Por Leonardo Rissetti / Coordinador de Redes Ciudadanas de Revolución Democrática
La Reforma Laboral se ganó un espacio, aunque pequeño, en el programa de Michelle Bachelet y se asoma como una de las discusiones más difíciles en el corto plazo. Luego de la aprobación de la Reforma Tributaria y del cierre de una primera etapa de la Reforma Educacional, será la próxima gran batalla que se librará en el campo de la política.
De cara a poder abordar cualquier discusión pública al respecto es necesario tener algunas consideraciones para plantearse un enfoque distinto para estos cambios, que han sido propuestos por el movimiento sindical y recogidos en parte por la Nueva Mayoría.
Primero, hay que destacar que a diferencia de lo que grandilocuentemente se diga, la Reforma Laboral del Gobierno no es un esfuerzo revolucionario de destruir el modelo de relaciones laborales existentes en Chile, sino que son ajustes civilizatorios para nuestro mercado laboral, que se caracteriza por su salvajismo. Los cambios a la titularidad sindical, la extensión de beneficios de los contratos colectivos, la ampliación de la cobertura de la negociación, la ampliación de la información, el derecho a huelga efectiva e inalienable, la conquista de un piso negociador, la ampliación de materias de la negociación, las mayores garantías al trabajo sindical y la simplificación del proceso negociador, son parte de ese esfuerzo civilizatorio. Sin embargo, los empresarios y la derecha apelarán al miedo y dirán que se está tratando de destruir la economía, lo que no será verdad. Por ejemplo, José Ramón Valente en entrevista en Diario el PULSO se pregunta, esta Reforma Laboral: “¿Cuántos empleos crea? Destruye empleos.” Cabría preguntarse en qué datos específicos y qué argumentos sólidos utiliza para llegar a dicha conclusión.
En segundo lugar, desde la llegada de la democracia hasta hoy ha primado una visión economicista en que los Derechos Fundamentales de los trabajadores han sido postergados por otras consideraciones. El funcionamiento de la economía y el crecimiento económico han sido la excusa para evitar discutir siquiera la necesidad de estas reformas, aún cuando han aparecido en los programas de varios de los gobiernos de la Concertación. La pregunta que cae es ¿A quién le ha beneficiado el crecimiento económico? El 50% de los chilenos gana menos de $263.000 y el 80% menos de $600.000. Esto se explica entre otras cosas por la falta de poder de los trabajadores y su falta de organización, por lo que no pueden negociar mejores condiciones laborales y no pueden aspirar a acceder a un trozo más grande de una torta que los trabajadores ayudan a acrecentar. Y esto es consecuencia directa de la legislación actual.
Por su parte, los convenios de derechos humanos y laborales que ha suscrito Chile, especialmente los promovidos por la Organización Internacional del Trabajo, han consagrado a los derechos de sindicalización, negociación colectiva y huelga como derechos esenciales de las personas. Esa misma organización ha entendido que Chile no ha cumplido con dichos convenios porque su legislación imposibilita su ejercicio adecuado, en especial el de acceso a la huelga efectiva. Por esto hay que tener claro que el enfoque adecuado para los cambios en materia laboral es que estamos hablando de derechos tan importantes como la vida, el acceso a la justicia, la igualdad ante la ley, entre otros, y que no puede postergarse bajo ninguna excusa, y menos por criterios meramente mercantiles. En contraposición sectores del empresariado parecen no entender en lo más mínimo este punto. Por ejemplo, Jorge Riesco, Secretario General de la Sociedad Nacional de Minería en entrevista a diario EL PULSO con fecha 7 de julio de 2014 dice que plantear un cambio que “elimina el reemplazo en huelga, porque un convenio de la OIT lo dice, no me parece que sea una razón aceptada”.
Una reforma laboral profunda es un horizonte necesario para una sociedad distinta, más justa, igualitaria y que vele por la dignidad de las personas. Además, se hace indispensable para el fortalecimiento de nuestro alicaído movimiento sindical que en décadas pasadas ha hecho tanto por el progreso social de nuestro país. Pero, para poder avanzar hacia ese horizonte necesitamos que los cambios que se proponen hoy sean implementados y ganar fuerza para que en el futuro podamos transformar nuestro mercado dl trabajo en uno que cuente con un verdadero diálogo social y donde los trabajadores tengan la fuerza suficiente para obtener mejores condiciones de trabajo en el ejercicio legítimo de su autonomía.
Fuente: El Dínamo
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