Mientras muchos de sus compañeros salen de la Escuela Macul con ropa de calle, un suboficial camina por Rodrigo de Araya impecablemente vestido con su uniforme verde caqui. Bajo un brazo carga la última edición del Manual de Doctrina y Código de Etica de Carabineros, casualmente lanzado este año, justo cuando la institución acusa uno de los golpes más duros de su historia. Después de casi 20 años de servicio como carabinero raso, cabo y sargento, el suboficial estudia para ascender a suboficial mayor, el máximo rango al que puede aspirar alguien salido de la “tropa”.
En sus clases de Etica se ha tratado sucintamente el tema que acapara las conversaciones en todas las comisarías del país: la millonaria malversación de fondos al interior de la Dirección de Finanzas de Carabineros, que hoy tiene a 63 personas formalizadas por un desfalco que bordea los $ 20 mil millones. El suboficial se muestra inicialmente reacio a compartir sus impresiones al respecto, pero lo hace bajo la promesa de anonimato. “Ciertas personas se salieron de la doctrina y ahora tienen que responderle a la justicia. A mí no me afecta mucho, porque nosotros tenemos que seguir trabajando igual. Siempre nos han dicho ‘pacos corruptos’; ahora lo dicen con más ganas nomás”, comenta.
El suboficial confidencia que sintió “vergüenza” al conocer la noticia del fraude y que como Carabineros es una entidad colectiva, piensa que todos deben responder por los actos de algunos, partiendo por el líder, en este caso, el general director, Bruno Villalobos. “Si alguien se sale de la doctrina en una unidad, el jefe es el que tiene que poner la cara por el hecho de ser antiguo. Acá le toca al general director”, explica.
A su juicio, Villalobos ha manejado bien la crisis aceptando su responsabilidad y apartando a los responsables. Su mirada representa a la gran mayoría de la suboficialidad que respondió a las preguntas de Reportajes. “Hay que tener confianza y tratar de seguir dándole a la gente el mejor servicio posible”, dice el carabinero, apelando al pragmatismo. “Aunque me dé rabia, ¿qué solución puedo dar yo? Ninguna”, añade.
Son casi las 19 horas y hace frío. El suboficial reemprende su camino a casa con su manual pegado al cuerpo. En tiempos de crisis y de desconfianza, le parece importante tenerlo a mano. “Es un recordatorio”, sentencia.
Doctrina y confianza
Iván González Jorquera (79) posee la misma edición 2017 del Manual de Doctrina en su oficina de Bulnes 80. A pesar de estar retirado hace más de 20 años, el ex general inspector de Rodolfo Stange se mantiene vigente en la institución como presidente del Cuerpo de Generales en Retiro de Carabineros y como profesor del ramo de Etica en la Escuela Macul.
El veterano ex oficial también permanece al tanto de las noticias del fraude en la institución. Esta semana vio por televisión la comparecencia de los generales (R) Eduardo Gordon y Gustavo González Jure a la comisión investigadora de la Cámara de Diputados.Dice creer las versiones de ambos y se molesta al ver algunos videos de efectivos que son ofendidos por civiles en la calle debido a la crisis.
En uno de ellos, el lonko de Temucuicui, Víctor Queipul, increpaba a un grupo de carabineros: “Estuvieron ayer como 10 horas declarando por ladrones y ahora vienen a creerse santos. ¿Por qué no devuelven la ropa que llevan puesta, que es toda la gente a la que le han robado? Todos estos huevones son ladrones, andan robando. Yo fuera carabinero y mi institución robó, me sacaría esta manta”.
Tal revuelo causó el video, que el ex Presidente Sebastián Piñera incluso prometió reimpulsar un proyecto de ley para imponer penas de cárcel a quienes insulten a carabineros en caso de ser electo.
Este tipo de escenas se han multiplicado a lo largo del país a medida que se ha ido desentrañando la trama del fraude en la institución. La encuesta CEP de este viernes reflejó la pérdida de confianza que la ciudadanía ha experimentado respecto de Carabineros: después de largos años como la institución más respetada del país, las carabinas cruzadas cayeron 17 puntos porcentuales desde la última medición de diciembre (de 54 a 37) y fueron desplazados al segundo lugar por las Fuerzas Armadas. Ahora, Carabineros aparece empatada en esa posición con la PDI ante la pregunta “¿cuánta confianza tiene usted en estas instituciones?”.
