estuvieron en contra.
Los creativos de la estrategia del miedo parecen no haber aprendido de la gran cantidad de estudios que demuestran que las personas tienen un cierto nivel de tolerancia a la exposición de estímulos agresivos y que, cuando se supera, no solo deja de tener el efecto buscado, sino que provoca el resultado contrario. Los humanos somos capaces de darnos cuenta de que alguien está tratando de distorsionar la percepción que tenemos de nuestro entorno. En resumen, una parte de la derecha se jugó por establecer una caricatura del Apruebo ligada a la violencia y apostar a que los medios tradicionales siguieran destacando solo esa asociación.
Pero, así como en el fútbol, no hay peor gol que el autogol. La estrategia del miedo no calculó que las redes sociales y los medios alternativos –que han cumplido un rol clave en estos cinco meses mostrando el Chile que se ve en la calle– terminarían por poner, en el mismo nivel con que criticaban a los otros, a su propia gente. Claro, Allamand no contaba con que los grupos de choque –incluyendo Patria y Libertad y el raro movimiento “Capitalismo Revolucionario»– copiarían el estilo y look de la “Primera Línea”. Pese a los cientos de videos, Twitter e Instagram, que habían develado por semanas a estos violentistas de derecha, no sería sino hasta el sábado 7 que los medios tradicionales se vieron obligados a mostrar a unos matones, encapuchados, armados de escudos, palos y gas pimienta que golpeaban a destajo, ni más ni menos, escoltados por Carabineros.
Y esta copia poco creativa de la “Primera Línea”, también compuesta por jóvenes, cometió un error propio de millennials y de quienes se sintieron protegidos por Carabineros: publicar fotos de uno de los “cuarteles” que utilizaron ese día.
Lo interesante es que, gracias al caso Bulnes 80, la derecha del Apruebo logró sacar la voz y tomar la delantera en su sector, encabezados por un Joaquín Lavín, que, a los pocos minutos de conocerse la noticia, arremetía con fuerza contra su propio partido. Al alcalde –que sigue peleando por ser incluido en la franja televisiva– incluso se le abrió una oportunidad insospechada, que es poder congelar su militancia –e incluso renunciar a la UDI–, lo que le ampliaría de manera importante el espectro de votantes que tiene hoy, afianzando su opción presidencial. Para la estrategia de Allamand, este fue un traspié, tanto, que ha debido guardar un religioso silencio.
Quedan –si es que el COVID-19 y la locura colectiva lo permiten– solo cinco fines de semanas de campaña. En ese período veremos si la derecha dura asume el error de la estrategia del miedo y alcanza a hacer un giro. O si la Fiscalía y Carabineros –cuestionados a diario y con escasa legitimidad ciudadana– son capaces de actuar con igualdad y aplican los mismos criterios a las dos “Primeras líneas”. También veremos si la UDI y José Antonio Kast logran controlar a sus encapuchados o bien terminan contemplando, al igual que los partidos de oposición, cómo algunos grupos radicales siguen actuando con violencia sin poder tener ninguna injerencia en sus conductas.
Pero, además, podremos observar si la oposición logra salir de su estado de división y confusión permanentes. Sus partidos –con muy poca coordinación y alineamiento– tienen una oportunidad en la franja, considerando que están todos por el Apruebo, lo que no garantiza que puedan hacer una propuesta de cómo conducir el proceso Constituyente una vez que gane esa opción –todo hace suponer que el triunfo será más o menos holgado–.
Creo que la vía de las Acusaciones Constitucionales e incluso la opción de la inhabilidad –solo hubo una consulta de dos parlamentarios, que no ha sido apoyada por el resto– es un camino de una pobreza abismante. Lo que la gente espera es liderazgo y un proyecto que mostrar al país. En todo caso, cuesta pensar de qué podría servirle a la oposición adelantar las elecciones
Es la hora de condenar la violencia de todos los lados y olvidarse de utilizarla como argumento. Pero también es el momento de que derecha y oposición hagan un esfuerzo mayor por entender el país que está surgiendo después del 18/0. Aún lejanos a responder a las expectativas y necesidades de la gente –Parlamento y partidos tienen una evaluación tan mala como Piñera–, perdidos en discusiones cerradas y promoviendo el Apruebo y Rechazo sin poder traducir a las personas por qué es tan importante una Constitución moderna que se adapte a los tiempos y permita fijar las reglas del juego por los próximos 50 años.
Pero no puedo terminar sin plantear una analogía que permite entender el país actual con relación a cómo se distribuyen los distintos grupos de cara al plebiscito –que, de acuerdo al criterio de limitar a 500 personas las que pueden estar en un evento masivo, no podría realizarse–. Lo ocurrido en todos los estadios chilenos –antes de que se dictaminara que jugarán sin público– desde enero y hasta hace una semana, era un 65-70% gritando el “hit” del verano –aludiendo al Presidente y Carabineros–, un 24-29% silencioso y molesto en tribuna numerada, y un 1% de gente participando en actos de violencia, ante la impotencia del resto.