El debate oficialista entre “principistas” y “pragmáticos”

El inicio del envío de las reformas emblemáticas del gobierno de Piñera al Congreso abrió una disyuntiva en el oficialismo. Sin votos suficientes para aprobar las iniciativas, el debate soterrado apunta a establecer los límites de negociación con la oposición.

“Durante estos cinco meses hemos trabajado intensamente en preparar las grandes reformas necesarias, iniciando, a partir de este mes de agosto, una segunda etapa, que significa empezar a poner en marcha reformas estructurales”.

El martes 21, el Presidente Sebastián Piñera emitió su segunda cadena nacional, a las 21 horas, para inaugurar una etapa decisiva en su segundo mandato en La Moneda.

En lo sustancial, las palabras del Mandatario permitieron explicar los detalles del proyecto de ley para modernizar el sistema tributario -la primera iniciativa de su programa de gobierno-. Pero, más importante aún, marcó el punto inicial para sacar a la luz un debate que, hasta ahora, ha estado soterrado en el oficialismo: la disputa entre “pragmáticos” y “principistas”.

Si los primeros cuatro meses de gobierno tuvieron el sello del envío de proyectos de ley de corte más social, los siguientes tres meses estarán marcados con la entrega al Congreso de lo que en el mismo Ejecutivo han denominado “el eje central del plan del gobierno”: proyectos estructurales, de marcado contenido económico, en los que se juega -según no pocos- el ADN ideológico de la administración y del sector y entre los que destacan la reforma tributaria, la reforma a las pensiones, la modernización laboral, la ley de isapres y, en menor medida, la batería de proyectos relacionados con la red clase media protegida.

En este debate, algunos en el oficialismo ven una analogía con lo que sucedió con la Concertación, cuando por los años 90 los militantes de la centroizquierda se dividieron entre “autocomplacientes” y “autoflagelantes” -dos almas en las que pugnaban quienes estaban satisfechos de lo hecho en los gobiernos del conglomerado y quienes reclamaban por las carencias de la transición, criticaban el modelo económico y pedían más fuerza para cambiar instituciones políticas.

Gobernar con las ideas propias

El primer esbozo de una disputa que se prevé compleja tuvo por escenario el corazón de La Moneda, pero no pasó a mayores, al menos públicamente: el debate por la reducción del impuesto a las empresas.

Según fuentes de gobierno, el ministro de Hacienda, Felipe Larraín, buscó hasta último minuto que se cumpliera la promesa de reducir el impuesto a las empresas desde 27% al 25% que promedian los países de la Ocde, sin embargo, el Presidente informó en su cuenta pública que finalmente optó por mantener el tributo en el nivel actual debido al déficit fiscal heredado de la administración de Michelle Bachelet.

La decisión de Piñera ha sido resentida en el sector más ortodoxo del oficialismo, donde fue interpretada como una derrota y una señal inequívoca de cómo va a enfrentar el Mandatario la discusión que viene en el Congreso.

La discusión de fondo -en todo caso- no es nueva en la derecha.

“Suponemos que el gobierno que nos rige no ganó las elecciones simplemente para darse el gustito de habitar en La Moneda. Lo hizo para demostrar que sus ideas son mejores para Chile”, escribió hace ocho años el director de Libertad y Desarrollo, Luis Larraín, instando al gobierno de Piñera a gobernar en base a las ideas del bloque, un desafío que -sin embargo- terminó en déficit según el propio oficialismo.

De hecho, una de las razones de la derrota ante Bachelet en 2013 en los análisis más internos apuntó a la pérdida de la “batalla de las ideas” de la derecha, a la falta de un relato.

El problema en 2018 es que -al igual que en 2010- el Ejecutivo no cuenta con los votos necesarios en el Congreso -ni la Cámara de Diputados ni el Senado- para aprobar sus reformas sin votos de -al menos- un sector de la oposición.

Mientras la reforma a las isapres y Fonasa; la Reforma Laboral y la Reforma Tributaria requieren de quórum simple, es decir, mayoría de los parlamentarios presentes en sala, el desafío con más dificultades será la reforma de las pensiones, que necesita de quórum calificado, es decir, mayoría absoluta de los parlamentarios en ejercicio.

Es esta realidad legislativa la que está dando origen a quienes en la centroderecha ya comienzan a perfilarse como “pragmáticos”, dispuestos a ceder “lo más posible” bajo el objetivo de conseguir los preciados votos, o “principistas”, que están prestos a perder en el Parlamento si eso significa modificar sustancialmente los proyectos.

“La proyección de la centroderecha está vinculada a mantenerse fiel a sus principios y a su relato, de lo contrario, corremos el riesgo de ser un gobierno solo bueno para gestionar y organizar la casa, pero no ofreces una visión de sociedad distinta. En Horizontal y Evópoli somos ‘principistas’. Es preferible perder ciertas batallas, pero mantenerte fiel a tu visión, que es una sociedad basada en el mérito, justicia y equidad”, afirma Pablo Correa, director ejecutivo de Horizontal.

Los distintos bandos

Una alta fuente de La Moneda señala que esta discusión aún se mantiene en la esfera de los intelectuales de la derecha, pero que -en todo caso- el gobierno ya definió su estrategia legislativa: ir por votos en los sectores de la oposición disponibles a dialogar con el Ejecutivo, principalmente en la DC y el PR.

Es en el comité legislativo donde se han comenzado a esbozar las posturas que comenzarán a permear a los partidos de Chile Vamos.

Integrantes de esa instancia señalaron que en la cita que reúne cada lunes al ministro de la Segpres, Gonzalo Blumel, con los jefes de bancada de Chile Vamos, el gobierno ha reconocido a los parlamentarios que para aprobar las reformas estructurales se tendrá que hacer un espacio para incorporar algún grado de modificaciones que quiera hacer la oposición.

En las últimas semanas los partidos de Chile Vamos de a poco han comenzado a alinearse en la discusión, y ya se empiezan a distinguir entre “pragmáticos” y “principistas”.

En RN, por ejemplo, la mesa directiva se ha mostrado dispuesta a buscar acuerdos en el Congreso y con ello aprobar los proyectos presentados por el gobierno. El presidente del Instituto Libertad, Aldo Casinelli, quien participa en esas instancias, apunta a la importancia de negociar y señala: “El ser pragmáticos nos permite la posibilidad de llegar a acuerdos con la oposición. Lo que se aprendió del gobierno anterior es que es necesario negociar”.

La UDI, en la misma línea, ha dado señales al gobierno de su disponibilidad a negociar con la oposición. “El corazón de todo este asunto y lo que se juega es si vamos a generar un clima económico proactivo, con empleos y dinamismo, o finalmente vamos a permitir que se nos pongan trabas. Ya no se trata de un debate pretérito respecto de capitalistas y socialistas. En las sociedades de hoy es necesario ver el impacto económico y todas las políticas tienen ese impacto económico”, señala el director de la Fundación Jaime Guzmán, Jorge Jaraquemada.

Pero es en Evópoli donde el debate está más zanjado. “El gobierno debe presentar reformas que generen cambios más que triunfos políticos. Es mejor presentar proyectos claros, sencillos, nítidos, independiente a que si se cuenta con los votos o no”, dice un parlamentario del partido.

Fuentes de gobierno, en tanto, sostienen que en el seno del comité político no hay dos miradas: se impone el pragmatismo del estilo Piñera. Las mismas fuentes explicaron que los proyectos están siendo elaborados con la flexibilidad para ser modificados, siempre y cuando no pierdan el punto central de su objetivo, que, según señalan en el oficialismo, en varias ocasiones es resguardar la economía del país.

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