Por Juan Claudio Reyes/Licenciado en Sociología de la Universidad de Chile, Director de TEAM Consultores Asociados
Tal vez por esa costumbre de citar autores (aunque usualmente se equivoque), el Presidente Piñera nos ha regalado una “cuenta imaginaria”, correspondiente a un país imaginario, que solo existe en sus visiones, que es bastante mejor que suponer que obedece a la intención de engañar.
En el poema de “El hombre imaginario”, el gran Nicanor Parra nos decía:
“De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios”.
Pareciera que ello inspiró al Presidente. Pero no puede esperar que el resto de los chilenos lo siga en su visión febril.
Al igual que las naranjas imaginarias, que colgaran en los árboles de la La Moneda, intentando engañar al Jefe del Gobierno español, el Presidente pretende, ahora, que los chilenos crean en la existencia de una realidad que solo existe en su imaginación.
Él imagina que Chile avanza, mientras aumenta el desempleo, especialmente el de las mujeres y los jóvenes.
Dice que ha disminuido la delincuencia y los narcos se pasean por las calles, disparando a diestra y siniestra, especialmente en las poblaciones más humildes.
Sueña que avanzamos hacia una sociedad más justa, pero se niega a eximir a los adultos mayores del pago de contribuciones, mientras él elude, por 30 años, el pago, en una de sus casas de veraneo.
Afirma que tienen especial preocupación por la clase media, mientras se niegan a incorporar beneficios sustantivos a las Pymes, en el proyecto de reforma tributaria.
Que hay igualdad de oportunidades, pero mientras la mayoría de los jóvenes busca donde poder trabajar, sus hijos y los socios de ellos usan recursos públicos para hacer negocios privados en las giras presidenciales.
Que se reactiva la economía, pero el último IMACEC no llega a la mitad del que entregó el gobierno anterior, cuando, según ellos “la economía estaba en el suelo”.
Sueña con una importante presencia del país en los foros internacionales, mientras se informa que Chile baja 7 puestos en el ranking de competitividad.
Que están muy preocupados de la situación en Venezuela y, por ello, mandan “ayuda humanitaria”, con medicamentos y alimentos básicos, que escasean en las poblaciones y los consultorios más pobres, en Chile.
La tasa de interés para los créditos hipotecarios está muy baja; por cierto, cuando el 72% de los hogares gasta más de lo que ingresa, ya no es posible tomar más créditos, aumenta el arriendo y las ventas del comercio bajan un 17%. O sea, los chilenos consumen menos bienes de uso corriente, todos los días.
El INE falsea la cifra de IPC, lo que redunda en una inmensa sobre utilidad para la Banca y la pérdida para millones de chilenos endeudados.
Se habla de “Admisión Justa”, para esconder el propósito de volver a discriminar a los alumnos más vulnerables del país.
Se llama a la búsqueda de grandes acuerdos, pero el Presidente, cada vez que puede, trata a los opositores como antipatriotas.
Definitivamente el Presidente vive en un país distinto al del resto de los chilenos. Tal vez porque están convencidos de que la clase media es la que señaló su amigo Luksic, aquella que “hoy día tiene la posibilidad de viajar, de tener un segundo auto, la posibilidad de tener una casa en la playa”; o la del Ministro de la Vivienda que cree que «un altísimo porcentaje de los chilenos tiene una casa, un departamento, una casa en la playa.»
Ese es el Chile que conoce el Presidente, que está muy lejos del país en que viven 17 millones de chilenos…si es que el último censo imaginario es creíble.
Y hoy le ofrece a los chilenos, al igual que su hermano, hace 40 años, que el proyecto de pensiones es una gran iniciativa…para 40 años más. ¡Qué gran imaginación!
¿Logrará imaginarse el país donde la justicia encarcela al pobre que roba poco y envía a “clases de ética” a quienes lo roban todo?
Un país donde el Presidente de la República promete en su programa “que a ningún joven chileno le faltarán los apoyos necesarios para acceder a la educación superior, con total independencia de su situación económica” y luego elimina la gratuidad a más de 27 mil estudiantes.
Un Presidente que prometió que todos “tendrían un buen trabajo con buenos ingresos pues ello es el mayor anhelo de las familias, y luego se niega a aceptar un salario mínimo de más de 300 mil pesos, manteniendo en la pobreza a miles de familias, que incluso sus miembros tienen contrato de trabajo.
Un Presidente de la República que promete “recuperar la confianza para que las empresas vuelvan a invertir, aumentando la tasa de inversión en tres puntos porcentuales hacia el final de nuestro gobierno” y, a poco andar, recibimos la noticia de una baja del 57% en la inversión extranjera.
Que prometió modernizar la legislación en materia de jornada laboral, y se opone a rebajar la jornada a 40 horas, proponiendo una farsa, que solo aumentará la explotación de los trabajadores.
En fin, esperemos que, como en la obra de Nicanor…
“Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario.”
Y que ese sea el anuncio de un pueblo que ha iniciado el camino definitivo para terminar con los imaginarios y vuelva a una realidad que, aunque dura, requiere unir las manos y los sentidos, para devolvernos a la tarea de la construcción colectiva de un país real, donde los sueños solo son el acicate para la construcción de una sociedad más justa.
Eso sería una hermosa imaginación colectiva para ser compartida.
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