Por Carlos Correa/ Consultor en opinión pública. Ex Secom (s)
También en la forma, los fallos de la Contraloría tienen muy incómoda a la UDI. Sus diputados han calificado de memes y también de un loro enseñando al particular modo que ha elegido el organismo fiscalizador para dar a conocer sus dictámenes. En un estilo millennials, ha preferido las redes sociales y coloridos diagramas que incluyen un loro justiciero llamado Contralorito que semana tras semana combate la corrupción y hace mención a series como la Casa de Papel o enseña las distintas partes de la anatomía de los pájaros destacando la propia como necesaria para luchar por la probidad.
El partido ahora oficialista, en su crítica a este estilo, olvidó rápidamente que en el gobierno anterior recurrió muchísimas veces a las mismas oficinas que ahora critica por excesivo protagonismo. Un caso emblemático fue aquella vez que sus diputados acudieron en masa al fiscalizador para reclamar por un video realizado por la Secretaría de Comunicaciones de entonces donde se explicaba en formato para redes sociales la reforma tributaria.
También arriesga mucho a futuro la UDI. Invalidar a la Contraloría por su especial manera de transmitir sus fallos es un mal negocio político. Podrían quedar en muy mal pie cuando el mismo organismo critique a la centroizquierda, sin poder ocupar sus fallos como ha ocurrido recientemente con la devolución del decreto de las áreas marinas que hizo, uno de los pilares del legado bacheletista, o con la anulación de la ordenanza sobre el rodeo del alcalde de Recoleta que, sin medialuna en su comuna, planificaba construir una causa pro animalista.
Pero más allá de las pataletas oficialistas, el contralor y su plumífero amigo de las redes sociales están ocupando un espacio que dejaron vacante los fiscales mediáticos que ahora abandonaron el Ministerio Público. En Chile está instalada la desconfianza en la clase política y, por tanto, un personaje justiciero se vuelve muy atractivo, y en especial si elige un estilo audaz en redes sociales. A diferencia de sus antecesores justicieros del Ministerio Público, desde la Contraloría no se filtran expedientes marcados para configurar condenas previas en la opinión pública, sino que se cumple completamente la legalidad y la audacia está en las formas de entrega. A medida que avance el gobierno y el debate político se recrudezca, será mayor el rol que jugará el contralor y, por tanto, tendrá que sopesar cómo maneja al personaje mediático para evitar que termine apropiándose de él, como les ocurrió a los fiscales mediáticos, que terminaron con más presencia en los medios que resultados concretos.
El otro ganador del fenómeno de Contralorito es el presidente del PS. Ha sabido leer correctamente las impericias de los abogados que trajo el gobierno de Piñera y rodeados de un equipo de varios que se foguearon en el gobierno anterior, les ha propinado derrota tras derrota y ha logrado permear el concepto del gobierno de los mejores que trató de instalar el Presidente. El caso vergonzoso del ministro de Hacienda, teniendo que devolver unos pasajes que le financió su propio ministerio, muestra que, en el área jurídica, el gobierno no fue muy exitoso en el headhunting. Esto le ha permitido ganarse una fama de duro y ganarse el respeto de muchos dentro del PS que hasta hace poco lo maldecían entre dientes por el episodio de la votación secreta que sacó de la carrera presidencial a tres candidatos socialistas. Y, sin duda, obliga al gobierno a tener que pensar en Elizalde en la ecuación negociadora.
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