Hace más de un mes que se efectuaron despidos masivos en el Teatro Municipal de Santiago, 60 trabajadores fueron desvinculados, entre los que estaba el 25% del Coro profesional de teatro. Previo a estos hechos, las y los trabajadores ya habían denunciado la existencia de sueldos y cotizaciones impagas, malos tratos, sobre endeudamientos e improvisación por parte de la administración.
La administración de la Institución a cargo de Frederic Chambert, y sostenida por el directorio que preside el alcalde de Santiago, Felipe Alessandri, justificó los despidos por una reestructuración que debían realizar ante la crisis financiera que atraviesa el teatro, con un déficit de casi 7 mil millones. Sin embargo, hace una semana los trabajadores del Teatro Municipal denunciaron que la administración se dispone a llamar cantantes, en apoyo a los temporales para suplir a los trabajadores que fueron despedidos.
En un comunicado emitido el pasado 7 de agosto, cantantes, bailarines, músicos, técnicos y personal administrativo del teatro declaró que estas decisiones atentan contra el patrimonio cultural, “de preservar y fortalecer la existencia y la excelencia de los elencos estables del teatro”. Así mismo exigieron el reintegro de las y los trabajadores despedidos de todos los estamentos, rechazando «la absurda e injusta medida» de reemplazos temporales.
Durante este mes que llevan movilizados, los trabajadores han defendido a los cuerpos estables, Jaina Elgueta, presidenta del sindicato del coro del Teatro Municipal de Santiago dijo: «Es verdad que en muchos lugares de Europa existe la externalización, pero uno de los patrimonios maravillosos de Chile es que aún existe un teatro con tradición y cuerpos estables, por eso tiene un nivel internacional. Externalizar no es garantía de calidad, al contrario, pero vemos que hay esa intención.» recalcó diciendo «además, si no hay dinero para tener personas contratadas, es una falta de respeto que ahora llenen esos puestos.»
La medida que busca implementar la administración además de atentar contra la política cultural del mismo teatro de “crear una programación artística en base al trabajo de cuerpos estables y de los artistas y profesionales técnicos que conforman los talleres de realización escénica y administración del recinto”. Esta apunta una externalización de servicios, es decir, precarizar el trabajo de las y los artistas y destruir uno de los pocos cuerpos estables que existen en Chile.
Es claro que a la derecha lo menos que le interesa es poder fortalecer un desarrollo cultural de la mano de sus artistas y trabajadores, y menos aún aquellos que cuestionen el orden establecido, como lo han venido realizando las y los trabajadores del Teatro Municipal de Santiago, quienes durante un mes han realizado varias manifestaciones en el espacio público, y habían previamente alertado sobre la situación interna.
La ministra Consuelo Valdés no los ha recibido, pues está de viaje y el alcalde Felipe Alessandri ha hecho oídos sordos a sus demandas, sin asistir a la última sesión Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados donde sería analizada la situación.
La respuesta del gobierno frente a sus demandas y movilizaciones han sido los despidos o su desarticulación a lo largo de los años, tanto de la derecha como de ex concertación.
Si hacemos un poco de memoria en la historia, en 1999 los trabajadores del Teatro Municipal de Santiago protagonizaron una huelga de 54 días por mejoras en las condiciones laborales, el alcalde de entonces Jaime Ravinet (DC) había amenazado con despedir masivamente a todo el personal del teatro y declarar su cierre y restructuración si los huelguistas insistían en rechazar las ofertas, el conflicto más allá de reivindicaciones laborales, abrió un cuestionamiento hacía el alcalde y la gestión, tanto privada como municipal.
Durante el 2003, realizaron movilizaciones por el reajuste salarial, y el 2006 una huelga de músicos suplementarios de la orquesta, por el no pago de sus honorarios e impuestos. A fines de ese año los trabajadores interpusieron una demanda por despidos injustificados, quienes despidieron a artistas que ejercían hace 25 años su labor por “necesidades de la empresa” para volver a llenar esos cupos.
Directores y ejecutivos ganan sueldos por sobre los 4 o 6 millones de pesos, mientras quienes dan vida a los centros culturales viven precariedades e inestabilidad laboral. La solución a la crisis está de manos de sus trabajadores y comunidades, quienes puedan tomar la gestión del teatro.
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