El año de las reformas termina convulsionado y consultamos a 3 analistas para entender las razones de la baja de la Presidenta, los problemas que ha enfrentado con sus proyectos estrella y lo complejo que es impulsar un programa tan ambicioso en sólo 4 años. Una reflexión donde la idea de un cambio de gabinete con el sello de la Vieja Concertación (aunque pese) es cada vez más inminente.
PELEADA CON las encuestas
«Bachelet logró remover cierta agenda política de la centro izquierda de Chile con su programa y su candidatura, pero no logró capitalizarlo durante el primer año«, es el diagnóstico de Claudio Fuentes al hablar del desplome de la Presidenta en las encuestas (12 puntos en la CEP, y 21 puntos entre su mejor Cadem y su peor medición en la misma encuesta).
«No tiró toda la carne a la parrilla porque postergó varias reformas como la constitucional, la laboral, la salud. Todos esos temas pasaron a segundo orden. Y en la reforma que iba a ser su legado en la transformación de la educación, no logró ajustar bien la agenda y los tiempos. Eso la está perjudicando para los próximos años», añade el Director del Instituto de Investigación en Ciencias Sociales de la UDP y doctorado en Ciencias Políticas.
Para Patricio Gajardo, académico de la Universidad del Pacífico, en el Gobierno «no han sido capaces de construir un relato y darle una coherencia». Y, a su juicio, las responsables de esta caída en los sondeos son las reformas. «Y la baja ostensible en las mujeres no obedece a que Bachelet es menos simpática sino a que se aleja la figura agradable por su apuesta por las reformas», añade el cientista político.
Sin embargo, otros académicos consideran que este desplome en las encuestas no da para preocuparse. «La Presidenta está en una situación «no win», lo que haga la van a criticar, la van a atacar. Pero se va a ir recuperando. Mira lo que pasó en el último Gobierno. El Transantiago fue una reforma mucho más compleja que la educacional y además fracasada y mira cómo Bachelet se recuperó en los años siguientes», comenta Kirsten Sehnbruch, coautora del libro «El Balance: política y políticas de la Concertación 1990-2010» (Editorial Catalonia).
Para la académica, el análisis de Bachelet sólo a partir de los números de las encuestas y de la pelea del «día a día» hace perder la perspectiva de largo plazo.
El ejemplo de Obama
La tesis de Sehnbruch es que este tipo de reformas estructurales como las que impulsa Bachelet «no pueden realizarse sin peleas titánicas». A modo de comparación, cita el caso de Barack Obama y su reforma a la salud, resistida por la industria y los republicanos.
«Si alguien se extraña ahora que la Presidenta esté en problemas, no miró lo que le pasó a Obama. Él trató de hacer una reforma donde ninguna persona sensata podría decir que iba contra los intereses de la mayoría. Y terminó haciendo una reforma muy parcial que en el fondo no soluciona los problemas y que incluso los republicanos están intentando revertir a través de la Corte Suprema y otras maniobras. Ese es un ejemplo muy útil para el caso chileno», indica la investigadora del Centro para el Estudio del Conflicto y Cohesión Social (COES) que funciona en la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile y directora del Centre for New Development Thinking.
Las comparaciones de Sehnbruch van más allá: Tanto en Chile como EEUU «hay muy bajas tasas de participación electoral, con gente no muy informada de política, y una derecha muy ideologizada que logra manipular el debate público y convence a gran parte del electorado, manipula los hechos y distorsiona».
El (des) orden de las reformas
La «comisionitis» que se le enrostra a Bachelet para criticar su primer Gobierno podría haber sido una fórmula adecuada para preparar el terreno para la «madre de todas las batallas» en que se ha convertido la reforma educacional.
Al menos eso es lo que opina Fuentes: «Lo que debió haber hecho es haber preparado antes de iniciar el Gobierno una comisión para ver cuál iba a ser la estrategia de la implementación de los proyectos. Pero no lo hizo en 2013. Y una vez instalado el Gobierno debió haber establecido algún tipo de comisión de trabajo para la reforma de educación y no dejar todo en manos del ministro Nicolás Eyzaguirre, de modo de haber tenido un acuerdo prelegislativo mucho más sólido antes de haber enviado proyectos de ley», complementa el académico de la UDP.
Sin embargo, la teoría choca con el arte de gobernar. «Lo ideal hubiera sido hacer primero una reforma constitucional, hacer un nuevo sistema electoral, nuevas elecciones, y luego empezar con una reforma tributaria y una reforma educacional, pero ¿quién puede darse ese lujo? Hay que actuar en la realidad de una democracia negociada, una democracia semisoberana como la llama Carlos Huneeus», argumenta Sehnbruch.
