Cuando Jeffrey Sachs publicó en 2005 su libro «El fin de la pobreza», algunos lo consideraron demasiado optimista por creer posible erradicar la indigencia de la faz de la Tierra.
Pero ahora, en medio de una de las peores pandemias y crisis económicas globales en varias décadas, cuesta percibir el optimismo de este renombrado experto en desarrollo sostenible de la Universidad de Columbia y de Naciones Unidas.
«Esta pandemia es extraordinariamente grave», dice Sachs en una entrevista exclusiva con BBC Mundo. «Va a empujar a cientos de millones de personas a la pobreza».
A su juicio, ahora probablemente «está perdido» el objetivo de eliminar la pobreza extrema global hacia 2030, fijada en los Objetivos de desarrollo sostenible de la ONU que él mismo ha impulsado.
Sachs, quien ha sido señalado por distintas publicaciones como uno de los líderes o economistas más influyentes del mundo, fustiga la respuesta del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, a la crisis de covid-19 y lo ve como un intento de crear una Guerra Fría con China.
Pero también critica las políticas de presidentes latinoamericanos como el mexicano Andrés Manuel López Obrador o el brasileño Jair Bolsonaro, considera probable que Argentina incumpla el pago de su deuda y describe «el peor escenario que hemos visto en la región en mucho tiempo».
Lo que sigue es una síntesis del diálogo por Zoom con Sachs, quien apoyó la precandidatura presidencial hoy retirada del senador Bernie Sanders en EE.UU. y se apresta a publicar un nuevo libro sobre «Las eras de globalización».
¿Cuál es su mayor preocupación en este momento en términos económicos?
Ahora economía es salud pública.
Si se controla esta pandemia, se restaura la vida cotidiana y económica.
Si la pandemia no se controla y seguimos propagando el virus alrededor del mundo, si afecta mucho a los países pobres y a los países de ingresos medios, los impactos económicos durarán años y serán muy graves.
Si esos impactos económicos muy graves conducen a una crisis financiera, lo cual es una posibilidad real porque muchos países corren el riesgo de no poder pagar sus créditos internacionales o enfrentan una desestabilización financiera muy importante en sus economías, eso multiplicará los efectos.
Si tenemos una crisis financiera, una crisis de salud pública y una crisis geopolítica, tendremos otra era de Gran Depresión.
Muchas cosas pueden salir mal en este momento.
Hay una manera de que las cosas salgan bien, pero no estamos siguiendo esa trayectoria porque la calidad del liderazgo en muchos países, comenzando por EE.UU., es tan mala que estamos teniendo resultados muy malos cuando podríamos estar mucho mejor.
Y, lamentablemente, la perspectiva es de resultados todavía peores en el futuro.
Tenemos un liderazgo terrible en EE.UU, un liderazgo miserable en Brasil, un mal liderazgo para esta crisis en México.
Muchas economías emergentes están comenzando a verse muy afectadas, y todo esto podría llevar a un desastre creciente.
A corto plazo, hay mucho dolor económico junto con las muertes y los confinamientos.
Pero estamos justo en el momento en que hacemos una buena salud pública o nos enfrentamos a trastornos económicos que durarán años. Y me temo que estamos yendo más en dirección de esto último.
¿La pandemia está aumentando la brecha entre ricos y pobres en un mundo que ya era bastante desigual?
Tenemos que estar muy preocupados por el gran aumento del hambre en los países pobres.
El sistema internacional no es muy generoso ni orientado hacia grandes rescates, aunque se han dado algunos pasos notables a corto plazo, como la moratoria del servicio de la deuda de los países pobres a los acreedores oficiales en el Club de París.
Eso fue muy bueno.
Para los países pobres, crisis significa indigencia. Para países de ingresos medios o ricos, significa dolor.
Incluso en EE.UU., por la debilidad de nuestra red de seguridad social, será desesperación para mucha gente.
Nuestra tasa de desempleo es de 20% más o menos. Sólo la mitad de la población adulta tiene un trabajo en este momento, es absolutamente impactante.
Entonces, hay dolor incluso en los países ricos. Pero en los países pobres, el margen podría tornarse rápidamente desesperante.
No hemos visto eso exactamente todavía, pero estamos en la etapa inicial de esta epidemia.
También tenemos muchos países en desarrollo donde la enfermedad está surgiendo.
Brasil es uno, Ecuador otro, México probablemente otro.
Los datos son terribles. Los datos oficiales apenas dejan entrever una pequeña parte de la realidad en este momento.