Otra pregunta de la CEP muestra que ahora el 46% de los chilenos piensa que la corrupción está extendida en Carabineros, incluso por encima de instituciones como el Ministerio Público o las municipalidades, que han sido fuertemente golpeadas por el caso basura y los viajes de los concejales. “Se está pagando el costo y el más fuerte lo está pagando el carabinero que sigue sirviendo con abnegación en la calle, al cual hay que respaldar”, dice el general (R) González Jorquera.
La verticalidad del mando en Carabineros dificulta que los efectivos que trabajan en terreno se sientan cómodos expresando su opinión. La gran mayoría prefiere no hacerlo, pero algunos deciden entregar sus opiniones anónimamente sobre lo que ha ocurrido en la institución y cómo les ha afectado. Afuera de una comisaría de la Región Metropolitana, un cabo decide hablar con Reportajes.
“El mando todos los días nos está exigiendo cosas y uno, de un día para otro, se entera de que nos están ‘pegando en la nuca’. Nos están perjudicando a todos, dejando mal a todos. Por un grupo de personas que hayan hecho esto, nos meten a todos en el mismo saco”, dice.
El cabo en cuestión no ha sido ofendido en la calle. Dice que su sector es tranquilo, pero que ha sabido de compañeros de otras comunas que han sido agredidos verbalmente. “Nos gritan ‘pacos ladrones’ o ‘devuelvan la plata’. Y hay que comérsela calladito nomás. Anda a gritar de vuelta o a decir algo. Uno se desmotiva con esas cosas”, revela.
Con palabras similares a las que expresó el general Villalobos al comienzo de la crisis, este cabo sintió “rabia” y “decepción” al saber la noticia. Pero su reflexión ha sido más profunda, al punto de llegar a cuestionarse cómo hacer su trabajo. “Uno se bajonea, se desmoraliza. El otro día, al ver las noticias me dije: ‘Con qué cara voy a salir a la calle’ o ‘qué imagen o qué respeto voy a imponer’. Uno está siempre tratando con robos y delincuencia, pero entonces sale esto y uno se pone en la balanza y se pregunta: ‘Dónde estoy’ o ‘qué es lo que hago’”, confiesa.
Para otra suboficial consultada, el público no ha entendido bien que la malversación de recursos los ha perjudicado a ellos antes que al resto de la sociedad. “Es plata que nos están robando a nosotros mismos. A la gente de afuera, al civil, no le compete ni le afecta esto. Entonces, igual da rabia que gente que trabaja esté haciendo eso contra sus mismos funcionarios. Da impotencia”, comenta ella, que también alega por un retraso en la entrega del “bono riesgo”.
“Nos gritan ‘pacos ladrones’ o ‘devuelvan la plata’ y hay que comérsela calladito. Anda a decir algo. Uno se desmotiva con estas cosas”, dice un cabo.
Las conversaciones sobre el tema son recurrentes entre pares, pero no con los superiores, que intentan dar señales de normalidad. Algunos ya tienen internalizada la situación y hacen bromas sobre el fraude, como la carabinera mencionada arriba; otros, sin embargo, como el cabo, piensan que el tema aún es demasiado sensible. También se comenta que muchos carabineros han optado por cambiarse de ropa dentro de sus unidades cuando terminan su servicio para no exhibir el uniforme en público y así ahorrarse un mal rato.
Justamente, este efecto negativo sobre la confianza de los funcionarios en los valores y símbolos de la institución ha sido lo peor del fraude para el general (R) González Jorquera. “Este caso infectó el patrimonio más importante de Carabineros: la doctrina, que está basada en respeto a valores que son irrenunciables”, dice.
Uno de los suboficiales consultados sabe que debe mirar hacia adelante y seguir haciendo su trabajo, pero no puede evitar reflejar cierto pesimismo respecto del futuro: “Yo creo que con esto deberían bajar harto las postulaciones a Carabineros. Tenemos que combatir la delincuencia y resulta que nos estamos robando entre nosotros mismos. Si yo estuviera afuera ahora, lo pensaría un poquito más”.
Mártires y héroes
Paola Rivera, viuda del cabo Luis Moyano (asesinado al intentar repeler un asalto al Banco Security, de calle Agustinas, en 2007), recibió un comentario insólito hace algunas semanas. “¿Y no te arreglaste antes?”, le preguntaron, como insinuando que su marido pudo haber recibido pagos irregulares antes de morir. Tanto ella como sus cuatro hijos reaccionaron con furia. “Nos molesta mucho que se enlode así a toda una institución. Pagan justos por pecadores. Acá los responsables son puros oficiales; los cabos y sargentos no tienen nada que ver”, dice a casi una década de la tragedia.
