La pobreza está vinculada a desigualdades profundas que limitan la capacidad de las personas para mejorar su bienestar. Estas desigualdades están conectadas con las instituciones sociales. Por ello, es crucial diseñar políticas que fortalezcan estas instituciones.
Erradicarla no trata solo de ofrecer acceso a recursos materiales, sino también de fortalecer la participación comunitaria y el respeto por los derechos humanos.
Nobel al estudio de las instituciones y la prosperidad
Este año 2024 reciben el Nobel de Economía los profesores Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson. Ellos han investigado cómo las instituciones de un país influyen en su prosperidad o fracaso.
Acemoglu y Robinson desarrollaron la teoría de las instituciones inclusivas y las extractivas. Las inclusivas son las que permiten que la gente participe en la economía y garantizan los derechos de propiedad, y son clave para el crecimiento sostenible. En el libro Por qué fracasan los países (2012), los autores explican cómo las instituciones determinan las diferencias de riqueza y bienestar en el mundo.
El trabajo de los tres galardonados destaca la importancia de las estructuras políticas y económicas. En 2001, publicaron el artículo Los orígenes coloniales del desarrollo comparado, en el que muestran cómo las instituciones creadas durante épocas coloniales dejaron efectos duraderos.
Los autores señalan que la pobreza no se debe a la geografía o al clima, sino que la causa principal son las instituciones políticas y económicas que concentran el poder en una élite. Estas instituciones limitan las oportunidades de crecimiento y desarrollo inclusivo.
Los países que siguen siendo pobres lo hacen porque sus instituciones impiden la creación de una economía más equitativa.
Nobel al estudio de la gestión de recursos por las comunidades
Las contribuciones de Acemoglu, Johnson y Robinson son parte de un debate más amplio. Otros economistas han estudiado cómo interactúan las instituciones y el comportamiento humano. Un ejemplo destacado es el de Elinor Ostrom, la primera mujer en ganar el Nobel de Economía, en 2009.
Ostrom mostró que los bienes comunes se gestionan mejor desde la base, adaptándose a las normas locales. Su trabajo resalta la importancia del capital social, que incluye la confianza y la cooperación entre las personas y refuerza las instituciones, facilitando su funcionamiento.
La fortaleza del capital social
Cuando las instituciones son fuertes y confiables, el capital social florece. Esto reduce los costes y permite que las comunidades cooperen de manera más eficaz. Sin embargo, cuando las instituciones son débiles, el capital social puede actuar como un paliativo.
A veces, las redes informales que surgen en estas situaciones pueden debilitar la autoridad institucional. Por eso, es esencial que las instituciones formales y el capital social se fortalezcan mutuamente para lograr el bienestar social.
Nobel al estudio de la dinámica familiar
También es relevante mencionar los hallazgos de Claudia Goldin, ganadora del Nobel en 2023, cuya investigación se centra en la cooperación dentro del matrimonio. Goldin estudia cómo la dinámica de género en el hogar afecta no solo a las oportunidades laborales, sino también al bienestar económico de las familias.
La igualdad y la cooperación dentro del matrimonio son factores que contribuyen al capital social a nivel comunitario, ya que una sociedad en la que las parejas cooperan eficazmente tiene más posibilidades de crear redes de apoyo que beneficien a todos sus miembros.
La investigación de Goldin destaca que, cuando hombres y mujeres pueden negociar de manera equitativa sus roles y responsabilidades, la familia tiende a prosperar, lo cual refuerza el tejido social. Esto crea un ciclo positivo donde el fortalecimiento de la familia contribuye al fortalecimiento de las comunidades, y viceversa. Así, el capital social y las instituciones fuertes facilitan la cooperación y la estabilidad en las relaciones de pareja, que a su vez promueven la igualdad económica y la movilidad social.
Colaboración y equidad en el hogar y la comunidad
La colaboración y equidad en el hogar se convierten, por tanto, en una extensión de los principios de inclusión y cooperación a nivel comunitario. En este sentido, el capital social no solo se trata de redes y confianza externas, sino también de cómo las familias, como instituciones básicas de la sociedad, construyen cooperación interna.
Esto abre un camino para políticas públicas que promuevan la igualdad en el hogar como base de un capital social robusto y, en última instancia, como un pilar para reducir la pobreza y mejorar la cohesión social.
Con esta perspectiva, es claro que el capital social no sólo depende de instituciones externas, sino también de las relaciones en el interior de la comunidad. Los estudios de todos estos premios Nobel sugieren que, para combatir la pobreza de forma efectiva, las políticas públicas deben promover la igualdad tanto en el ámbito público como en el privado, fomentando así una base sólida para el desarrollo de comunidades más cooperativas y resilientes, empezando por la familia.
Fuente: The Conversation