Los informes recientes sobre el exceso de muertes muestran que, en algunos países, las muertes oficiales registradas por covid-19 son quizás una décima parte o un cuarto de lo que aparece como exceso de mortalidad.
Entonces, no solo estamos en una fase temprana y dramática, sino que no estamos viendo con precisión el panorama de lo que sucede en esta etapa.
América Latina avanzó en la reducción de la pobreza en los primeros años de este siglo, pero la tendencia se revirtió con el fin del boom de las materias primas y ahora la región enfrenta esta crisis. ¿Hay un riesgo de que desaparezca la nueva clase media que surgió en Latinoamérica?
La única noticia positiva para gran parte de América Latina es que hay regiones productoras de alimentos.
Por lo tanto, debería haber comida en muchos países y en la región.
Pero piense en cuántos países están muy afectados en este momento.
Brasil está tan desastrosamente gobernado que ya estaba en crisis, pero con Bolsonaro se está convirtiendo en una crisis aún más profunda porque el gobierno federal es, como en EE.UU., incoherente y de escasa ayuda para detener la epidemia más allá de lo que hacen los gobernadores estatales.
Sabemos que Ecuador y Perú se enfrentan a un fuerte impacto de la epidemia.
Es probable que México suceda lo mismo porque AMLO (como se conoce al presidente Andrés Manuel López Obrador) ha estado básicamente en negación, como Trump y Bolsonaro.
México ya se encuentra en una terrible crisis porque el presidente puso de manera inexplicable e incompetente todas las fichas en Pemex (Petróleos Mexicanos, una entidad estatal), justo cuando el mercado petrolero se derrumba.
Y México no tenía por qué tratar de redoblar las inversiones de Pemex. Fue un desperdicio completo de recursos nacionales.
Argentina ha estado en crisis, claro.
Es probable que se produzca un incumplimiento de pagos (de deuda), porque si bien en mi opinión hizo una oferta muy profesional y acertada a los acreedores sobre cómo evitar el default, los acreedores no son muy inteligentes para evitar su propio daño.
Por lo tanto, es probable que veamos un incumplimiento de pagos.
Y aunque eso quizá sea lo mejor que Argentina podría hacer por sí misma, no es un buen panorama.
Venezuela ha estado bajo agresión total de EE.UU., al extremo de que vayan mercenarios a matar o secuestrar al presidente.
Es una historia impactante de EE.UU. aplastando la economía, la sociedad y ahora golpea la pandemia.
Chile, el lugar más estable y mejor gobernado en la región, se incendió el año pasado con las protestas por la creciente desigualdad. Eso fue antes del covid-19.
Es el peor escenario que hemos visto en la región en mucho tiempo.
Y, dada la falta completa de cooperación internacional y la incapacidad absoluta del gobierno de Trump de hacer algo constructivo en cualquier frente, ya sea doméstico o internacional, uno no puede ser demasiado optimista sobre la escena latinoamericana en este momento.
Es casi en todas partes un panorama bastante sombrío de una región muy afectada, donde la crisis se profundizará.
Ojalá pudiera ser más optimista, pero en este momento es difícil ver puntos positivos.
¿Y qué dice de EE.UU. el hecho de que haya quizá millones de personas pasando hambre en el país más rico del mundo, o que los latinos y afroestadounidenses sean los más afectados por el covid-19?
La primera regla es no tener un psicópata como presidente. Tenemos el peor presidente en la historia de EE.UU.
Esto ya era obvio para quienes observaron de cerca en los últimos tres años.
Pero este hombre es absolutamente venal, narcisista, ignorante y desafortunadamente se interpuso en el camino de la mínima cordura en la respuesta a esta crisis.
Por eso EE.UU. tiene más de 80.000 muertos, un colapso completo de nuestros sistemas de salud pública y una incapacidad absoluta de este país rico y poderoso, lleno de talento, para hacer lo mínimo: obtener máscaras faciales, rastrear contactos (de personas infectadas).
No hacemos lo básico en EE.UU.
Y luego, la idea brillante de este hombre es dejar de financiar a la OMS en medio de una pandemia global: absolutamente destructivo.
Está mentalmente trastornado. Pasa cada día en su cuenta de Twitter atacando a personas aquí y allá, acusando al expresidente (el demócrata Barack Obama) de grandes crímenes, acusando a China de terribles crímenes.
EE.UU. perdió por completo el rumbo al tener a este hombre como presidente.
