En La Moneda nadie desconoce la tensión que se vive en el Ministerio de Salud. La razón es la profunda animadversión entre el titular de la cartera, Emilio Santelices, y el subsecretario de Redes Asistenciales, Luis Castillo. Aunque ambos se conocen desde hace años y trabajaron juntos en la campaña de Sebastián Piñera, sus diferencias -aseguran quienes los conocen- nunca han sido superadas. Por eso a pocos les extrañó en el oficialismo que, en un principio, Castillo no tuviera ningún cargo en el gobierno. Se llevaban tan mal -señalaron las mismas fuentes-, que parecía que ya no podían trabajar juntos. Pero los cuestionamientos al nombrado subsecretario de Redes Asistenciales, Juan Manuel Tonso, por la existencia de una censura en su contra del tribunal de Colegio Médico, hicieron que el Presidente Sebastián Piñera terminara designando a Castillo como dupla de Santelices.
Los problemas -sostienen en el Gobierno- empezaron desde el primer día de trabajo conjunto. El ministro ha cuestionado en privado el exceso de autonomía de su subsecretario, lo que ha generado que este último -por ejemplo- no se presente a las reuniones de gabinete a las que es citado.
Fuentes del ministerio aseguran que Luis Castillo -encargado de toda la red hospitalaria del país- no comparte las políticas y traspasos de recursos que su superior define para la red asistencial.
Ambos han llegado a un punto muerto en el que casi no se hablan y han transmitido su molestia con el otro a distintas autoridades de La Moneda.
El último episodio de la disputa fue a mediados de enero y ya es conocido: mientras Castillo estaba de vacaciones, Santelices despidió al jefe de gabinete del subsecretario y éste resiste la decisión.
En La Moneda aseguraron que la única solución es la salida de Santelices, de Castillo o de ambos. La disputa parece no aguantar mucho más tiempo.
La madre de todas las peleas
El segundo mandato de Michelle Bachelet en 2014 aún no empezaba y en el futuro Ministerio del Interior ya se desataba la guerra. Diversos dirigentes y ex ministros consultados coincidieron en que la disputa entre el entonces ministro Rodrigo Peñailillo (PPD) y el subsecretario Mahmud Aleuy (PS) lidera el ranking de las convivencias más complejas de La Moneda. Una que -aseguran esas fuentes- terminó por desestabilizar al gobierno de Bachelet.
La mecha la encendió un artículo que reveló que Aleuy elaboró en ese verano de 2014 un catastro de los posibles flancos que amenazaban a un grupo de subsecretarios que no iban a poder asumir sus funciones.
Peñailillo -que se enteró de esa gestión en medio de sus vacaciones- lo tomó como una declaración de guerra. Y contragolpeó. De vuelta en Santiago, el ministro reunió a sus asesores en el hotel Los Nogales para trabajar sobre las reformas que iba a realizar el futuro gobierno. También tuvo reuniones posteriores con ministros y subsecretarios. Mahmud Aleuy no fue invitado ni notificado de estas actividades.
El conflicto -comentaron expersoneros de ese gobierno- fue solucionado por Bachelet de manera salomónica: en manos de Peñailillo quedó la gestión de crisis de gobierno y los temas políticos de Interior. Aleuy, por su parte, se iba a dedicar exclusivamente a temas de seguridad.
Aunque ambos mantuvieron una relación de trato cordial, los entonces testigos afirmaron que los recelos entre ambos eran tan evidentes, que el Ministerio del Interior fue bautizado como “Kosovo”, en alusión a la guerra que se vivía entre Peñailillo y Aleuy, quienes casi no se hablaban.
La tensión que se instaló fue tanta, que alcanzó a otros ministros y subsecretarios; muchos se sintieron obligados a tomar partido por alguno de los dos lados.
Algunas fuentes señalan que los desencuentros entre sus respectivos equipos de asesores profundizó la distancia entre Peñailillo y Aleuy. Había reuniones entre ambos grupos que terminaban a gritos.
Uno de los que se atrevió a mediar entre Peñailillo y Aleuy fue el entonces ministro de Energía, Máximo Pacheco, quien intentó acercar posiciones, pero fue imposible. El quiebre era muy profundo.
En la fase final de la convivencia -al término del primer año de gobierno- el ministro armó una oficina para el manejo de posibles crisis en el gobierno que empezó a evaluar los mismos temas que veía la subsecretaría que llevaba Aleuy. Quienes interactuaban con ellos debían llamar al ministro y al subsecretario por el mismo asunto, ya que casi no trabajaban juntos y no había coordinación.
El estallido de los casos de financiamiento irregular de la política y -particularmente- el caso Caval que lo enfrentó al primogénito de la Mandataria, Sebastián Dávalos, supusieron el principio del fin para Peñailillo.
