“Piñera hundió a la derecha”, es la afirmación que anoche más repetían en ese sector, a raíz del desolador escenario en que quedó Chile Vamos, sin el derecho a veto que le otorgaba un tercio de la Convención y que se había autoimpuesto conseguir en estas históricas elecciones. El golpe propinado a los partidos tradicionales por la ciudadanía fue estruendoso, y dio paso a la constatación de que Chile, efectivamente, ya no quiere más de lo mismo, y espera que a través de una nueva Constitución sus derechos sociales y económicos sean verdaderamente respetados. Para asegurar que ello ocurra, ciudadanas y ciudadanos eligieron a 48 independientes, quienes se convirtieron en los representantes del mismo Chile que ya había despertado el 18 de octubre de 2019. Un hecho significativo fue que en la Lista del Pueblo, de 50 candidatos, 22 obtuvieron un escaño, entre quienes se cuenta a la icónica Tía Pikachu. Esta es la radiografía de lo que quiere dejar atrás el país y del nuevo pacto social, donde la figura de Jaime Guzmán comienza a desdibujarse tras 41 años desde la creación de la Constitución de 1980.
Las jornadas electorales de este sábado y domingo pasarán a la historia de la política chilena como los días en que fue decretado oficialmente el certificado de defunción del “partido del orden”, conformado por las colectividades de la ex Concertación y de la derecha que –tras el retorno a la democracia– mantuvieron por décadas el poder, y que les fue arrebatado en estas megaelecciones por los independientes, tras un complejo proceso iniciado el 18 de octubre de 2019.
Ese sector político, el de los independientes que este fin de semana se levantó como la alternativa a los partidos tradicionales, fue el mismo que en el estallido social debió salir a las calles a reclamar por los cambios sociales, políticos y económicos que durante 30 años se les dijo en forma reiterada que eran imposibles de llevar a cabo, debiendo conformarse con los buenos índices macroeconómicos y con pensiones promedio para los jubilados de 200 mil pesos.
Y así como en las masivas manifestaciones en Plaza Italia, o Plaza de la Dignidad, las banderas de los partidos no tuvieron nunca cabida, en estas megaelecciones la situación se repitió, pero a través del dramático conteo de votos que dejó en los últimos lugares a la derecha (37 escaños), con un 23,9% a nivel nacional, y también a la lista Apruebo Dignidad (PC y Frente Amplio, 28 escaños), con un 18,1%, mientras que las colectividades de la ex Concertación consiguieron 25 cupos, con un 16,1% de las preferencias, en contraste con los 41 escaños que obtuvieron los independientes.
En concreto, Chile Vamos perdió la capacidad de veto a la que siempre aspiró y con la que soñó preservar la arquitectura institucional de la Constitución Política del dictador Augusto Pinochet, a través del quórum de dos tercios, aquel porcentaje necesario que debe tener la Convención Constitucional para aprobar las normas y el reglamento de votación. Esta vez, los cálculos de la derecha erraron y solo consiguió 37 cupos, faltándole 14 escaños. Jaime Guzmán, clave en la redacción de la Constitución de 1980, debe estar revolcándose en su tumba.
Los 37 escaños que obtuvo el oficialismo gracias al poderoso respaldo de los grupos económicos que financiaron sus candidaturas, no le alcanzarán para mantener íntegra la Carta Fundamental y hoy no le queda más que defender algunos de sus principios, advierte un analista electoral de la derecha: “La libertad, el régimen presidencial y el derecho de propiedad”. Esos serán los temas que tratarán de resguardar con uñas y dientes en una Convención que les resultará adversa, plagada de 48 independientes como la Tía Pikachu, Giovanna Grandón, de la Lista del Pueblo, cuyo voto valdrá lo mismo que el de la representante del Rechazo Marcela Cubillos (UDI), quien consiguió una votación nacional con un 23% por el distrito 11. Un dato no menor es que de la Lista del Pueblo, de 50 candidatos, 22 obtuvieron un escaño.
