No avanzó en ninguna de las reformas estructurales que el sistema suplica (ni en el sector público ni en el privado), y no exhibe ningún esfuerzo concreto en corregir las diferentes deficiencias detectadas con la implementación de la Reforma de la Salud del 2005.
Nadie puede negar la habilidad que tiene el Ministro de Salud para captar la atención de los medios de comunicación. Y en tal afán no desaprovecha ninguna oportunidad: si surge un reclamo en la ciudad más apartada, corre con su delantal blanco a prometer, a nombre del gobierno, lo necesario para apagar el incendio de turno.
Y si no hay conflicto del cual valerse, no tiene problemas en creárselos él mismo: de ello dan cuenta sus mediáticos empellones a cuanto funcionario o médico se atreva a cuestionar su autoridad. Y así, con un tono entre doctoral y popular, logra sintonizar con la opinión pública, seduciéndola con su estilo categórico y punzante, aparenta ser una autoridad política realmente preocupada por la salud de los chilenos y chilenas.
Pero los resultados concretos de su gestión se alejan bastante de la espectacularidad con la que nuestro Ministro surfea por las turbulentas aguas de la polémica pública. En efecto, nuestro enérgico Ministro no avanzó en ninguna de las reformas estructurales que el sistema suplica (ni en el sector público ni en el privado), y no exhibe ningún esfuerzo concreto en corregir las diferentes deficiencias detectadas con la implementación de la Reforma de la Salud del 2005.
En materia institucional, en el período Mañalich la gestión hospitalaria ha terminado por hacer crisis, disparando la deuda a niveles que no se condicen con el contexto económico de bonanza que ha gozado este gobierno. Buena parte de este desastre financiero le cabe a la decisión del MINSAL de renunciar a la modernización de la CENABAST, despotenciándola y entregando a los establecimientos la mayor responsabilidad en la adquisición de medicamentos e insumos.
En segundo lugar, y a propósito de su última pataleta ministerial con los anestesistas, otro déficit de esta gestión está precisamente en la postergada revisión del estatuto de los profesionales, tanto de los médicos especialistas como de otros profesionales de la salud altamente capacitados pero escasamente estimulados a permanecer en el Sistema Público. En los más de tres años el señor Ministro, no ha presentado una sola iniciativa seria que busque resolverlo de verdad.
En tercer lugar, y en cuanto al aspecto normativo, sigue pendiente la revisión profunda del marco regulatorio de los Sectores Público y Privado. Y en esto sí que el Ministro está al debe con los usuarios. Intentó dos veces un proyecto de ley que sólo buscaba salvar a las ISAPRE del misilazo del Tribunal Constitucional contra la tabla de factores, demostrando incapacidad política y técnica para llevarlos a puerto.
Hoy las ISAPRE saben que la paciencia se agotó, y con la complicidad de la Superintendencia de Salud siguen aplicando precios y ofertas de planes distintos a mujeres y hombres, y suben precios por aumento del AUGE. En FONASA la supuesta mejor gestión de estos años no ha implicado ningún cambio legal que realmente le permita ser más moderna en su gestión, más transparente en sus decisiones, o más eficiente en sus compras.
La llamada ley de derechos del paciente no alcanza para ser considerada un logro de este Gobierno, pues el grueso de su discusión tuvo lugar en la administración anterior. Sí debemos agradecerle su intervención en las deficiencias del texto final, debidas al acostumbrado atolondramiento y ansiedad de este Gobierno, que hoy hacen necesaria una revisión profunda.
Para qué insistir sobre la artificial eliminación de las listas de espera AUGE, crítica que ya me ha hecho merecedor de la declarada enemistad del señor Ministro, cuando dije lo que la Contraloría General de la República ratificó hace un par de años: que este “logro” había sido obtenido fundamentalmente con un espectacular ejercicio de “acrobacia administrativa”.
Reconozcamos a su favor lo que le toca en la ley de tolerancia cero a la conducción de vehículos bajo los efectos del alcohol y en el perfeccionamiento de la ley sobre ambientes libres de humo de tabaco. Bien poco para una nueva forma de gobernar.
En suma, a poco de terminar este Gobierno y salvo grandes anuncios, anecdóticas polémicas y sus recordadas pataletas y mañas, esta gestión ministerial no dejará las reformas estructurales prometidas y heredará al futuro Gobierno una vergonzosa deuda hospitalaria, un dañino déficit en inversión en infraestructura pública y el registro de transferencias de recursos al sector privado más obsceno de la historia.
Fuente: www.eldinamo.cl
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