El laberinto de las listas constituyentes

Por Ernesto Águila Z, analista político y académico de la Universidad de Chile.

Para el mundo de la izquierda y de la centroizquierda, pero especialmente para ese pueblo que irrumpió el 18-O, la conformación de la o las listas de convencionales constituyentes se ha vuelto un puzzle difícil de armar.

La realidad política parece moverse en mundos paralelos y a distintas velocidades. Por un lado, un intenso ciclo electoral en las coordenadas del viejo sistema de partidos y de representación y, por otro, un proceso constituyente que pugna por la representación de otro pueblo y de otra sociedad. Se vive un desacoplamiento entre lo nuevo y lo viejo que no termina de decantar.

Los contundentes resultados del plebiscito del 25-O generaron dos mensajes claros. La ciudadanía quiere una nueva Constitución y enterrar la actual. La posibilidad de que el proceso constituyente termine sin una nueva Constitución y se pueda volver a la Constitución del 80 es hoy una ficción jurídica sin sustento ni viabilidad política: una amenaza que se esfumó con el 80 % por ciento de la primera papeleta. Y la otra señal, la segunda papeleta, es que la sociedad quiere ver en la convención constituyente nuevas formas de representación y no a la actual dirigencia política.

El corazón del problema para la conformación de las listas de constituyentes es hoy el abismo entre la nueva sociedad que ha irrumpido, expresada en el 18-O y en el Apruebo, y la representación política realmente existente. La debilitada institucionalidad está exigida a representar una ciudadanía que recela de ella o simplemente no la reconoce.

La demorada legislación para la inscripción de candidaturas provenientes del mundo social e independientes, unida a la pandemia, deja a estos sectores sin tiempo y muy pocas posibilidades para inscribirse (incluso con menos exigencias) y de lograrlo con bajas posibilidades de electividad. Queda, así, en manos casi exclusivamente de los partidos legalmente constituidos la conformación de las futuras listas de constituyentes. Se instala la paradoja de que una parte importante de la solución está en manos del problema.

¿Es posible la construcción de una lista representativa de la ciudadanía del 18-O y del Apruebo que pueda canalizarse a través de los partidos legales? Complejo, por la desconfianza del mundo social hacia los partidos y porque estos, con excepciones, no parecen asumir la trascendencia histórica de esta elección y la subsumen en la lógica de una elección cualquiera o de su propia supervivencia. Lo que se prevé en las próximas semanas es una fuerte tensión entre lo social y lo político, un intento por desbordar desde lo social esta camisa de fuerza de la representación política actual.

Finalmente, el mundo social y los partidos y pactos (que tienen la llave de la inscripción de las listas) deberán sentarse a conversar e intentar llegar a acuerdos (de hecho, están dialogando), ya sea para entablar una negociación directa o bien para definir un método de elección de los/as candidatos/as a constituyentes (primarias distritales, consultas ciudadanas territoriales, un comité de búsqueda de alta legitimidad, etc.). El resultado quedará a la vista, al final, cuando sepamos si la lista de constituyentes se parece más a la sociedad y al pueblo del 18-O o al partido o pacto que realice el trámite legal de inscripción.

Otra arista que cruza los debates actuales es el espacio que reclama el llamado mundo independiente. El término “independiente” es equívoco. La no militancia en un partido político no hace necesariamente a una persona o grupo independiente de una ideología o posición política. Para decirlo de manera simple hay independientes de derecha, centro e izquierda. La reivindicación de independencia ha sido siempre un tópico de derecha, al extremo de que un partido político, desafiando toda lógica, pueda denominarse independiente: la UDI.

La emergencia del grupo Independientes No Neutrales (INN) permite graficar este punto: una articulación de personas con amplias redes con el poder que se instala discursivamente en el registro antipartidos del 18-O, pero no desde este, y que en su gran mayoría -salvo honrosas excepciones- viene de una tecnocracia que ha participado en la afirmación del modelo neoliberal en estos años. No han militado en partidos, pero sí lo han hecho en las dinámicas y elites transversales que han sustentado dicho modelo.

El tema de la conformación de la lista de constituyentes está hoy cruzado por la representación o no de lo social y el modo de selección de los/as candidatos/as, pero también por los contenidos programáticos: la tensión entre una unidad con contenidos o primero la unidad y después el programa; la disyuntiva de decidir si un programa que tenga en su centro erradicar el neoliberalismo de la Constitución es o no condición mínima, una “línea roja”, para esa unidad.

El debate programático cruza el tema de una o dos listas. Electoralmente parece mejor una sola lista y es lo que todos dicen preferir en el discurso público, pero en privado muchos señalan que un escenario de dos listas es el más probable. El sistema proporcional mayoritario que regirá la elección de constituyentes aguanta cierta diversidad de opciones, pero llegado un cierto punto la dispersión comienza a jugar electoralmente en contra frente a un adversario que presumiblemente irá unido.

Finalmente, comienza a adquirir importancia no solo la elección de los/as constituyentes sino también el modo de funcionamiento de la Convención y los nexos que puedan generarse entre el afuera y el adentro de esta: qué tanto será incluida y considerada la voz y la participación de la ciudadanía y de las organizaciones sociales y territoriales durante el trabajo de la Convención. En este sentido, cuál será el reglamento de funcionamiento de la Convención, el grado de publicidad y transparencia de sus deliberaciones y votaciones, y qué tan plural y participativo será el proceso pasan a ser temas fundamentales. Si algo ha quedado claro en estos meses es que no solo se influye desde las instituciones sino también desde los extramuros de estas.

Entramos en cuenta regresiva. El 11 de enero, cuando se inscriban las listas de candidatos/as a constituyentes, la ciudadanía mirará las opciones y las candidaturas y sabrá inmediatamente si lo que se le está ofreciendo trae verdaderamente cambios o es más, o incluso menos, de lo mismo. Lo que está en juego en estas decisiones es la legitimidad misma del proceso constituyente. Y en ello no hay espacio para equivocarse.