La crisis por el financiamiento irregular sigue azotando al gremialismo: esta semana provocó la renuncia de Longueira -el principal líder del partido- y obligó al diputado Jaime Bellolio a postergar su candidatura a la presidencia de la colectividad por no lograr consenso para enfrentar el tema.
Soy un hombre muerto caminando”. Fue el comentario que el fundador de la UDI, Pablo Longueira, se encargó de transmitir a sus amigos más cercanos a principios de semana. El lunes 7, Ciper publicó un nuevo intercambio de correos electrónicos entre el ex senador y el ex gerente general de SQM Patricio Contesse.
A diferencia de los que ya se conocían, estos últimos e-mails golpearon duramente al ex ministro de Economía del gobierno de Sebastián Piñera, ya que daban cuenta de una supuesta injerencia directa de Contesse en la redacción de una indicación del proyecto de royalty minero de 2010, mientras Longueira se desempeñaba como senador.
El golpe era demoledor para la UDI, que desde hace más de un año batalla con acusaciones de financiamiento irregular de campañas, las mismas que ya botaron al otro referente gremialista, Jovino Novoa, quien se transformó en el primer dirigente condenado por estas prácticas.
Hábil y reconocido negociador -ha estado involucrado en las principales operaciones políticas de los últimos 25 años-, Longueira también tomó nota de las implicancias que su situación provocaba en el partido que fundó hace 32 años y al que convirtió en la principal colectividad del país.
“Tengo que dar la cara ahora, lo antes posible”, aseguraba ya con ansiedad el martes 8 Longueira a sus cercanos. Inquietud que mutó a abierta impaciencia cuando corrían las horas y en momentos en que el fiscal Pablo Gómez aseguraba que se estaba investigando al ex senador por posible cohecho.
Dos fueron los personeros clave en la contención de Longueira en esas horas: los ex ministros Andrés Chadwick y Joaquín Lavín. Ambos -junto a parlamentarios como Juan Antonio Coloma o Patricio Melero- han mantenido una estrecha relación con el también ex ministro luego de que éste dejara abruptamente la carrera presidencial de 2013 a raíz de una depresión.
Fue en la oficina de abogados del ex ministro del Interior de Piñera en que se redactó la declaración que Longueira leyó al día siguiente. Desde allí, también, se coordinó con el presidente de la UDI, Hernán Larraín, la temprana interpelación de éste para que el ex senador diera una explicación pública.
La puesta en escena de la dimisión -en tanto- fue dispuesta por el ex ministro Joaquín Lavín y supuso varios gestos a Longueira, entre ellos ser recibido por parte de la directiva cuando llegó a la sede partidaria de calle Suecia y leer su declaración en la sala de prensa con el logo institucional detrás suyo, a diferencia de lo que ocurrió, por ejemplo, cuando el senador Iván Moreira reconoció haber recibido financiamiento irregular.
También se resolvió que Longueira comunicara su decisión en solitario -sin ningún tipo de escoltas- y que evitara apuntar directamente a la fiscalía respecto de las acusaciones que comenzaban a circular en su contra.
“He resuelto renunciar a la militancia de mi partido para volver a postular a ella sólo cuando los tribunales de justicia de mi país acrediten que no he cometido delito alguno”, declaró Longueira con tono enfático.
Un inmediato “¡no, Pablo!” se escuchó en la sala. También hubo aplausos tímidos. En Valparaíso, en tanto, senadores y diputados gremialistas hicieron un alto en sus labores para ver en directo -algunos en grupo, otros a solas- la dimisión del emblemático ex senador.
La desazón era evidente: varios de los parlamentarios, especialmente los jóvenes, habían sido convocados por Longueira para entrar a la política. Con el resto, en particular los senadores, comparte más de 30 años de trayectoria conjunta.
El propio Longueira dio cuenta del ascendiente que tiene sobre la colectividad que ayudó a fundar -y a la que, existe consenso, impregnó de un perfil popular inédito hasta entonces en la derecha- que no sólo se preocupó de defender su supuesta inocencia, sino que también explicó que con su decisión de renunciar buscaba desligar de responsabilidades a la UDI.
