Se indemniza a las empresas y no a los trabajadores

Por: Jorge Bustos

Cuando los representantes de los trabajadores portuarios permanentes llegaron a las oficinas de la gerencia de TCVAL nunca pensaron que una empresa que el último año reportó una ganancia de 10 millones de dólares, tres veces más de lo que había ganado en promedio los años de su gestión, negara toda posibilidad a negociar con los últimos 38 de los trabajadores de planta que quedan, ya que por la renuncia de la australiana como empresa a la concesión del proyecto Terminal N°2 de Valparaíso, entrarán en cesantía obligatoria, en pandemia y crisis económica.

De nada sirvieron los esfuerzos de los trabajadores y trabajadoras por desarrollar faenas sin parar en estado de pandemia y anteriormente por el estallido social, labores de alto riesgo a la integridad personal, con un protocolo Covid que es peor que el implementado por el pequeño ministro mentiroso, trabajando turnos sin exámenes o, en el caso de hacerse, sin respetar las horas de espera, incluso trabajando con personal contagiado de vínculos cercanos, poniendo en peligro la salud del entorno familiar.

Tampoco se tomó en cuenta que este personal debió asumir el 50% de sobre-trabajo porque sus compañeros estaban con licencias médicas, aun así manteniendo la accidentabilidad y siniestralidad controlada considerando el personal nuevo ingresado al sistema eventual, sin prácticas, sin capacitación y solo inducciones mínimas para el trabajo.

La gerencia ni siquiera reconoció de sus trabajadores las certificaciones obtenidas y menos cuando los conminó a manifestarse en el Edificio Consistorial del Municipio de Valparaíso en contra del Alcalde recién elegido, por su oposición al proyecto del Terminal N°2.

Como muchas otras empresas, el discursito de que los equipos, la tecnología y lo material no tienen más importancia que el verdadero “valor agregado” que posee la empresa que son los trabajadores, perdón «colaboradores» de planta y eventual, que aportan su dedicación, capacidad, profesionalismo y empatía, bajo un acuerdo reciprocó de contrato que se respetará. Claro que mientras les convenga a los empresarios, en este caso se les olvido.

¿Pero, por qué llegamos a este punto?

Se debe a la acumulación de años de aplastar a nuestro puerto y producir capas y capas malolientes de acuerdos truchos, de proyectos inviables, de contratos que violan todas las leyes, que se modifican según la conveniencia del explotador del frente de atraque o dueños de las faenas, concesionarios y, por supuesto, con ejecutivos y directorios de la Empresa Portuaria de Valparaíso.

Ahora son 38 trabajadores que, por la mala gestión de la EPV, por un proyecto que no tenía destino, quedaron atrapados en una contienda económica entre los australianos y el silencio cómplice del Puerto de Valparaíso, pero también por culpa de los últimos presidentes y también de los ministros de Transportes que permitieron avanzar un mal proyecto a sabiendas que era inviable. Me refiero al Terminal N°2.

Lo contradictorio es que presidentes y ministros de Transportes han avalado el negocio del Mall Barón, que fue desestimado por la justicia por ilegal, sin embargo aseguró una jugosa indemnización para una gran y rica empresa (Falabella), como también hubo indemnización para Zeal, también para los Urenda jugosa indemnización que aún no sabemos su cuantía. Pero lo vergonzoso es el regalo, como una indemnización al fin, que con aval del Gobierno le han dado a los alemanes TPS ya que la estatal EPV les permitió cobrar un “cargo por seguridad”, que no tiene nada de nuevo de que lo que hacían desde el año 2000. En temas de seguridad de la carga, bastó algún artilugio tecnológico, algunas cámaras más y por lo que ahora cobran más de 7 millones de dólares al año y, más encima, ahora quieren dejarle el Terminal N°2, creando así un monopolio abusador no solo con los clientes, sino también con los trabajadores, a excepción de algunos dirigentes sindicales que tienen asegurado el pago de turnos, sin trabajar, por los dos concesionarios. Dicho regalo -o caramelo como decía un antiguo director de la estatal- debe ser por la gran gestión que ha desarrollado la última gerencia, que ha perdido el 30% de la carga, o, simplemente, porque el alemán dueño ahora es presidente de la SOFOFA.

Caso especial son los caramelos para TCEVAL. Se modificaron tres veces los contratos, se hicieron extensiones de contrato, hubo amenazas a la Alcaldía, paros fabricados y, el 2020, TCEVAL con poco volumen de carga y a punto de dejar el Espigón gana 10 millones de dólares. Uno tiene todo el derecho a preguntarse cuál habrá sido la modificación del contrato que les permitió ganar tres veces más de lo normal.

Si se modifican los contratos en beneficio de los empresarios y trasnacionales navieras, si se indemniza a cuanta empresa se le ocurre a la estatal portuaria de Valparaíso, ¿por qué no se indemniza a 38 trabajadores? ¿Será de justicia hacerlo? ¿Será que la estatal no puede intervenir o no quiere? Muchos trabajadores renunciaron a sus trabajos permanentes anteriores por creer en este proyecto. Obviamente no sabían que el Terminal N°2 era otro fraude y para variar creyeron que los directivos y gerentes de la estatal EPV eran honestos.

Todos hablan que la ciudad de Valparaíso está sucia y con mal olor; lo que nadie repara, ni siquiera los nuevos dirigentes sindicales portuarios, que la mayor mugre y peste está en el puerto. La real podredumbre y pestilencia viene precisamente de ahí.

Fuente: Diario La Quinta de Valparaíso