Entre las organizaciones de familiares de carabineros caídos hay un apoyo cerrado al alto mando en el manejo de esta crisis. “No creo que mi general Bruno (Villalobos) tenga nada que ver ni haya sabido nada. El ha dado la cara, pudiendo hacer vista gorda”, agrega Rivera. Sin embargo, la indignación ha ido generando algunos matices. Elizabeth Moris, viuda del cabo Cristián Vera, asesinado en las protestas del 11 de septiembre de 2007 con un balazo que le atravesó el casco, hace un contrapunto entre las condiciones en las que trabajan miles de carabineros y los miles de millones que se embolsaban los implicados en la malversación de la Intendencia. “Que haya carabineros con vocación, que están dando la vida mientras en el alto mando ocurren estas cosas, es algo terrible”, opina Moris, quien pese a no estar casada con Vera le ganó una demanda de $ 75 millones al Estado de Chile en 2011 por no haberle entregado a su pareja la indumentaria adecuada para ese tipo de disturbios.
El escándalo también afectó a Freddy Tocol, padre de Anselmo Tocol (24), uno de los dos cabos que fallecieron asfixiados por inhalación de gas en noviembre pasado, tras prender un brasero dentro de una garita cuando cuidaban el predio Aguas Buenas, en la comuna de Freire, en La Araucanía. “Estuvimos orgullosos de su vocación, pero ahora solo tenemos pena. Imagínese cómo hacen sufrir a los cabros nuevos, mandándolos a la boca del lobo con vouchers de $ 1.500 pesos para almorzar, mientras esta gente robaba a manos llenas. Ahora hubiera preferido que se dedicara a otra cosa para tenerlo todavía acá”, se lamenta Tocol desde Puerto Montt. El hermano menor de Anselmo, que todavía estudia en la enseñanza media, había prometido que también sería carabinero, pero la familia hace lo posible para que cambie de idea después de todo lo ocurrido.
“¿Y no te arreglaste antes?”, le preguntaron a la viuda del cabo Moyano, insinuando que este pudo haber recibido pagos irregulares.
Así como las familias de los mártires, algunos jóvenes héroes de Carabineros también tienen su opinión sobre la sombra que se ha posado sobre la institución.
El 28 de febrero, el subteniente Juan Pablo Mendoza (23) realizaba un patrullaje en la comuna de Lo Prado junto al cabo Leandro Infante, cuando un taxista les avisó que los dos colombianos que iban en el asiento trasero cargaban una gran cantidad de efectivo en dos mochilas. Cuando los fiscalizaron y Mendoza preguntó por qué cargaban tanto dinero, ambos hombres pidieron que no les hicieran más preguntas y ofrecieron el dinero a cambio de que los dejaran ir. Entre dólares, pesos chilenos y soles peruanos, había alrededor de $ 68 millones en las mochilas. Mendoza aceptó el dinero, pero solo para detener a ambos por intentar sobornarlo. “Jamás se me pasó por la cabeza actuar de otra forma. No voy a arriesgar mi carrera ni comprometer mis principios por plata. Un oficial de Orden y Seguridad tiene esos principios muy presentes. ¿Qué hubiera dicho mi familia si tomaba ese dinero?”, cuenta Mendoza, quien hoy está enrolado en cursos de investigación policial para integrarse en el futuro al OS-9.
A los pocos días de este hecho -que fue ampliamente cubierto en los medios- se supo de la malversación de fondos al interior de la Dirección de Finanzas de Carabineros. “Lo hablamos con el cabo Infante por esos días. A mí me dolió, porque nos metieron a todos en el mismo saco. Los de Intendencia jamás han estado en la calle, mientras que los que arriesgamos la vida somos muchos más. Prefiero destacar al compañero que está en la calle todos los días desde las 6 de la mañana. Me deja tranquilo que no somos todos como ellos”, señala el oficial.
Mendoza comenta que sus cercanos le han destacado mucho su honestidad durante la crisis institucional. Como muchos de sus compañeros, dice haber sentido una mezcla de pena y rabia con los 63 formalizados que participaron del fraude, en su mayoría carabineros. “Yo a ellos les diría que son una vergüenza, que no pensaron en la institución de toda su vida ni en sus familias”, afirma el joven carabinero de los involucrados, que pese a todo cree que Carabineros saldrá adelante. “De esta crisis saldremos fortalecidos, ya que habremos corregido las fallas. Queremos recuperar la confianza de la gente. No todos somos delincuentes”, añade Mendoza, con un optimismo que, según dice, debe venir de sus últimas lecturas del Manual de Doctrina, cuyos pasajes, esos olvidados por muchos oficiales del alto mando, él puede recitar de memoria.
Denos su opinión