Este martes 17 de enero se inauguró una nueva versión del Foro Económico Mundial que cada año se realiza en la localidad alpina de Davos, en Suiza. Este evento reúne desde 1987 a unos 2.500 líderes globales del mundo de los negocios y de la política internacional, que durante unos días discuten los problemas más candentes que enfrenta el capitalismo moderno, desde el calentamiento global hasta las crisis financieras y otros desafíos al neoliberalismo planetario.
Chile siempre ha estado presente, y así en 2009 asistieron, por ejemplo, el entonces ministro de Hacienda Andrés Velasco y el candidato presidencial e inversionista Sebastián Piñera; en 2011 acudió Michelle Bachelet, en calidad de jefa de la ONU Mujeres, y en 2014 lo hicieron el empresario Andrónico Luksic; el ministro de Hacienda Felipe Larraín; el presidente del Banco Central, Rodrigo Vergara; el entonces secretario general de la OEA y actual pre-candidato presidencial socialista, José Miguel Insulza; Eric Parrado, entonces profesor de economía de la Universidad Adolfo Ibáñez y actual superintendente de Bancos e Instituciones Financieras, y Agustín Edwards Eastman, dueño de El Mercurio y participante histórico de este foro, por nombrar sólo a algunos.
La reunión de la elite mundial contará este año también con la presencia del presidente de China, Xi Jinping, líder político de un país que en temas políticos se declara comunista, pero que en el ámbito económico representa todas las virtudes y defectos del turbo-capitalismo moderno.
Pero, ¿qué tiene que ver esta asamblea de los poderosos y ultra-millonarios de este mundo con la actual agenda política chilena? Mucho. Resulta que uno de los grandes temas que, según el programa del Foro, se debatirá este año es la creciente desigualdad económica en el mundo. Oxfam Internacional, una confederación que reúne a casi una veintena de ONGs de todo el mundo que pretende combatir las injusticias sociales y la pobreza en el mundo, le está dando la bienvenida a esta nueva conferencia de Davos con un dato preocupante: los ocho hombres más ricos del mundo poseen una fortuna que equivale a la del 50% de la humanidad.
La distribución de los ingresos ha empeorado en casi todos los países en las últimas tres décadas, sobre todo desde la caída del Muro de Berlín en 1989 y el colapso de la Unión Soviética en 1991.
Hoy, los más ricos y poderosos del mundo identifican, con justa razón, que la creciente desigualdad puede ser el Talón de Aquiles del capitalismo moderno. La historia occidental reciente demuestra que a mediados y fines del siglo 19 y a fines de los años 20 y durante los años 30 del siglo pasado, la creciente desigualdad produjo potentes y casi incontrolables movimientos sociales que desestabilizaron el orden reinante. Hoy, los primeros síntomas del mismo fenómeno están a la vista: el Brexit, el triunfo de Donald Trump y la expectativas presidenciales de Marine Le Pen del Frente Nacional en Francia, son, en parte, producto de la creciente desafección de las clases populares con una globalización que sólo les trajo empobrecimiento.
¿Y en Chile? Nuestro país está entre aquellas naciones con peor distribución de ingresos de la OCDE. Aunque el índice Gini, una medida para evaluar la desigualdad, ha mejorado de manera muy leve en los últimos años, estamos entre aquellos países que peor distribuyen la riqueza interna en todo el mundo.
Sin embargo, los actuales candidatos presidenciales –como Alejandro Guillier, Ricardo Lagos y, potencialmente, Sebastián Piñera y Carolina Goic- poco o nada han dicho al respecto. Al contrario, todos ellos están enfrascados en combatir –en la cancha de la política interna- a sus adversarios para lograr alzarse como candidatos de su coalición. Y los candidatos oficiosos del flamante Frente Amplio tampoco se han pronunciado al respecto. Entre los debates sobre gratuidad educativa, el sistema de pensiones y otros temas, a la mayoría de nuestros líderes políticos se les ha olvidado cuál es el origen del malestar generalizado: la desigualdad.
Los representantes del duopolio que ha gobernado el país por casi 30 años han sido férreos creyentes en uno de los falsos axiomas del llamado Consenso de Washington, que es la “teoría del chorreo”. Según ésta, a medida que la economía de un país crezca, de a poco ese crecimiento “chorreará” hacia abajo. Algo hay de cierto en ello. Hoy en día los pobres chilenos no son tan pobres como antes. Pero la otra cara de esta moneda es que los ricos son mucho, muchísimo, más ricos que antes.
En otras palabras, el modelo económico chileno le dice a las masas que no tienen motivos para quejarse, porque hace 20 o 30 años vivían en “poblaciones callampas” sin alcantarillado y no podían acceder a la educación superior. Hoy, casi todos cuentan con servicios básicos y pueden –mediante endeudamiento bancario- acceder a la enseñanza terciaria. Lo que no les cuentan es que hace 20 o 30 años los empresarios chilenos eran ricos, pero no tan ricos como ahora que logran figurar entre las 400 personas más acaudaladas del planeta, según el ránking de la revista Forbes.
¿Y qué tienen que decir Guillier, Lagos, Goic y Piñera al respecto? Hasta ahora nada. Total, todos ellos pertenecen –cuán más, cuán menos- a ese 1% de la población mundial que está en la cima de este mundo
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