El ministro del Interior -el más joven desde el retorno a la democracia- terminó perdiendo la confianza de Bachelet tras ser investigado por el caso SQM, por sus problemas con Dávalos, y por las dudas sobre los informes que elaboró en la etapa de precampaña de la exmandataria. En mayo de 2015 se le pidió la renuncia y -poco después- se radicó en Estados Unidos donde reside hasta hoy. Sus cercanos aseguran que nunca volvió a tener contacto con Bachelet.
Aleuy ganó la batalla.
La rebelión de los subalternos
Aunque la disputa entre Santelices y Castillo es la más conocida, dirigentes del oficialismo reconocen que no es la única fractura entre ministro y subsecretario que ha afectado a la segunda administración de Piñera. En buena medida porque el Mandatario -señalan en ChileVamos- se reservó la designación de los subsecretarios y -salvo en excepciones- ni siquiera consultó al titular de la cartera.
La corta carrera del subsecretario del Deporte, Kael Becerra, en el gabinete terminó el 5 de diciembre pasado. Ese día el exatleta abandonó su cargo por la supuesta mala relación que mantenía con la ministra del Deporte, Pauline Kantor.
Según parlamentarios de ChileVamos, Becerra era más proactivo que la ministra, lo que ocasionó algunos desencuentros entre ellos. “Una vez me llamó un asesor de Kantor para preguntarme qué hacía en una reunión con el subsecretario y qué habíamos hablado”, asegura el diputado (RN) Andrés Celis.
Cercanos a Kantor desmienten cualquier tipo de enfrentamiento con el exsubsecretario.
Otra disputa -que intentó mantenerse con bajo perfil- fue la protagonizada en el primer semestre del año pasado por la entonces ministra de Medio Ambiente, Marcela Cubillos, y su subsecretario, Rodrigo Benítez. La batalla entre ambos se desató luego de que Benítez -según comentó a cercanos- resintió no haber sido consultado por la reforma al Sistema de Evaluación de Impacto Ambiental (SEIA).
En La Moneda recuerdan que el 14 de junio hubo una reunión entre ambos que terminó como comentario obligado en todo el gabinete, luego que trascendiera que se trataron a gritos. Aunque hasta hoy la actual ministra de Educación evita referirse al caso e incluso suele negar la polémica, lo concreto es que Benítez dejó su cargo tres días después de la discusión con su entonces superior.
La escena ocurrió en el Ministerio de Medio Ambiente durante el segundo gobierno de Michelle Bachelet en 2014:
– ¡¿Por qué me tengo que enterar por los diarios de las decisiones que se toman en este ministerio?!
La pregunta era del subsecretario Marcelo Mena (Ind.) y el enrostrado era el ministro Pablo Badenier (DC).
El principal reclamo del actual funcionario del Banco Mundial -según recuerdan algunos de sus excolaboradores- era porque no era escuchado por su superior. Badenier -aseguraban las fuentes- no le compartía información porque no coincidían en sus visiones. Eso les impidió convertirse en un equipo.
La disputa se resolvió en marzo de 2017 con la renuncia de Badenier para ir a colaborar en la precampaña presidencial de Carolina Goic. Mena ocupó su lugar.
Pero su animadversión es tan grande que -aunque no había terminado el gobierno- no se cuidaron de hacer públicas sus diferencias. “Tú no diseñaste el impuesto verde”, escribió Badenier en su Twitter en diciembre de 2017, apuntando a su exsubsecretario, quien, según su criterio, se estaba llevando el crédito de un trabajo que no le correspondía.
Otra pelea que terminó con uno de los protagonistas saliendo del cargo para una campaña presidencial fue la que involucró a Soledad Alvear (DC) y Heraldo Muñoz (PPD) durante los primeros años del gobierno de Ricardo Lagos.
La disputa entre ellos empezó con un sueño roto. A principios de 2000, Lagos ofreció a Alvear ser su ministra del Interior, y a Muñoz, la Cancillería.
El plan era perfecto: Muñoz, un viejo y cercano amigo de Lagos con quien había fundado el PPD, tenía trayectoria internacional, su confianza y -por sobre todo- ganas. Pero Alvear quiso otra cosa.
La líder DC fue clara con el Mandatario electo en que solo le interesaba la Cancillería. Lagos no podía darse el lujo de desoír su petición, ya que Alvear -se decía- había sido clave en su triunfo en la segunda vuelta presidencial que disputó con Joaquín Lavín, y en la que se había impuesto de manera estrecha. El sueño de Muñoz se había roto.
Desde el inicio de la convivencia el subsecretario hizo sentir que estaba más capacitado que Alvear -quien no hablaba inglés- para el cargo.
Las tensiones se hicieron evidentes en las negociaciones por las embajadas. Lagos debió intervenir en más de una ocasión para intentar solucionar las disputas.
El ministerio no parecía tener espacio para dos personalidades tan fuertes. La disputa se terminó cuando Heraldo Muñoz fue designado como ministro secretario general de Gobierno, y Alvear -tiempo después-, salió del gabinete para enfrentar a Bachelet en primarias.
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