El fantasma del tercer retiro
Preservar el statu quo se le hará cuesta arriba a ese sector que, en medio de la dictadura cívico-militar, edificó el tipo de sociedad que hasta ahora mantiene Chile y que este, en menos de un año, le ha dicho en dos votaciones que no está dispuesto a mantener. Por lo que Chile Vamos tendrá que buscar por todos los medios construir nuevas alianzas en la Convención para aislar a los que ellos consideran “ultras” y que –en su lógica– buscarán echar abajo la estantería de un país que dejó de ser ejemplo en Latinoamérica. Una verdadera “operación peineta”, en la que podrían ser incorporados algunos parlamentarios opositores que lograron algunos de los 155 escaños. Pero también buscarán entre los 48 independientes y entre algunos de los 17 representantes de pueblos originarios que podrían inclinarse, en un número menor, hacia la derecha. La tarea es completamente difícil.
Antes de iniciar esa labor, eso sí, Chile Vamos deberá tener su “noche de los cuchillos largos”, puntualiza un analista del sector, quien asegura que al Gobierno los partidos políticos oficialistas le enrostrarán el desastroso resultado electoral, que es su mayor derrota desde la recuperación de la democracia, acusándose entre ellos de que no hubo apoyo suficiente desde La Moneda a los candidatos y que se equivocaron al llevar el tercer retiro de los fondos de la AFP al Tribunal Constitucional (TC).
La cientista política y académica de la Usach, Pamela Figueroa, coincide con ese análisis y asegura a El Mostrador que “Piñera hundió a la derecha” con todas las desinteligencias mostradas durante la pandemia, y la llevó a perder el derecho a veto, por lo que hoy cualquier materia que las oposiciones e independientes deseen incorporar en la hoja en blanco de la nueva Constitución, tendrá cabida, a vista y paciencia de un oficialismo que ya dilapidó toda capacidad de maniobra en esta crisis que llevará, próximamente, a un nuevo cambio de gabinete.
El mea culpa de Piñera
El Mandatario reaccionó casi de inmediato y admitió que “la ciudadanía nos ha enviado un claro y fuerte mensaje al Gobierno y a todas las fuerza políticas tradicionales: no estamos sintonizando adecuadamente con las demandas y los anhelos de los ciudadanos y estamos siendo interpelados por nuevas expresiones y por nuevos liderazgos. Es nuestro deber como Gobierno escuchar con humildad y con atención el mensaje de la gente”. Mensaje que podría haber leído en las distintas pancartas que se levantaron en muchísimas ciudades del país durante varios meses y luego del 18 de octubre de 2019. Por lo demás, está más que claro que La Moneda llegó tarde en las ayudas económicas a la población durante la actual pandemia por el COVID-19 y no quiso atender el mensaje que le envió una ciudadanía mucho más empoderada y consciente de la necesidad de poner fin a un modelo del que se vio marginada.
Un mea culpa similar hizo el candidato presidencial de Renovación Nacional, Mario Desbordes, quien reconoció que su sector “no fue capaz de interpretar a la mayoría ciudadana que estaba pidiendo cambios, que se movilizó, que señaló con una mayoría aplastante de 80% a favor del Apruebo”. Y fue parte de ese mismo porcentaje el que rechazó la postulación del Evópoli Gonzalo Blumel, exministro del Interior, dejándolo fuera de la Convención con un escaso 4,6%. Quién hubiera pensado que el hombre que por más de un año fue el jefe de gabinete de Piñera, con una cobertura de prensa que cualquier político se la quisiera, iba a perder esta elección. La respuesta es clara: la ciudadanía no quiere más de lo mismo, desaprueba a un Gobierno que no estuvo a la altura de la crisis y solo espera que los redactores de la nueva Constitución estructuren un nuevo pacto social donde sus derechos sean reconocidos y respetados. Ese es el nuevo Chile que viene, el mismo que despertó en la primavera del 2019.
En cambio, el país eligió con más de 103 mil votos al abogado Daniel Stingo, que obtuvo 24,7% de las preferencias en el distrito 12. Y a Benito Baranda, independiente que alcanzó un 12,6%. Ellos serán parte de los nuevos representantes que, a partir de este lunes, tendrán que ponerse de acuerdo, primero, en consensuar un reglamento, para luego redactar una nueva Constitución con la que quedará atrás el leitmotiv del senador Jaime Guzmán: “Si nuestros adversarios gobiernan, deberían verse obligados a actuar de una manera que no es muy diferente de lo que deseamos”. Esa temeraria sentencia ya es parte del pasado.
Fuente: El Mostrador