Por Camilo Pérez/ Revolución Democrática
Al salir en redes sociales un video del ministro de educación, Gerardo Varela, quejándose porque le llegaban cartas pidiéndole ayuda en el arreglo del techo de un gimnasio de un colegio porque tenía goteras o de alguna sala de clases que tiene el piso malo, suena extraño dado el cargo de quien emite la queja. Pero lo que deja de ser sorprendente y pasa a ser indignante es la solución que el propone: realizar un bingo.
No solo con estas declaraciones es posible inferir la concepción que tiene el ministro sobre la educación y claramente su posición es que esta es un bien de consumo y no un derecho. Es por ello que para él –y la mayoría de su gobierno- resulta lógico pensar que quienes tienen un problema deben ser los encargados de solucionarlo, sin importar las condiciones que estos tengan para poder hacerlo.
Este tipo de argumentos y soluciones no debiesen sorprender a nadie proviniendo de un sector que vanagloria de rodillas el neoliberalismo. La precarización de la educación y de la vida en general está absolutamente ligada al modelo que defienden con uñas y dientes, por lo tanto, es ilusorio creer que Varela pensaría otra solución.
Lo preocupante acá es el desparpajo con que lo dice, la frialdad con que manda a rebuscárselas a personas que viven día a día las consecuencias de nuestra inequidad. A ellos y ellas, los más desprotegidos, los humilla y se les ríe en la cara, les cierra la puerta a la posibilidad de aprender, de desarrollarse, de convivir en un lugar digno.
Y es que está claro que no les importan, eso es un libro ya leído, lo siniestro es que ahora lo dicen y no pasa nada, es más, a mucha gente le hace sentido el comentario. La falsa meritocracia permeó tanto en nuestra sociedad que no suena alocado, es casi justo, es la manifestación concreta de que nos ganaron el partido por paliza.
El ministro Varela no tiene mucha idea de donde está parado y probablemente no dure mucho tiempo más en su cargo, pero él en particular no es relevante, lo verdaderamente significativo es entender que esta lógica es generalizada, que el neoliberalismo es el culpable del problema primero, que son los colegios desprovistos de condiciones básicas para un efectivo aprendizaje y también del problema segundo, que es la nefasta respuesta de quien se supone es la autoridad encargada de velar por una educación pública de calidad.
Y cuando llegue el próximo ministro y sea un político con experiencia y no diga todas las barbaridades que dice el actual hay que estar claro que si las va a pensar. Que si pensara que sus hijos son campeones, que si creerá que son solo pequeñas humillaciones a las mujeres, que si querrá mandar a hacer bingos a quienes necesiten de su ayuda.
Y lo hará, no de la misma ridícula forma que lo hace este señor, pero lo hará igual, como lo hace Piñera con el estatuto laboral para jóvenes o con tantos otros goles que “pasan piola” en su mandato y es deber nuestro no permitirlo más, hacer retroceder al neoliberalismo es una tarea compleja, pero infinitamente necesaria. La consecución de una sociedad postneoliberal urge más que nunca, urge en el día a día.
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