Creo que durante un tiempo las élites poderosas lo vieron como una especie de idiota útil: recortó sus impuestos, aumentó la oferta de dinero, el mercado de valores estaba en alza…
Pero no se puede tener esta combinación de narcisismo maligno e ignorancia en medio de la peor crisis de la historia moderna.
Y eso es lo que tenemos, desafortunadamente.
El presidente Trump ha elogiado la forma en que EE.UU. hace test de covid-19 a su población. «Hemos cumplido con el momento y hemos prevalecido», dijo. ¿No es eso cierto?
Tenemos más de 80.000 muertes y el virus no está bajo control.
Meses después del inicio de esta pandemia, no hemos implementado las medidas más básicas de salud pública como los test, el aislamiento y el rastreo de contactos.
Es indescriptible la profundidad del fracaso del gobierno federal.
Lo que sucedió es que la maquinaria del gobierno fue asumida por Trump y sus compinches.
Y aunque hay personas con talento en todo el gobierno, algunos de los mejores profesionales del mundo, no han tenido ningún papel en este fracaso colosal.
Trump es un timador y un propagandista.
Tiene una red leal de televisión de propaganda, Fox News, y un medio de prensa, The Wall Street Journal, ambos de Rupert Murdoch y News Corp. Es una máquina de propaganda que alcanza el 40% del público.
Esa es la base de Trump, la ha tenido desde el principio y parece que todavía la tiene, 80.000 muertes después.
El debate en EE.UU. gira hacia cuándo reabrir la economía. El presidente Trump, presionando por la reapertura, ha dicho que la cura del coronavirus no puede «ser peor que el problema en sí». ¿Cuál es su opinión?
Lo que recomiendo a todos los países, incluidos los países de Europa occidental que también han actuado bastante mal en esto, es mirar lo que ha sucedido en la región de Asia-Pacífico.
China detuvo la transmisión del virus, no al 100% pero de forma sustancial. Corea ha hecho lo mismo: sí, hay brotes, pero muy localizados.
Taiwán, Hong Kong, Vietnam, Australia y Nueva Zelanda han hecho lo mismo.
Si fuéramos gente pensante, estaríamos preguntando: ¿cómo lo hicieron? ¿Por qué no podemos hacerlo?
Bueno, hay una respuesta fundamental para esto y se llama salud pública.
Significa observar de cerca los síntomas de las personas.
Cuando muestran síntomas, les haces test. Cuando dan positivo, ves si pueden aislarse de forma segura en su hogar o si deberían ponerse en cuarentena en una instalación pública, que Asia ha utilizado con mucho éxito.
Rastreas sus contactos.
Bueno, en EE.UU. esto no ha sucedido en casi ningún lugar.
Trump es tan ignorante y destructivo que en sus conferencias absurdas el problema ni siquiera surge, porque ni siquiera tienen el concepto más básico de salud pública.
Por eso la infección continúa propagándose y es tan equivocado preguntar: ¿deberíamos abrir esta semana o las próximas dos semanas?
La pregunta correcta es: ¿cuándo tendremos los rudimentos de una salud pública para que sea seguro abrir la economía? Esa es la única pregunta, no la fecha, sino el sistema.
Este es un proceso geométrico: incluso si reduces los casos a un nivel bajo mediante el confinamiento y eliminas el confinamiento sin reemplazarlo por medidas de salud pública, la epidemia resurgirá.
Para mantenerlo bajo control se requiere un alto nivel de rigor y profesionalismo, algo que en su día EE.UU. podía dominar. Ahora ni siquiera parecemos saber que eso existe en el vocabulario.
Al parecer, EE.UU. se está retirando de su papel de líder mundial y cada país tiene su propia estrategia contra esta pandemia. ¿Es posible alcanzar una agenda global constructiva en este contexto?
EE.UU. se ha eximido a sí mismo de la agenda internacional por muchos años. Y, por supuesto, esto se volvió más extremo con Trump.
La actitud de Trump es tratar de romper el sistema internacional en su médula, romper la Organización Mundial del Comercio, retirarse de cualquier tratado, romper los acuerdos de armas, gastar billones o más en una nueva generación de armas nucleares.
Ahora todo esto está en el contexto de la más profunda crisis económica desde la Gran Depresión y una crisis de salud global que no tiene precedentes, al menos desde la epidemia de gripe de 1918.
Y lo que quiere hacer es usar esto, y está teniendo algún efecto en la opinión pública, como una ocasión para instigar una nueva Guerra Fría con China.
