María Fernanda Villegas A.
El domingo 23 de octubre vivimos mundos paralelos. Un grupo de hombres y mujeres – a estas alturas los menos, concurrían a cumplir con su deber cívico, a ejercer un derecho duramente reconquistado a costa de muertes, desapariciones, marchas, protestas y otras manifestaciones públicas contra la dictadura. En cambio, el resto de la población –ahora mayoritaria- se levantaba más tarde, hacia vida familiar o se dedicaba a disfrutar de un día de ocio. Chile lejano a la política o más bien fatigados de los políticos.
El fiasco del cambio unilateral de domicilio electoral de más de 400.000 ciudadanos y ciudadanas fue la guinda de la torta. Sirvió para reconocer las debilidades del sistema electoral, la inoperancia política de diversos actores (de lo que aún no sabemos a ciencia cierta su alcance) y de paso incrementar las razonadas justificaciones para no acudir a las urnas.
Pero esta teleserie había comenzado antes, mucho antes y uno de los hitos en ese camino al Macondo Chilensis fue el nefasto cambio normativo al voto voluntario de hace unos años. Esto pese a que los estudios especializados nacionales e internacionales indicaban con claridad lo regresivo y elitista que resultaba este tipo de sistemas electorales lo que ahora se evidencia a modo de ejemplo en que en comunas populares el voto penas supera el 20%, en tanto, en comunas de la zona oriente de la RM bordea el 40% de participación. Luego se implementó y con retraso, un cronograma más acotado de primarias del que se había ofrecido por parte de la Nueva Mayoría. En los últimos capítulos se vinieron campañas enfrentadas a déficit de personal político y voluntarios disponibles para promover a los candidatos. Una nueva ley de financiamiento que no estaba clara en su operatoria para muchos comandos, un número relevante de militantes que terminaron saliendo de sus partidos y yendo por fuera de los pactos, dando de paso fuerza formal a la aseveración de que los independientes, que alcanzaron a un 17,4% se convirtieron en la tercera fuerza post municipales, omitiendo que en verdad la mayor parte de independientes de eso tienen bastante poco. Valga a modo de ejemplo las declaraciones del Alcalde de Ñuñoa Andrés Zarhi que a una semana electo señaló que prontamente se reescribiría RN
Vinieron entonces los resultados, que de modo bastante expedito fueron entregados por los medios de comunicación (no había mucho voto que contar). La síntesis analizada por distintos actores es que nadie perdió…. y el resultado de esas explicaciones la creyeron pocos o los mismos.
Unos dijeron que mantuvieron concejales, otros que incrementaron los alcaldes, otros que tuvieron mejor rendimiento considerando tamaño y recursos, otros que tuvieron éxitos en lugares críticos, en fin explicación hay para todos los escenarios y datos entregados.
Hubo cambios en el mapa territorial comunal, la correlación de fuerzas entre gobierno y oposición y eventuales proyecciones exitistas de la derecha no se tardaron nada y el silencio en esas primeras horas la señal de que el golpe dolía en la Nueva Mayoría. Sin embargo, en realidad solo 66.000 votos separan a las dos principales coaliciones. Otra noticia comentada fue la irrupción de Jorge Sharp en Valparaíso leída como una novedad (no sé qué tanta en verdad, si se hace un análisis de las candidaturas y los candidatos), sumemos a este recuento otras acotadas victorias de corte individual, local, lo cierto es no hay razón para estar especialmente contentos. La Democracia con mayúscula perdió, y por tanto el sistema político falló. Al menos permítanme poner el acento en dos resultados nefastos. El primero el desangre electoral que representa perder una masa de electores de 1.200.000 personas respecto de la elección del 2012 disminuyendo la participación a mínimos históricos, contrario esto incluso a las tendencias experimentadas en otros países en la región. Lo segundo, es la reducción en la cantidad de mujeres electas llegando a un pobre 12% y por tanto disminuyendo la escasa representación en la política de las mismas, para este caso en los espacios locales.
Pero, por si fuera poco lo que va de historia, a continuación pudimos comprobar de modo brutal – aunque nada de inédito- a donde ha llegado el individualismo de la política. El 6 de Diciembre no asumirán todos los elegidos por la voluntad popular. Un alcalde del norte presentaba su renuncia informándole a la ciudadanía que el sillón edilicio seria ocupado por el administrador municipal (que no fue electo) en razón de que el flamante alcalde votado se presentaría a la carrera senatorial. Todo esto como si los votantes constituyeran propiedad y admitieran endosarse automáticamente a cualquier identidad, proyecto político o nivel de decisión.
Inicialmente pensé que se trataba de un hecho aislado pero ya para el domingo 30 incúmbetes de distintos partidos habían tomado la misma decisión, notificando por la prensa a sus electores que la votación pasada había sido solo una medición de fuerza, una investigación electoral de campo. ¡Que desprecio por la gente en esa acción, que soberbia, egolatría y perdida de sentido y contenidos de lo colectivo¡
En otro lugar, al sur del país un candidato derrotado en Galvarino se lamentaba de haberse incluido en una determinada lista y casi contemporáneamente en Concepción otro perdedor local le enrostraba al partido que lo cobijo su falta de apoyo. La verdad es que daba lo mismo para estos, cualquier domicilio político les servía, tránsfugas en acción.
Y para epilogo, había que dar vuelta la página con rapidez y empezar a preparar lo que viene. Ya estaba dicho aquí no hubo perdedores. De hecho candidatos derrotados, con rapidez iniciaron los aprontes y ajustes para enfrentar la lucha por un escaño en el congreso.
Cuesta creer que hace no mucho despreciábamos la falta de ideas y la cosificación de la política. Hoy candidatos hacen alarde de sus cambios tácticos de última hora y de las maniobras desembozadas para perseverar en la incursión política de turno, incluso en algunas situaciones sin importar que haya procesos judiciales o de probidad en curso, cuestión que en otro tiempo habría sido motivo suficiente para la exclusión o la autocensura.
Por cierto que el argumento será que la norma lo permite, que no es ilegal, sin comprender que la línea de exigencia para los servidores públicos es bastante más que la ley. Será mucho pedir que sirvan a los cargos municipales para los que fueron votados antes de iniciar otras incursiones electorales? Será mucho pedir respetar la voluntad de esa ciudadanía que venció la comodidad, la rabia o el escepticismo y que concurrió finalmente a las urnas? Será mucho esperar que las directivas partidaria pongan freno a esas lógicas de ambición ilegitimas que fracturan aún más el precario tinglado del sistema político?
Un poco de sentido común y decencia señores. Ejercer el liderazgo en el espacio local con vocación de servicio, gestionar con excelencia, cumplir lo dicho a los vecinos, incluirlos en la acción y decisión es la forma más valiosa de reconcursar en política. La magia no existe.
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