“De paso, evito con ello que mi presencia pueda usarse para afectar aún más nuestro proyecto político, al partido que fundé, presidí, apoyé siempre, aun a costa de mi propia salud e integridad”, señaló.
Las palabras del ex senador tuvieron un efecto anímico en las filas gremialistas, donde se interpretaron como una despedida con pronto retorno. De paso, marcaron una diferencia con Novoa, quien ha permanecido en el partido pese a los cuestionamientos que supuso su involucramiento en prácticas de financiamiento irregular. “Paradójicamente, hoy estamos mejor que ayer, pese a la renuncia de Pablo”, comentó un ex timonel de la tienda.
El propio Novoa señaló a su entorno que aunque lo de Longueira “era un golpe devastador” para la UDI, “no había margen” para otra decisión.
La renuncia de Longueira fue analizada con particular atención por el diputado Jaime Bellolio y el grupo de jóvenes parlamentarios que buscaban disputar el liderazgo de la colectividad en mayo.
Los planes, sin embargo, se habían comenzado a truncar pocas horas antes de que se publicaran los correos entre el ex senador y Contesse.
Ya el fin de semana pasado, Bellolio había tomado nota de que el plan de cambios que propondría para la colectividad con miras a las elecciones de mayo no era totalmente compartido por los propios impulsores de su candidatura.
El diputado por San Bernardo se había convertido en la punta de lanza de una generación gremialista durante el debate por la reforma educacional cuando lideró una serie de presentaciones ante el Tribunal Constitucional para intentar impugnar el proyecto del gobierno.
Tras el receso de vacaciones, Bellolio llegó decidido a presentar su postulación para suceder a Larraín y comenzó afinar sus propuestas. Fue entonces que se destaparon las diferencias internas del grupo.
Dos fueron los puntos en los que no hubo consenso: tomar radical distancia del régimen que encabezó el general (R) Augusto Pinochet y la forma de encarar la crisis por las prácticas de financiamiento irregular de la política.
Sobre el primer tema, Bellolio se encontró con reparos entre quienes -aún en la generación más joven de los parlamentarios- buscan que el partido mantenga lealtad con el gobierno militar, entre ellos la ex jefa de bancada María José Hoffmann, quien argumentó que militantes de base siguen admirando el régimen de Pinochet.
Pero el punto más polémico del debate fue la propuesta del diputado por San Bernardo de congelar la militancia de todos los dirigentes gremialistas que hayan sido o fueran formalizados en casos judiciales.
La medida -que Bellolio proponía que se ejerciera de manera retroactiva al momento de asumir la conducción de la UDI- encontró el rechazo -entre otros- del ex presidente del partido, Ernesto Silva, quien era partidario de que esta definición se produjera a partir de mayo de 2016, es decir, una vez a la cabeza de la colectividad.
La decisión del diputado por San Bernardo, sin embargo, suponía -por ejemplo- que se aplicara la sanción a Novoa.
La discusión interna final se produjo el viernes 3 y, tras ella, Bellolio quedó con la tarea de repensar sus posturas y traer una decisión tomada el lunes 7.
Ese día -de acuerdo a sus cercanos-, el parlamentario retomó sus labores con la convicción de que impulsar una candidatura sería una tarea sustantivamente más complicada de lo que había ya enfrentado.
Y es que la postulación de Bellolio ya enfrentaba una oposición de la mayoría de los senadores UDI -particularmente Juan Antonio Coloma y Víctor Pérez- que no descartaban levantar una alternativa.
Complicado por las diferencias internas, el diputado decidió que sólo con el respaldo de una mayoría de las bases podría poner en marcha su plan. Pero el cambio del sistema electoral de la UDI -de uno indirecto a un militante, un voto- no estaría habilitado para la elección de mayo.
En ese escenario, además, se revelaron pocas horas después los nuevos correos entre Longueira y Contesse, confirmando que los casos de financiamiento irregular que afectaban al partido estaban lejos de aminorar y que -por el contrario- seguían amenazando incluso a los líderes más emblemáticos. Así, el lunes 7 Bellolio comunicó su decisión de postergar cualquier candidatura hasta noviembre de 2016 o incluso enero de 2017.
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