EE.UU. tiene mucho poder a través del dólar y de los sistemas de armas. Diría que estas son las dos fuentes reales de poder de EE.UU., pero son muy poderosas.
Viajo por todo el mundo. Nadie respeta a Trump, casi todo el mundo sabe que es un loco.
Pero el poder del dólar, la amenaza de sanciones y de contener sistemas de armas hacen que otros sigan la corriente.
Claro que cada vez que hay grandes rivalidades de poder, los países eligen bandos pensando que también obtendrán algún beneficio.
Digo todo esto porque el propósito de EE.UU. en este momento es usar incluso esta crisis para crear una nueva Guerra Fría intencionalmente, no por accidente, por destino o por resignación a la realidad, sino por intención.
Porque China se estaba volviendo demasiado poderosa a los ojos de estos nacionalistas y neoconservadores.
Entonces estamos probando de nuevo el libro de juegos de 1947: como contuvimos a la Unión Soviética vamos a contener a China. Lo encuentro peligroso y ridículo, pero especialmente peligroso.
¿En qué términos peligroso? ¿Cuán mala cree que podría ser la escalada?
Hay un principio general en las crisis económicas globales: sin cooperación, una crisis como esta puede crear una sombra de depresión muy larga.
Y una idea que considero creíble es que la profundidad de la Gran Depresión en sí misma fue un reflejo de la falta de liderazgo global en la década de 1930.
Gran Bretaña era demasiado débil para liderar, EE.UU. no estaba interesado en liderar, Weimar estaba en retiro, Hitler llegó al poder en enero de 1933 y la Gran Depresión se profundizó porque no hubo cooperación.
Aquí estamos un shock de igual magnitud, aunque en una etapa muy temprana: es posible recuperarse rápido.
La recuperación principal tendría que comenzar por la salud pública. Y luego por la limpieza financiera, porque habrá muchos países en incumplimiento efectivo de pagos, o en una crisis financiera.
Entonces, podríamos recuperarnos de esta crisis bastante rápido, tener algún rebote en 12 o 18 meses.
Creo que eso es muy improbable ahora. Y lo atribuiría a la política, más que a la naturaleza intrínseca de cualquier crisis.
Porque crisis como estas se resuelven o se alimentan de sí mismas. Son procesos dinámicos, por lo que van de mal en bien o de mal en peor. Y esta, está en la dirección de ir de mal en peor.
¿Hay algo en el mundo que le provoque esperanza en este momento?
Sí. A veces me consideraron demasiado optimista porque creo que estoy bien entrenado para ver las posibilidades de lo que se puede lograr.
Cuando hablé sobre el fin de la pobreza, no fue una predicción que inevitablemente sucedería. Fue una declaración de que podría suceder y aquí están las cosas que se necesitan para que suceda. Y de hecho ha habido progreso.
Muchas cosas que enfatizo, en especial cómo la tecnología y la convergencia pueden ayudar a los países a desarrollarse, están sucediendo durante esta crisis.
Tenemos ejemplos frente a nosotros de cómo resolver este problema. Y el lado más prometedor del mundo son los 15 países de la Asociación Económica Integral Regional (RCEP por sus siglas en inglés).
Eso es Japón, China, Corea, los 10 países de la ASEAN, Australia y Nueva Zelanda.
Ese grupo de países suman alrededor de 2.000 millones de personas.
Y si nos fijamos en los 15 países, creo que todos ellos con la posible excepción de Indonesia tienen la epidemia al menos bajo control provisional en este momento. Eso es increíble.
Es una región que no sólo podría mostrarle al resto del mundo cómo hacerlo, sino proporcionar una gran cantidad de equipamiento y orientación.
Espero y defiendo cada día que la región se mire a sí misma y diga: «Lo estamos haciendo». Y se junte.
Pero esa visión es quizás la peor pesadilla de los encargados de formular políticas en EE.UU.
La idea de que Japón y China cooperen es de terror para los nacionalistas estadounidenses.
Entonces EE.UU. está ahí todos los días tratando de separar, en lugar de decir: «Trabajen juntos, para que podamos resolver todo esto».
Me preguntó por algo optimista y no terminaré con una nota pesimista.
Sólo diré que hay 2.000 millones de personas de los 7.700 millones que están en el camino correcto.
Si aprendemos de ellos, los emulamos, nos asociamos, cooperamos con ellos, haremos el trabajo sin una Gran Depresión. Ese es el optimismo.