Además, en materia de orden no hay nada escrito. «Si Bachelet hubiera hecho las cosas diferentes, dada la resistencia a una reforma estructural de esta envergadura, la habrían criticado en otro momento, y en otro tema. Si hubiera partido por la calidad de la educación, fortalecer la educación pública, se hubiera echado encima a los profesores e iba a tener los colegios en huelga. Por eso aborda los temas conflictivos al principio, para jugarse el capital político al principio», añade la profesora formada en Cambridge.
4 años fugaces
El ambicioso programa de reformas de Bachelet supera con largueza un período de Gobierno acotado a sólo 4 años, sin reelección, y donde la carrera presidencial para el próximo período ya está desatada cuando apenas llevaba unos meses en el poder. «Ni siquiera hay un año de Gobierno y ya se está hablando del sucesor», ha sido la tónica de este 2014.
Sehnbruch pide mirar la experiencia internacional para constatar que ninguna administración con este período de tiempo en el poder pone en agenda tantas reformas estructurales como lo ha hecho la Presidenta. Y ahí surge la fórmula de cambiar la duración del período presidencial. «Si me preguntas a mí, yo estaría a favor de una reforma constitucional que permita la reelección inmediata del Presidente por una sola vez«, plantea la investigadora.
Un grupo de diputados de la Nueva Mayoría ya presentó una propuesta en ese sentido. Aunque aclararon que no buscan la reelección de la Presidenta para este período, dejaron la pelota dando bote.
Cambio de gabinete
Aunque a la Presidenta no le gusta que la pauteen por la prensa, la idea de cambio de gabinete es inminente. Para Kirsten Sehnbruch, la remodelación debe ser «lo antes posible», Bachelet debe apostar por gente con capacidad para sacar adelante las reformas y jugarse por «un ajuste grande». «Si cae un mayor número de personas en el gabinete, tienes más posibilidades de reordenar«, argumenta.
Al hablar de nombres, hay uno que debe mantener, aunque a lo mejor no en el mismo cargo. «(El ministro del Interior, Rodrigo) Peñailillo lo ha hecho extraordinariamente bien, pero no lleva 20 años en esto de la primera línea de la política. Entonces es muy difícil pedirle milagros. ¿Sacarlo del gabinete? No. ¿Ponerlo en otro cargo? Probablemente sí. Una nueva persona en la Segpres ayudaría mucho», es la apuesta de la profesora.
Vuelta a la vieja Concertación
El dilema de Bachelet entre mantenerse con caras que representan el espíritu de la Nueva Mayoría o echar mano a los cuadros emblemáticos de la Concertación es un acertijo. Para Gajardo, Bachelet «está en su momentum, que es el instante en que las decisiones pueden marcar el giro de hacia dónde vamos y no vamos como sociedad. Un camino es acudir a la antigua Concertación como eje principal de su Gobierno, manteniendo el nombre de la Nueva Mayoría, pero con los viejos tercios, con los partidos políticos más involucrados, con reformas más trancadas y más en la medida de lo posible, para así volver a subir en las encuestas».
Consciente de los resquemores que despierta la vuelta a la vieja Concertación, Sehnbruch recomienda «no ser demasiado finos en nuestras expectativas democráticas», y recordó que la misma Bachelet en su primer Gobierno tuvo que recurrir a figuras como Edmundo Pérez Yoma. Y esa lógica funcionó y le permitió repuntar.
Reforma Constitucional
El Gobierno recién puso marzo de 2015 como fecha para empezar a discutir la Reforma Constitucional, un tema que está bien abajo en las prioridades de los chilenos, de acuerdo a la encuesta CEP.
Sin embargo, no porque algunos temas no sean populares, los Gobiernos tiene que guardarlos en la cajonera, asegura Sehnbruch.
«El trabajo de un Gobierno no debería ser solamente dejarse guiar por la opinión pública sino actuar por el bien del país», acota, mencionando reformas necesarias pero resistidas como el New Deal o casi todas las reformas de impuestos.
A su juicio si Bachelet y la Nueva Mayoría pretenden dejar un legado, éste pasa por una nueva Carta Fundamental, acompañado de reformas estructurales del sistema político, como la inscripción automática y el voto obligatoria. «Ahí cambia el panorama electoral…pero la derecha bajo ninguna circunstancia va a permitir eso», pronostica.
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