Por Séverine Cazaux, Coordinadora Territorio Extranjero Revolución Democrática
Esta semana, el discurso de criminalización de las protestas del gobierno quedó en jaque. Las feministas lograron convocar nuevamente a la población, llenando las calles de energía, de creatividad y de organización pacífica. Esta semana las feministas apuntaron con el dedo quiénes son los violentistas, los violadores. A nueve meses de un 8 de marzo que sacó a un millón de mujeres a las calles en todo el país, el movimiento viene a recordarnos que el feminismo llegó para quedarse. Viene a desafiar una sociedad entera a construir un nuevo pacto social donde no sólo las mujeres dejarán de ser ciudadanas de segunda clase, sino que además las instituciones tampoco volverán a ser las mismas. La ola feminista viene a arrasar con la violencia de Estado, con el machismo de Carabineros, con el patriarcado de la justicia.
Estos testimonios de violencia sexual no reportan casos aislados. Demuestran el uso de un método ampliamente conocido y practicado que somete a las personas y vulnera su integridad tanto física como moral. Los organismos internacionales no se han atrevido a hablar de violación sistemática de los derechos humanos, argumentando no poseer evidencia de una orden o un mensaje que incentive las prácticas generalizadas de vulneraciones que han observado. Me atreveré a decir que esta evidencia sí existe, y reside en el levantamiento de las centenas de miles de mujeres que en Chile y a través de todo el mundo, han respondido como un solo cuerpo al llamado del Colectivo Las Tesis, replicando la performance del Violador en Tu Camino en todas las comunas del país y en más de cincuenta ciudades del mundo. Es tal el nivel de violencia machista que existe en nuestros cuerpos desde que nacimos, está tan incorporado y obvio en nosotras, que han bastado una performance sentida y menos de 48 horas para que en todos los territorios, mujeres de todos horizontes se unieran para gritar fuerte y claro que “el violador, eres tú: […] los jueces, los pacos, el Estado, el presidente.”
Este canto no denuncia prácticas puntuales. Denuncia una violencia profunda, estructural, presente en todos los aparatos del Estado, en todos los rincones de la sociedad. Denuncia un patriarcado cómplice de la explotación de los cuerpos y de los territorios en una sociedad que no puede más de tanto neoliberalismo. Denuncia una violencia servil al restablecimiento del orden que protege los intereses económicos de los propietarios de este país. De los propietarios de la tierra, del agua, de los recursos naturales, de los fondos de pensiones, de los hospitales y las clínicas, de las empresas, hasta del aire. “Patriarcado y capital, una alianza criminal.” Este grito reiterado en todas las marchas feministas en Chile nunca había cobrado tanto sentido como en estas semanas de protestas.
Esta semana, el discurso de criminalización de las protestas del gobierno quedó en jaque. Las feministas lograron convocar nuevamente a la población, llenando las calles de energía, de creatividad y de organización pacífica. Esta semana las feministas apuntaron con el dedo quiénes son los violentistas, los violadores. A nueve meses de un 8 de marzo que sacó a un millón de mujeres a las calles en todo el país, el movimiento viene a recordarnos que el feminismo llegó para quedarse. Viene a desafiar una sociedad entera a construir un nuevo pacto social donde no sólo las mujeres dejarán de ser ciudadanas de segunda clase, sino que además las instituciones tampoco volverán a ser las mismas. La ola feminista viene a arrasar con la violencia de Estado, con el machismo de Carabineros, con el patriarcado de la justicia. Viene a terminar con el terrorismo de Estado contra las comunidades indígenas. Exige verdad y responsabilidades políticas. Exige justicia social y transformaciones radicales.
Hoy día el movimiento feminista está cambiando la historia y está conduciendo las transformaciones. Las mujeres presentes frente a las comisarías denunciando la violencia de Carabineros, son las mismas mujeres que dicen No + Zonas de Sacrificio, que exigen pensiones dignas y un sistema de salud justo y solidario. Son las mismas que están en las calles luchando por una educación no sexista, por el derecho a la vivienda y que resisten para defender su tierra, su territorio y su cultura. Son las mismas que denuncian las violaciones de los representantes de la Iglesia y que se movilizan por Ni Una Menos. Son estas mismas mujeres las que vienen exigiendo hace tiempo una sociedad distinta, más justa y democrática. De esto no se tienen que olvidar los congresistas e integrantes de la mesa técnica que están pensando el proceso de la asamblea constituyente. Las mujeres en toda su diversidad y en todas sus intersecciones han sido históricamente excluidas del poder: chilenas, indígenas, pobres, lesbianas, inmigrantes, todas han sido acalladas por siglos. Las mujeres despertaron antes que Chile y ahora vienen a abrir los caminos de la libertad. De ahora en adelante la Historia y la Nueva Constitución se tendrán que escribir con ellas. La sociedad nueva será feminista o no será.